La anfitriona del poder
Elena Benarroch es un personaje at¨ªpico en nuestro pa¨ªs. Dise?adora de moda, pero mucho m¨¢s. Agitadora, propagandista, musa de la izquierda; amiga del alma de Felipe Gonz¨¢lez, Miguel Bos¨¦, Pedro Almod¨®var o Daniel Barenboim, est¨¢ detr¨¢s de la imagen de una nueva generaci¨®n de socialistas, y su casa es lugar de encuentro de la far¨¢ndula, el arte, el poder y las finanzas.
Felipe Gonz¨¢lez da una larga chupada al habano, se queda unos segundos en silencio, entorna los ojos y elabora su tesis: "?Ya tengo la palabra! ?Anomal¨ªa! Es la que mejor define a la Benarroch. Ella es una anomal¨ªa en el mundo de la moda y de las relaciones humanas, y esa anomal¨ªa es la clave de su ¨¦xito. Elena Benarroch discrepa de las reglas establecidas. Las rompe. Y la gente rechaza lo que considera an¨®malo, pero, en su caso, es lo que da valor a su trabajo. Ella no mantiene a los actores encima del escenario, los mezcla con el p¨²blico. Ofrece un punto de vista distinto. Que a nadie se le hab¨ªa ocurrido. Y eso tiene que ver con su personalidad. Ella es as¨ª. Una mujer rebelde, singular, tanto en su vinculaci¨®n con la moda como en su lucha por la vida. Una anomal¨ªa. Y por si fuera poco?, en su casa se come un cusc¨²s exquisito".
Efectivamente, Elena Benarroch es una dise?adora de moda. Pero no s¨®lo eso. Es una agitadora. La gran anfitriona del poder. Un personaje at¨ªpico. Inclasificable. Poli¨¦drico. Al que se odia o se ama. Pero que no deja indiferente. No es mujer de medias tintas. Dice lo que piensa. Y act¨²a. Como cuando defendi¨® hasta las ¨²ltimas consecuencias al ex ministro Jos¨¦ Barrionuevo, juzgado y encarcelado por su relaci¨®n con los cr¨ªmenes de los GAL. Benarroch se puso manos a la obra. Estuvo, por ejemplo, a su lado en la prisi¨®n de Guadalajara, en septiembre de 1998, con esta leyenda en el pecho: "Yo tambi¨¦n soy Pepe Barrionuevo". Una actitud que fue machacada por sectores de la prensa, el Partido Popular y las mismas filas socialistas. Barrionuevo no ha olvidado: "Elena fue muy valiente. Piense que ten¨ªa una tienda con una clientela mayoritariamente conservadora y se puso de mi lado sin pensar que le pod¨ªa perjudicar. Fue muy, muy generosa. Los amigos no me fallaron, me fallaron las instituciones".
De lo que se deduce que Elena Benarroch es una relaciones p¨²blicas. Y tambi¨¦n una antirrelaciones p¨²blicas. Domina su oficio: vender. Pero tambi¨¦n tiene un car¨¢cter endiablado. Fuerte y provocador. Dado a las iron¨ªas. Y los altibajos. En segundos, de la comedia al drama. Una "Anna Magnani de la alta costura", define el dise?ador y fot¨®grafo Juan Gatti, autor de la mayor¨ªa de los carteles de las pel¨ªculas de Almod¨®var. "Es una persona imposible. Es para matarla", bromea Miguel Bos¨¦, su amigo desde la ni?ez. Elena Benarroch ama con la misma pasi¨®n con la que odia. O viceversa. Sabe que lo an¨®malo vende. Y ella es una tendera, de lujo.
Una alien¨ªgena en nuestro pa¨ªs. Con un f¨ªsico incomparable: ojos de odalisca, eternas ojeras, risa de ni?a y anatom¨ªa de mamma. Creadora, propagandista, grouppie. "Una Pasionaria de la moda", define Gatti. Aglutinadora de glamour y talento entre sus muros ennoblecidos por obras de Modigliani, Haring, Chillida o Calder. Amiga de pol¨ªticos de izquierdas y madraza de artistas sin edad ni filiaci¨®n; de altos financieros y de canallas. Puente entre el Mayo del 68 y el universo Almod¨®var. Abogada de causas perdidas. Y otras ganadas. Como el 14-M. Cuentan que fue la primera en llamar "presidente" a Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero. "Aunque, al principio, para ser sincera, me pon¨ªa muy nerviosa: yo quer¨ªa que contestara con m¨¢s mala leche a la derecha?, y ¨¦l con lo del talante? Y yo sufriendo: ?dales ca?a! Y mira, ¨¦se es su talante, y con ese talante ha ganado las elecciones".
Fue la primera en vestir a una nueva generaci¨®n de socialistas. En prestar su savoir-faire a la causa. Trinidad Jim¨¦nez, concejala del Ayuntamiento de Madrid, de conejillo de Indias. La guinda, Sonsoles Espinosa en la boda del Pr¨ªncipe: "No me gusta eso de asesora de la presidenta. Yo no soy asesora, ni ella es presidenta. Yo soy una amiga que les echa una mano. He hecho vestidos para mucha gente y nunca se ha sabido. Y a Sonsoles le presto o le regalo cosas porque me da la gana. En la boda, mi idea era que fuera joven, fresca, y muy, muy diferente". Color berenjena, zapato plano y pendientes tallados por Felipe Gonz¨¢lez. Demostraron que los enlaces escurialenses hab¨ªan pasado al ba¨²l de los recuerdos. "A los Zapatero no les interesa el mundo de la moda; a ¨¦l le gusta que Sonsoles vaya bien y que no se metan con ella. Que pase desapercibida y que no d¨¦ que hablar".
Elena Benarroch compone un c¨®ctel explosivo: rica, creativa y de izquierdas. "Bueno", aclara Felipe Gonz¨¢lez, "no es cl¨¢sica ni para ser de izquierdas. Si un tipo de izquierdas le parece intolerable, pasa de ¨¦l". Ella interviene: "A m¨ª me han colgado el cartel de socialista y yo no tengo carn¨¦ de nada, lo que pasa es que la gente te crea una imagen y no te deja escapar de ah¨ª. A m¨ª me ponen como una chiflada socialista, y s¨ª, soy de izquierdas. Y me interesan personas como Felipe o Zapatero, y coincide que son socialistas. Pero nada m¨¢s. Otra cosa es que piense que en los ¨²ltimos ocho a?os, con la derecha, este pa¨ªs ha retrocedido una burrada en cultura y educaci¨®n".
Un ingrediente m¨¢s para el combinado: jud¨ªa por los cuatro costados en un pa¨ªs que hace 500 a?os expuls¨® a los jud¨ªos. Y acreedora de un poder en la sombra que ella niega. Algunos aventuran incluso que introdujo a Pedro Almod¨®var en Estados Unidos. "El lobby jud¨ªo", dicen. La actriz Loles Le¨®n, miembro de su n¨²cleo duro, amenaza con colgar el tel¨¦fono a este periodista "si sigues por ese camino; aqu¨ª no hay lobbies ni sectas que valgan, aqu¨ª hay talento y trabajo". Elena Benarroch se limita a re¨ªr. "Son pel¨ªculas. Historias que se monta la gente. Todo es mucho m¨¢s sencillo". ?Poder? En todo caso, poder de seducci¨®n. Poder de convocatoria. Poder de arrastre. Y amigos poderosos. ?Poder? M¨¢s bien influencia.
Para una persona de su entorno fami-liar: "Conforme, ella lleva a su casa a gente importante. Que tiene poder. Pero no cualquier tipo de poder. Ella escoge. Aznar nunca entr¨® en su casa. Y no es que haya un veto al PP, es que Aznar no le interesa".
Antes que nada, la dise?adora que revolucion¨® el rancio universo de la peleter¨ªa. Un negocio que ol¨ªa a ostentaci¨®n y naftalina. Ten¨ªa 24 a?os. Hace justo 25. Ti?¨® los abrigos de vis¨®n de rosa y de amarillo; les afeit¨®, les dio la vuelta. Les quit¨® su brillo de cristal. Los aliger¨®. Los arranc¨® del franquismo y los adapt¨® a la Espa?a de la movida. Y los vendi¨® muy caros a la nueva alta sociedad de la democracia. El eco lleg¨® a EE UU. Y el ¨¦xito se confirm¨® en un desfile memorable en Nueva York, en 1985. "Que una espa?ola desconocida triunfara en el reino de la alta peleter¨ªa era como encontrar una aguja en un pajar", analiza Ren¨¦e L¨®pez de Haro, periodista de moda que presenci¨® en primera fila aquella pasarela neoyorquina. Elena comenz¨® a hacer caja. Y sin pausa pari¨® las tiendas m¨¢s vibrantes de Madrid. Espacios diferentes. Lugares de encuentro, blancos y luminosos, donde el cliente pod¨ªa charlar y degustar t¨¦ y bizcocho entre muebles de Jean Michael Frank y Diego Giacometti, antes de gastarse millones en marcas de moda nunca vistas en Espa?a.
Elena Benarroch, esta an¨®mala musa del glamour, dirige Elena Benarroch (50 empleados, estudio-tienda-taller) desde una inmensa mesa d¨¦co en la que no queda un espacio libre. Una met¨¢fora de su vida. Aglomeraci¨®n y desorden. Ideas. Tazas de caf¨¦, pares de gafas, joyas dise?adas por ella, un m¨®vil min¨²sculo de Calder, muestras de telas y de pieles, recortes de prensa. Alrededor, adherida a la pared, su biograf¨ªa en instant¨¢neas. Pedro Almod¨®var y su troupe; Chavela Vargas y Terenci Moix; su hija Y?el y su hijo Jaime; Felipe Gonz¨¢lez abrazado a Martirio; Antonio Banderas y Melanie; el escultor Mart¨ªn Chirino; Rodr¨ªguez Zapatero y Sonsoles Espinosa; Carme Chac¨®n; Chavela Vargas; Barenboim, de tangos por Buenos Aires; tres grandes de la moda: Ala?a, Yamamoto y Gaultier; Isabel Preysler, y Concha Velasco, y Miguel Narros. Y una enorme del hombre de su vida: Adolfo Barnat¨¢n (Buenos Aires, 1951). Escultor, hombre de negocios y la red de seguridad lista para recoger en cualquier momento a esta creadora fr¨¢gil y pasional.
-?S¨®lo tiene amigos famosos?
-Famosos y no famosos. Conozco a mucha gente de dinero: pol¨ªticos, famosos, ricos, guapos; pero lo que me importa es la complicidad. Y eso no est¨¢ en una clase social. Yo no quiero aparentar nada. Soy transparente. Soy amiga de Almod¨®var, de Miguel Bos¨¦ o de Felipe porque nos une una cierta visi¨®n del mundo. De la cultura y la educaci¨®n. La b¨²squeda de la libertad. Y para eso he querido tener dinero: para no tener que pensar en ¨¦l. Tener dinero para ser libre.
Buscando la libertad. La primera par-te de esta historia nos lleva a T¨¢nger (Marruecos). La ciudad en la que naci¨® Elena Benarroch en 1955. Una villa que viv¨ªa su apogeo econ¨®mico y cultural. De convivencia entre culturas y religiones. La colonia jud¨ªa contaba con 20.000 personas. Desde orfebres del Zoco Chico hasta banqueros y negociantes. Su padre, Jacobo Benarroch Benatar, un jud¨ªo sefard¨ª (descendiente de aquellas familias expulsadas por los Reyes Cat¨®licos en 1492 que se refugiaron en el norte de ?frica) educado en Madrid y Or¨¢n; pol¨ªglota, laico, amante de las matem¨¢ticas y la literatura francesa, era propietario de la Pharmacie Centrale, en pleno Boulevard Pasteur. "El bulevar era la Calle Mayor de Bardem, el lugar de encuentro: los paseos del s¨¢bado por la tarde, la Poste, los consulados, los cines Goya y Roxy. En ese micromundo estaba la farmacia de su familia", describe Bibiana Fern¨¢ndez, actriz, tangerina, contempor¨¢nea e ¨ªntima de la Benarroch. Bibi se chapuz¨® a fondo en aquella ciudad internacional a bordo del taxi de su padre. Se respiraba libertad. Sobre todo frente a la vecina Espa?a negra. "T¨¢nger marca. Da un talante. All¨ª se conviv¨ªa por encima de la nacionalidad, el estatus o la religi¨®n. Nos respet¨¢bamos. Cristianos, jud¨ªos, musulmanes. Juntos en el colegio. En la playa. Aprendimos desde ni?os a ser tolerantes. Y no se nos ha borrado. Y mamamos un cierto sentido est¨¦tico, con ese cielo, ese mar bravo, los colores chillones de las especias, las pieles de borrego, los artesanos, los olores, las pipas de kif?".
Exquisitos pasteles parisienses en Chez Porte, tenis en el Emsallah Garden. Su madre, Clara Israel, siempre refinada y a la ¨²ltima. ?Eran ricos los Benarroch? Responde Elena: "Viv¨ªamos bien. Lo mucho o lo poco que ten¨ªamos proced¨ªa de la farmacia, que era la m¨¢s importante de T¨¢nger". Responde una amiga de siempre: "Ten¨ªan un buen pasar, pero no eran ricos. Nunca lo han sido. Todo es producto de su trabajo. Aqu¨ª no ha habido dinero de familia". Una tercera fuente: "Cuando un jud¨ªo tangerino tiene un mill¨®n aparenta que tiene cien, y eso tiene mucho que ver con Elena. En T¨¢nger, los jud¨ªos eran una comunidad tolerante, con buen nivel de vida y amplitud de miras". Elena Benarroch confirma que la pr¨¢ctica religiosa era inexistente en su casa: "Se limitaba a alguna fiesta importante, como el Yom Kipur [el d¨ªa del arrepentimiento] o el Rosh Hashan¨¢ [a?o nuevo], por respeto a mis abuelos maternos, que eran muy piadosos. Despu¨¦s nos hemos convertido en lo que un jud¨ªo denominar¨ªa jud¨ªos perdidos".
En 1962, los Benarroch abandonan T¨¢nger. Aterrizan en Madrid. Como muchas familias hebreas afincadas en el Magreb. Tras la independencia de Marruecos, en 1956, las cosas hab¨ªan comenzado a torcerse para la comunidad jud¨ªa. Elena Benarroch no regresar¨ªa a T¨¢nger hasta agosto de 2003. "Nunca tuve la necesidad de volver. Nunca. Me convencieron Felipe Gonz¨¢lez y Carmen Romero, que son unos locos de Marruecos. Y fue inolvidable". "Aprovechamos un concierto de Daniel Barenboim en Rabat, con la West-Eastern Divan, la orquesta de m¨²sicos ¨¢rabes y jud¨ªos que ha fundado, para llevarnos a Elena a T¨¢nger. Recuper¨® su infancia de golpe. Fue entra?able. A?oraba sus ra¨ªces sin darse cuenta. Y lo mismo le pas¨® a la Bibi cuando volvi¨® este a?o", relata Gonz¨¢lez.
Aquel lejano 1962, en Madrid, los Be-narroch, jud¨ªos, laicos y cosmopolitas, matricularon a sus dos hijos, Elena y Jos¨¦, en el Liceo Franc¨¦s, un oasis en el t¨¦trico panorama educativo del franquismo. Las fotos colegiales de la ¨¦poca inmortalizan a una ni?a gordita con una mata de pelo negro y aspecto altivo. Un aire que a¨²n conserva. Dicen que es su coraza. Elena Benarroch es inmisericorde con su ni?ez: "Era insufrible, insoportable. Mimada. Siempre de mala leche, rebelde".
Su compa?ero de pupitre era Miguel Bos¨¦. Algo debi¨® de ver en aquella ni?a d¨ªscola porque se enamor¨® en el acto. Un peculiar idilio que dura hasta hoy. "En mi ¨¦poca m¨¢s salvaje, en los ochenta, cuando mi madre me ech¨® de casa, Elena me dio cobijo y me trataba como un hijo m¨¢s. Y creo que me sigue viendo as¨ª", explica Bos¨¦.
Algunos de sus condisc¨ªpulos del colegio recuerdan aquella extra?a pareja: Miguel Bos¨¦, alto y flaco, vestido de blanco, con alzas, las cejas depiladas y khol en los ojos. "Me llamaban maric¨®n por la Gran V¨ªa". El look de la Benarroch quincea?era lo describe el mismo Bos¨¦: "Era muy guapa; entradita en carnes, pero con cinturita; los ojos muy maquillados, una piel muy fina, siempre de peluquer¨ªa. Y vestida espectacular. No iba a la moda, se la creaba. Como ahora. Siempre ten¨ªa los ¨²ltimos Vogue y Harper's Bazaar. No s¨¦ de d¨®nde sacaba la ropa, no s¨¦ si se la hac¨ªa ella. Y lo mejor, sus fiestas. En el Liceo Franc¨¦s las llamaban 'les booms d'Elena'. Ten¨ªa una casa enorme, decorada comme-il-faut. Y los padres nunca aparec¨ªan por all¨ª y te pod¨ªas meter mano sin problema. La gente del colegio se daba de bofetadas para que les invitara a sus guateques. Premonitorio".
En 1972, Elena Benarroch y Miguel Bos¨¦ terminan el bachiller y se separan. Bos¨¦ marcha a Londres a estudiar danza; Benarroch entra como encargada en la farmacia de su padre, en la madrile?a plaza de Col¨®n. La relaci¨®n seguir¨¢ v¨ªa epistolar. "Yo la ve¨ªa casada y de perfecta se?ora de su se?or", admite Bos¨¦. Y efectivamente, en ese momento aparece en la vida de Benarroch Adolfo Barnat¨¢n, Papu, un jud¨ªo perdido nacido en Par¨ªs y recriado en Buenos Aires; sofisticado, guapo, con inquietudes art¨ªsticas y ganas de comerse el mundo. A ¨¦l le corresponde la mitad del ¨¦xito social y creativo de Elena Benarroch. Recalca Miguel Bos¨¦: "Ella es energ¨ªa bruta, tes¨®n, pelea. Y Papu ha sabido canalizar esos impulsos. Sin ¨¦l, ella ser¨ªa la loca de Chaillot".
El sosegado Adolfo Barnat¨¢n aporta sentido com¨²n. Visi¨®n econ¨®mica. Olfato. Un artista metido a empresario sin complejos. Recorre el mundo asistiendo a las subastas de pieles. Idea las tiendas. Mueve el dinero. "Estuve 13 a?os sin exponer, pero nunca he considerado que haya sacrificado mi carrera art¨ªstica por el negocio de Elena. Desde ni?o tuve claro que quer¨ªa ser libre. Hacer lo que quisiera en cada momento. Y para lograr eso ten¨ªa que hacer dinero. Dinero para ser libre y no depender del arte. En el arte corres el peligro de encontrar tu formulita para vender, y cuando vendes, no avanzas m¨¢s. Yo he hecho lo contrario: ganar dinero para poder hacer el arte que me venga en gana".
Barnat¨¢n -cabellera y barba blanca, ojos azules, cigarrillo negro, leve deje porte?o y modales elegantes- recibe al periodista en su estudio, situado en una calle chic y recoleta de Madrid. El espacio est¨¢ cubierto por inmensas esculturas de obsidiana, ese mineral volc¨¢nico, negro y cristalino, con el que los indios fabricaban las puntas de sus flechas. Lo descubri¨® en M¨¦xico. Junto a Felipe Gonz¨¢lez, experto en canteras. Se trajeron ocho toneladas. "Trabajarla ha sido un reto. Es muy quebradiza, muy traidora, enseguida rompe; pero me gustan esos desaf¨ªos. Primero domin¨¦ el bronce, luego la piedra, ahora la obsidiana. Y con Elena, la vida ha sido as¨ª: un reto tras otro. No sabemos estarnos quietos".
Barnat¨¢n reconoce que de su condici¨®n de jud¨ªo "me interesa el origen, las ra¨ªces, y eso no lo cambio; pero nunca hemos sido practicantes. Mi padre era un ingeniero anarquista que se enfrent¨® a Per¨®n en Argentina. Mi familia es una mezcla de jud¨ªos sefard¨ªes, sirios y rusos. Somos unos jud¨ªos at¨ªpicos que creemos, por ejemplo, que el primer paso para lograr la paz en Oriente Pr¨®ximo es conseguir un Estado palestino libre e independiente, y que la comunidad internacional se vuelque. El destino de los dos pueblos est¨¢ irremediablemente unido. No se pueden separar. Tienen que compartir ese territorio con dignidad e igualdad. Y mi amistad con Daniel Barenboim no es porque sea jud¨ªo o sea importante, sino porque compartimos las mismas ideas".
-Ricos y de izquierdas, muchos les ven como una especie de gauche caviar.
-Asumimos las cr¨ªticas. Es l¨®gico asumir que si piensas de una forma, y lo defiendes a capa y espada, y lo muestras en p¨²blico, como con Barrionuevo, se puedan meter contigo. Asumes las cr¨ªticas porque tambi¨¦n defiendes tus ideas.
Adolfo y Elena contrajeron matrimonio en 1974. En la sinagoga de Madrid. Por todo lo alto. "Para toda la familia fue una sorpresa que me casara con un jud¨ªo, nadie se lo esperaba". Estaba embarazada. Tuvieron una ni?a, Y?el, hoy actriz y dise?adora en ciernes. Elena continu¨® en la farmacia de su padre, vendiendo p¨ªldoras y condones bajo cuerda. Adolfo, junto al suyo, en un peque?o y floreciente negocio de pieles al por mayor. Se aburr¨ªan. Odiaban depender de la familia. Y un d¨ªa, hace justo 25 a?os, dieron el salto. No fue premeditado. Un impulso, una corazonada. Vendieron su pisito de reci¨¦n casados, alquilaron un local, y Adolfo mostr¨® un pu?ado de pieles a su mujer y la ret¨®: "Inv¨¦ntate algo con ellas, que tenemos que pagar las facturas". Elena Benarroch ten¨ªa 24 a?os y ning¨²n contacto con el mundo de la moda. "Y me puse a investigar. Siempre hab¨ªa sido creativa, y me propuse darle la vuelta a la peleter¨ªa. ?F¨ªjate qu¨¦ insolencia! Y Adolfo confi¨® en m¨ª. As¨ª comenz¨® todo".
Dos expertos en moda analizan su trabajo. La periodista Ren¨¦e L¨®pez de Haro lo considera "rompedor e independiente. Como es ella, a su bola, y que la gente diga lo que quiera. Fue la pionera en el corte y el te?ido de la piel, y es una figura respetada en todo el mundo. Adem¨¢s, fue la primera en comprender el papel de la prensa especializada". Otro cr¨ªtico, que exige anonimato, da sus argumentos: "Elena tiene dos ¨¦pocas en su carrera. En la primera, se convierte en la mejor dise?adora en piel a a?os luz del resto. En la industria no la pod¨ªan ni ver, era una revolucionaria. Luego, yo creo que la peleter¨ªa se le qued¨® peque?a, era algo demasiado limitado para su creatividad. Pod¨ªa haber llegado mucho m¨¢s lejos si hubiera apostado por la moda en un sentido m¨¢s amplio. Pero no lo hizo. No s¨¦ si porque era m¨¢s rentable la piel o por la propia dispersi¨®n de su car¨¢cter".
Rara vez Elena Benarroch echa la vista atr¨¢s. Pero cuando analiza estos 25 a?os de carrera, los compara con la rotativa de un peri¨®dico, que lanza im¨¢genes a toda velocidad. "Y no puedes pararte en ninguna, porque sigue dando vueltas".
En aquellos primeros ochenta, a?os de la movida madrile?a, en los que en su casa ya se mezclaban gentes del arte y la literatura, de la moda y la fauna del primer Almod¨®var, a Elena Benarroch el mercado espa?ol se le comenz¨® a quedar peque?o. Nueva corazonada. Un d¨ªa paseando por Manhattan, Adolfo Barnat¨¢n se qued¨® pensativo delante de un local en Madison Avenue, a la altura de la calle 64, entre Armani y Donna Karan. Lo alquil¨®. "Fue una locura. No ten¨ªamos dinero, s¨®lo un capital en pieles. Pero siempre nos hemos metido en cosas grandes. Por encima del dinero que cuesten. S¨ª, es un atrevimiento, pero somos as¨ª. Pedimos dinero a los bancos y trabajamos duro", relata Barnat¨¢n. Era 1986.
Triunfaron. Revolucionaron el mercado de la peleter¨ªa neoyorquina. Vendieron m¨¢s abrigos que nadie. Visones de granja. Todo pol¨ªticamente correcto. Y se divirtieron. "Gan¨¢bamos mucho y gastamos mucho". Apartamento en el Upper East Side, limu con ch¨®fer, cenas con la inteligencia neoyorquina servidas por su amiga la escritora Barbara Probst Salomon. Y un ritmo vertiginoso entre Espa?a y EE UU. "A veces ven¨ªa a Madrid por un d¨ªa. Era una paliza. Pero era divertido. Y ten¨ªamos 30 a?os". La alegr¨ªa no fue perenne. El crash burs¨¢til de octubre de 1987 fue un s¨ªntoma. La econom¨ªa se hab¨ªa resfriado. Y sus ingresos se redujeron. Una crisis que amenazaba arrastrar el floreciente negocio madrile?o. Hubo que plantearse el regreso, pero sin prisa. Antes, nuevo salto mortal: "En noviembre de 1991, para festejar el final de nuestra aventura americana, nos compramos la casa de Andy Warhol". La llamada casa de las once chimeneas, en la calle 66, era un bello townhouse de cinco pisos y 30 habitaciones, algunas de las cuales conservaban objetos personales del rey del pop art muerto cuatro a?os antes, como ese juego de caf¨¦ multicolor que a¨²n guardan en Madrid. Limpiaron el edificio. Enormes banderolas con el nombre Elena Benarroch cruzaron su fachada. Proyectos que quedaron en nada. Tras aquella ¨²ltima locura volvieron a Espa?a. ?Con el rabo entre las piernas? Elena Benarroch: "No. M¨¢s que perder, dejamos de ingresar. Y vivir aquellos a?os nos compens¨®. No se puede medir si ganamos o perdimos. Disfrutamos". Adolfo Barnat¨¢n: "Nos volvimos orgullosos. Hab¨ªamos ampliado el nombre de Elena en todo el mundo y ¨¦ramos respetados en Estados Unidos. Vali¨® la pena".
La rotativa sigue lanzando im¨¢genes. A toda velocidad. En los noventa, Elena Benarroch inaugura nueva tienda en Madrid: 1.000 metros cuadrados en pleno barrio de Salamanca. Otra corazonada. En pocos a?os, esa zona se convierte en la milla de oro del comercio de lujo, y Elena, en la anfitriona de moda en Madrid. Por su inmenso sal¨®n pintado de crudo desfila la gente m¨¢s interesante del pa¨ªs. Y todo vip extranjero que se precie. "La ¨²nica condici¨®n es tener talento y buena educaci¨®n", aclara un ¨ªntimo. Combinaciones humanas nunca vistas. El mismo dise?ador franc¨¦s Jean Paul Gaultier, tras una fiesta en su casa en junio de 2000, reconoc¨ªa que jam¨¢s se hab¨ªa encontrado nada igual: "Eso de ver hablando a un ex presidente socialista [Felipe Gonz¨¢lez] con la nieta de un dictador [Carmen Mart¨ªnez-Bordi¨²] me parec¨ªa alucinante". Otra persona que asisti¨® a una de sus cenas no daba cr¨¦dito al ver departiendo como camaradas al abogado m¨¢s importante de la ciudad con Asdr¨²bal, el entonces novio cubano de Bibiana Fern¨¢ndez. Los directores de cine F¨¦lix Sabroso y Dunia Ayaso recuerdan la alucinaci¨®n de contemplar a Isabel Preysler compartiendo noche y sof¨¢ con la intensa cantante Chavela Vargas. "Cuando se fue la Preysler le preguntamos a Chavela: '?Pero qu¨¦ la has estado contando?'. Y ella contest¨®: 'Nada, cosas de M¨¦xico, de mis amigos los chamanes, de la selva, de las serpientes que me he comido. Es muy simp¨¢tica".
Fiestas sin parar. Sin olvidar los tres viajes a Los ?ngeles (1989, 2000 y 2003) para asistir a las entregas de los Oscar a los que Pedro Almod¨®var era candidato: Mujeres al borde de un ataque de nervios, Todo sobre mi madre y Hable con ella. La emoci¨®n y las l¨¢grimas de la primera vez, "donde los premiados no entend¨ªan que tuvi¨¦ramos esa marcha habiendo perdido". La bestial fiesta de la segunda, en el lujoso bungal¨® de Elena Benarroch en el hotel Sunset Marquis, con Fito P¨¢ez al piano y Pen¨¦lope Cruz cantando Te estoy amando locamente, de Las Grecas. Y la triunfal tercera.
Pero en Madrid, en la tienda a las ocho de la ma?ana. Aqu¨ª todo el mundo ficha. Buena es ella. El negocio es el negocio. Siempre en el escaparate. Atendiendo. El ojo del amo engorda el caballo. O, como reza un cartel en su trastienda: "Cualquier persona que entra en esta tienda es susceptible de gastarse una cantidad indecente de dinero, y hay que tratarla siempre bien, tenga el aspecto que tenga". Vendedora. Y el resto del tiempo, centrifugadora. Miedo a parar, "porque esto es como en bicicleta: si te detienes, te caes". En 1999 par¨®. Y se cay¨®. El desencadenante, la dolorosa muerte de su padre. Rumores de problemas econ¨®micos. Cronol¨®gicamente, la mayor¨ªa absoluta del PP. Tres a?os muy duros. Por fin nueva tienda. A su imagen y semejanza. Luego, la victoria socialista ha sido la mejor medicina. La noche del 14-M fue de las primeras en felicitar al vencedor en la planta noble de Ferraz con un abrazo de mamma. Elena pedalea de nuevo.
Cuentan que cuando Felipe Gonz¨¢lez comenz¨® a elaborar sus peculiares joyas, regal¨® la primera a Elena Benarroch: un impresionante pedazo de ¨¢mbar del tama?o de un pu?o que ella siempre lleva colgado al cuello. Gonz¨¢lez ha seguido regalando esculturas naturales a sus ¨ªntimos. Piedras a las que busca alguna conexi¨®n con la persona a la que van dirigidas. La de Almod¨®var, por ejemplo, es "transparente y retorcida". ?Y la de Elena Benarroch? Seg¨²n Gonz¨¢lez, "tiene un color y una luz muy especial. Es como una explosi¨®n interna. Como ella".
Lejos de la teor¨ªa, ese pedazo de ¨¢mbar al periodista se le asemeja a un coraz¨®n. A un enorme coraz¨®n.
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