Adriano y Almir
No constan las razones por las cuales la infeliz pareja Leite/Ribeiro, residente en uno de los agujeros m¨¢s oscuros de R¨ªo, eligi¨® para su hijo el nombre de Adriano. Sin duda se trataba m¨¢s de una ingenua invocaci¨®n a la fortuna que de un capricho provisional; con ¨¦l se suger¨ªa discretamente a la providencia que reservase al reci¨¦n llegado un destino de emperador. Estaba claro que, como muchos otros n¨¢ufragos de la periferia, los Leite Ribeiro s¨®lo conoc¨ªan tres formas de elevar sus plegarias: tirando de amuleto, rebuscando en la mitolog¨ªa o deshojando el santoral.
Entonces, Brasil herv¨ªa con la exuberante selecci¨®n que Tele Santana hab¨ªa preparado para competir en el Campeonato Mundial Espa?a 82. Y, si habl¨¢bamos de evocaciones de poder, antig¨¹edad y sabidur¨ªa, era oportuno so?ar que Adriano, aquel ni?o largo y huesudo, lograr¨ªa sobrepasar a S¨®crates, el gigante con pies de bailarina que compon¨ªa junto a Cerezo, Falcao y Zico el mejor cuarteto de c¨¢mara de la historia.
Sin embargo, ni Brasil gan¨® aquel torneo ni los Leite Ribeiro pudieron disfrutar de un cambio de suerte. A¨²n peor: cierto grave incidente ocurrido diez a?os m¨¢s tarde en la atormentada favela de Vila Cruzeiro llev¨® a la familia hasta los l¨ªmites del colapso. Los hechos se encadenaron en un largo rugido: el padre, Almir, qued¨® atrapado accidentalmente en una pelea entre pistoleros y recibi¨® un balazo en la cabeza. Mortal de necesidad.
Fue a partir de ese instante cuando la secuencia de calamidades comenz¨® a invertirse con una misteriosa exactitud. Con el proyectil alojado para siempre bajo la tapa de los sesos, el herido estuvo varios meses en coma, sobrevivi¨® de milagro, areng¨® al chico para que se hiciese futbolista, lo envi¨® a Italia y, desde el barrio residencial de Tijuca, en el coraz¨®n de R¨ªo, pudo disfrutar de su metamorfosis de paria en pr¨ªncipe. El nene se redonde¨® en los fogones, templ¨® su musculatura en los gimnasios, y por fin alcanz¨® a S¨®crates con su metro noventa y su zurda de plomo.
As¨ª, convertido en la cabeza nuclear del Inter, irrumpi¨® el mi¨¦rcoles en Mestalla. Todos tem¨ªan su perfil blindado y su velocidad terminal. Tipos de una pieza como Torres, Corradi, Navarro, Carboni o Albelda le esperaban tensos y prevenidos, pero no sirvi¨® de nada. Adriano Leite Ribeiro aguant¨® las pedradas y los misiles, y ech¨® a pique al Valencia.
Ya sabemos que no estabas all¨ª, Almir Leite. Tal como si cumplieras una maldici¨®n, hace menos de tres meses le viste ganar la Copa Am¨¦rica de selecciones y el t¨ªtulo de m¨¢ximo goleador, y luego mor¨ªas por segunda vez a causa de aquel disparo. Fue una especie de muerte p¨®stuma.
Quiere decirse que en Vila Cruzeiro, que es otro nombre de villa miseria, la fatalidad s¨®lo te hab¨ªa concedido una pr¨®rroga, Almir.
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