El negocio de la ropa usada
?Qu¨¦ pasa con los miles de toneladas de ropa usada que tiramos cada a?o en contenedores especiales? Entran en un complicado circuito internacional donde se mueven empresas y ONG, ventas y reventas, reciclaje y competencias, trapos sucios y mucho, mucho dinero.
Es impresionante lo que puede haber dentro de un contenedor de ropa usada. Uno asiste a su vaciado y de ah¨ª salen incluso piezas de Gucci. Entre montones de pantalones de pinzas inauditas y blusas de nailon deste?idas tambi¨¦n hay peque?os tesoros. Ropa que a veces ni siquiera se ha llegado a estrenar. Puede ser un regalo de una talla imposible, un error en un arrebato de compras, un impulso de querer modernizarse que finalmente no se acopla a nuestro estilo. Prendas que van a parar a alguno de esos miles de contenedores de pl¨¢stico que salpican las calles de las ciudades. Impresionante el dinero que mueven esos trapitos desterrados.
Un mundo. Haciendo medias, cada espa?ol compra entre ocho y nueve kilos de ropa por a?o, pero recicla s¨®lo entre uno y 1,5 kilos anuales. Hay picos extraordinarios -los contenedores rebosan- en torno a las semanas 21 y 43 del a?o; o sea, a mediados de abril y mediados de octubre, cuando la gente revisa sus perchas y cajones para adaptarlos al fr¨ªo o al buen tiempo, y se da cuenta no s¨®lo de lo que le falta -?si no tengo qu¨¦ ponerme!-, sino tambi¨¦n de lo que le sobra. Esos d¨ªas, los contenedores reciben el cu¨¢druple de prendas que durante una semana normal. Algunos situados en caladeros estupendos, zonas acomodadas, como en Tres Cantos (Madrid), se llenan en un abrir y cerrar de ojos. La semana hist¨®ricamente m¨¢s baja se sit¨²a a finales de enero, en plena cuesta, cuando la econom¨ªa dom¨¦stica anda pachucha y parece que da m¨¢s reparo tirar nada. Econom¨ªa de guerra: todo puede servir.
Un mundo tan apabullante como desconocido, y con multitud de recovecos, parches, costuras falsas, pol¨¦micas.
Humana es la principal organizaci¨®n dedicada a la recogida de ropa usada en Espa?a. Es una ONG que naci¨® a finales de los a?os setenta en Dinamarca y que ahora, bajo la denominaci¨®n People to People, se ha extendido por 17 pa¨ªses del Norte -desde EE UU y Canad¨¢ hasta Lituania y Estonia, pasando por Holanda, Austria, Alemania?- y 10 pa¨ªses africanos -con especial incidencia en Angola y Mozambique- m¨¢s la India. Pero, vistos los n¨²meros que manejan, muchos acusan a People to People de funcionar como una gran empresa multinacional m¨¢s que como una ONG. ?stas son sus cifras de Espa?a: tienen colocados unos 4.000 contenedores a trav¨¦s de acuerdos con 860 ayuntamientos. Disponen de una plantilla de dos centenares de trabajadores. Cuentan con 17 tiendas de ropa de segunda mano abiertas en Barcelona, Madrid y Granada. Recogen cada a?o 15.000 toneladas (eso son mil camiones grandes o, traducido en ropa, unos 50 millones de prendas). Y eso supone unos ingresos de unos cinco millones de euros (datos de 2003), de los cuales logran liberar en torno a 850.000 euros -un 17% del total- para sus labores de cooperaci¨®n en ?frica, sobre todo en Mozambique, pa¨ªs en el que la ONG con la que trabaja Humana da empleo a 1.300 trabajadores.
?Es poco conseguir liberar un 17% para tareas humanitarias? Se detienen en explicar lo caro que es un contenedor, lo caro de mantener un contenedor en condiciones, lo caro de organizar las rutas para la recogida diaria de los contenedores, lo que cuesta clasificar la ropa, lo que cuesta mandarla en barco?
Muchos gastos, pero el pastel es suculento. Y las perspectivas de crecimiento, muy tentadoras. Humana tiene calculado que esas 15.000 toneladas que recoge representan s¨®lo el 4% de la ropa que la gente compra cada a?o -y se supone que los armarios no tienen una capacidad infinita de almacenamiento.
No es de extra?ar que, a la vista de esta estructura y estas cifras, muchos vean un funcionamiento m¨¢s de empresa que de ONG; de hecho, en el Reino Unido les retiraron el sello de organizaci¨®n sin ¨¢nimo de lucro. Incluso hay una campa?a, promovida sobre todo desde Le¨®n y por Internet, a cargo de una denominada Oficina de Socorro Internacional (OSI), que les acusa de ser una secta y lanza improperios de todo tipo contra Humana. Ellos se defienden con un argumento inquietante. Se?ala un portavoz: "En Espa?a se acaba de descubrir que esto puede ser un negocio enorme, y hay m¨¢s de una empresa interesada en quitarnos de en medio; soltar la acusaci¨®n de secta sin presentar m¨¢s pruebas hace mucho da?o, porque es una palabra que echa inmediatamente para atr¨¢s a la gente". En el plano internacional, es el sitio de Internet denominado Tvind Alert uno de los principales agitadores anti-Humana; centran sus dardos en Amdi Petersen, al que presentan como "carism¨¢tico fundador" del movimiento Humana, pero tambi¨¦n de las escuelas Tvind, que ofrece un tipo de ense?anza alternativa que, para sus opositores, entronca con modos de actuar propios de secta, de lavado de cerebro; Tvind Alert presenta a Petersen como un hombre sin escr¨²pulos que viv¨ªa como un millonario en una casa en Miami y en un yate de lujo valorados en nueve millones de d¨®lares? Hasta que fue detenido por el FBI en el aeropuerto de Los ?ngeles.
Eva, una chica de Madrid de 27 a?os, fue voluntaria de Humana en 1999, cuando decidi¨® encauzar su carrera profesional hacia las ONG; estuvo con ellos un a?o: seis meses en Dinamarca, en una escuela Tvind, haciendo un cursillo, y seis meses en Maputo, en Mozambique. Su conclusi¨®n: modales de secta no vio, pero tampoco de ONG. "M¨¢s bien de gran empresa, y poco transparente; yo no acab¨¦ de enterarme de la estructura, de qui¨¦n mandaba all¨ª, de c¨®mo se tomaban las decisiones; muy distinto a las ONG que he conocido despu¨¦s. Adem¨¢s, como consiguen tantos recursos de forma independiente no necesitan rendir cuentas a nadie, y eso tiene sus riesgos". Considera "una experiencia muy dura" la de Dinamarca: "el objetivo final, m¨¢s que el cursillo, es que trabajes para ingresar un dinero con el que financiar tu estancia en ?frica". Sin embargo, le pareci¨® muy positiva la parte de Mozambique, en una escuela para ni?os de la calle.
La campa?a de acusaciones ha tenido sus efectos. Las dudas abundan, y algunos ayuntamientos, como los de Alcal¨¢ de Henares (Madrid) y Le¨®n, prefirieron dar por terminados sus convenios para colocar contenedores con Humana. Covadonga Soto, concejala de bienestar social de Le¨®n, se explica: "Hay demasiados rumores. Humana es una organizaci¨®n que mueve cantidades ingentes de dinero, y est¨¢ claro que es incontrolable el destino de los fondos; datos concretos no tenemos, pero hay muchas sospechas". Otras autoridades se ponen, sin embargo, del lado de Humana, como Joana Maria Badell, alcaldesa de Begues (Barcelona), que hace un a?o visit¨®, junto a representantes de otros siete ayuntamientos catalanes, por invitaci¨®n de la ONG, los proyectos que desarrollan en Mozambique: "Te chocaba ver camisetas de la Costa del Sol en los mercadillos; eso es la prueba de que la ropa s¨ª llega all¨ª". "Creo que est¨¢n haciendo un esfuerzo muy valioso; impresiona ver un pa¨ªs tan pobre, con tantas necesidades; los proyectos, por muy b¨¢sicos que sean, son muy importantes all¨ª".
Tienen fans a muchos niveles. Como Pilar Fern¨¢ndez, de 57 a?os, "de izquierdas de toda la vida" y antiglobalizadora y ecologista, naturista, que vive a caballo entre Madrid y Granada y se confiesa "adicta" a las tiendas de Humana. Adicta a todo el ciclo. Tambi¨¦n a los contenedores. Echa y compra. Compra y echa. Ella es de las que llevan continuamente prendas a los contenedores y tambi¨¦n de las que visitan las tiendas d¨ªa s¨ª, d¨ªa tambi¨¦n, a rebuscar. Y casi siempre encuentra algo. "S¨ª que he o¨ªdo cr¨ªticas; mis amigas me dicen que esto es un negocio como otro cualquiera; pero, mire, aunque s¨®lo fuera por la parte ecol¨®gica, de actitud recicladora, ya merecer¨ªa la pena. Creo que en las sociedades de consumo despilfarramos mucho; me parece muy sano esto de reutilizar y reciclar, como se hace en los mercadillos de Europa. En Espa?a seguimos teniendo actitudes de nuevos ricos, estamos muy atrasados en eso. No tenemos esa mentalidad de segunda mano. Yo pr¨¢cticamente ya no compro ropa en otro sitio, ni para mi marido ni para m¨ª".
Con tiempo y paciencia en la caza, en las tiendas Humana se pueden encontrar buenas piezas -blusas, camisas, pantalones- por precios de 3 a 10 euros.
Rumores, sospechas en torno a un gran negocio. Ellos se defienden con otro argumento tambi¨¦n inquietante: "Indague un poco en la competencia". Ernesto, de J¨®venes Unidos, una empresa con contenedores en la regi¨®n madrile?a, contesta: "No, no queremos hablar, no queremos darnos a conocer ni recibir publicidad, porque los gitanos nos queman los contenedores". Amparo, de Mundiayuda, que se presenta como una ONG, reconoce: "Esto es muy dif¨ªcil, tenemos s¨®lo diez contenedores, est¨¢n en Madrid, somos s¨®lo tres personas, ¨¦ramos de otra ONG, pero no nos gustaba c¨®mo actuaba, no s¨¦ decirle en concreto qu¨¦, pero no nos gustaba. Con lo que saquemos queremos ayudar a los pa¨ªses del Sur, a Per¨² por ejemplo".
Humana no pertenece a la coordinadora de ONG de desarrollo ni ha pedido ser auditada por la Fundaci¨®n Lealtad, un baremo de garant¨ªa de transparencia de las ONG en Espa?a, pero hace p¨²blicas sus cuentas cada a?o y edita informes anuales con sus trabajos de cooperaci¨®n en ?frica -educativos, sobre todo- y ha recibido subvenciones de la Agencia Espa?ola de Cooperaci¨®n Internacional (AECI) en 1996 y 1997 para poner en marcha una escuela en Angola y otra de formaci¨®n de profesores en Mozambique. Conocen bien los ataques que les llegan. Jesper Wohlert, dan¨¦s de 44 a?os, coordinador general de Humana en Espa?a, que vive en Barcelona desde hace casi 11 a?os, los asume y responde: "S¨ª, todo viene porque en Francia, a ra¨ªz del suicidio masivo en Suiza de los seguidores del Templo Solar en 1994, se levant¨® una especie de p¨¢nico social, y una comisi¨®n parlamentaria cre¨® un registro que catalog¨® a 1.500 grupos como sectas; nos incluyeron, sin saber con qu¨¦ criterios o razones, sin aportar pruebas ni darnos opci¨®n de defendernos". "La otra acusaci¨®n viene porque uno de los fundadores de nuestro movimiento en los a?os setenta est¨¢ procesado en Dinamarca por fraude; debe responder a la justicia, eso es as¨ª, pero tengo que decir que desde hace d¨¦cadas Amdi Petersen no tiene ninguna vinculaci¨®n con Humana; fue un gran agitador social en los a?os setenta, tambi¨¦n inici¨® el movimiento antinuclear y de apoyo a la energ¨ªa e¨®lica. Es como si ahora la energ¨ªa e¨®lica fuera sospechosa porque Amdi particip¨® en su lanzamiento".
Un negocio ¨¦ste en el que les encanta sacarse los trapos sucios unos a otros. Empresas y ONG trabajan de forma parecida y se desautorizan mutuamente. En esencia, las empresas acusan a las ONG de competencia desleal, porque funcionan de la misma manera, venden lo mismo y a los mismos, s¨®lo que se sirven de su imagen para convencer a los ayuntamientos para colocar contenedores, y no est¨¢ muy claro, dicen, que destinen sus beneficios para trabajos de cooperaci¨®n al desarrollo. Asunci¨®n, trapera de toda la vida, desde los a?os cincuenta, cuando ten¨ªa 14 a?os y comenz¨® en el negocio con su padre, y que ahora es, junto con Paulino, propietaria de la empresa Verde Universal, que cuenta con 170 contenedores repartidos por cinco municipios madrile?os, va directa al meollo: "Es hora de que se hable claro. Hay que dejar de ver la ropa usada como algo asociado a la caridad; eso es un camelo que pudo tener sentido en otra ¨¦poca, pero no ahora. La ropa usada hay que entenderla como una materia prima de un proceso industrial, como el vidrio o el papel. Basta de entenderlo como algo propio de las ONG; es algo que ata?e especialmente a las empresas. ?Se deja el vidrio o el papel en manos de las ONG? De verdad que no me cabe que un ayuntamiento nos mire mal por ser una empresa cuando vamos a proponerles hacernos cargo de la recogida de los residuos textiles. ?En qu¨¦ mundo vivimos, que se mira mal al empresario?".
Wohlert opina, sin embargo, que ellos aplican un modelo de actividad econ¨®mica encaminado a conseguir recursos independientes, sin estar a expensas de subvenciones de organismos oficiales ni de la aportaci¨®n voluntaria de socios. Y eso, que ¨¦l sepa, no tiene nada malo. Ante todo propugna, con esp¨ªritu n¨®rdico, eficacia: "Cuanta m¨¢s ropa recojamos y m¨¢s ropa vendamos, de m¨¢s recursos podremos disponer para financiar nuestros proyectos de cooperaci¨®n".
SOS ?frica es otra ONG, dedicada a la cooperaci¨®n con ?frica, sobre todo a los proyectos educativos en Guinea Ecuatorial, que trabaja con ropa usada y que sabe bien lo costoso que resulta enviar ropa de segunda mano. Ellos no recogen a trav¨¦s de contenedores; es algo casi prohibitivo para los peque?os: un contenedor cuesta entre 420 y 600 euros; adem¨¢s, los ayuntamientos exigen mantenerlos presentables y que la recogida se haga pr¨¢cticamente a diario, y adem¨¢s hay salteadores y mafias organizadas que saquean continuamente los contenedores, y si tienen que destrozarlos, los destrozan, con todas las p¨¦rdidas que eso entra?a. SOS ?frica capta ropa mediante campa?as puntuales en colegios y parroquias, y la vende a otras empresas para sacar dinero. Pero pagaron la novatada. Su director, Nguema Emaga, de 50 a?os, que naci¨® en Guinea Ecuatorial, pero vive en Espa?a desde hace m¨¢s de 40, cuenta: "Cuesta m¨¢s el env¨ªo que lo que vale la ropa en s¨ª. Cuando lo hac¨ªamos, mandar un contenedor de 20 toneladas nos sal¨ªa por 400.000 pesetas. Preferimos obtener dinero para comprar ropa nueva, por ejemplo, uniformes colegiales, pero nuevos, para los ni?os guineanos".
La trapera Asunci¨®n sigue arreando: "Basta de camelos; la ropa usada no se manda ni a emergencias ni a gente pobre. Es un negocio m¨¢s. Cuando hay una cat¨¢strofe, las mantas que manda la Cruz Roja son nuevas. Eso la gente lo tiene que saber. Que la gente no eche ropa al contenedor pensando que eso va a parar a la gente desamparada o ante una cat¨¢strofe; eso no es as¨ª, clasificar esa ropa y moverla es demasiado costoso; no sale a cuenta; la mayor¨ªa se usa para hacer trapos de limpieza para industrias". Ha sido, en su carrera de trapera, su lema de negocio: "Donde vea una m¨¢quina, ver¨¢ un trapo para limpiarla".
Jesper Wohlert cuenta lo dif¨ªcil que han tenido en Espa?a superar las reticencias tan arraigadas respecto a vestirse con ropa de segunda mano -otra peculiaridad nuestra respecto a pa¨ªses como el Reino Unido o Alemania-. Es algo que se ha seguido asociando con la pobreza, con la caridad, con los roperos parroquiales de C¨¢ritas para gente necesitada, con los a?os dif¨ªciles desde la Guerra Civil hasta el desarrollismo de los a?os sesenta. "Hab¨ªa mucha participaci¨®n en dar ropa, pero nos cost¨® mucho que la gente comprara en nuestras tiendas". En la ¨²ltima d¨¦cada, esa tendencia ha cambiado, gracias a que se ha puesto de moda entre las nuevas generaciones el estilo grunge, las prendas customizadas, lo m¨¢s personal, la prenda especial, la mezcla casi imposible, la b¨²squeda de salirse del uniforme, el revival a?os sesenta y setenta. Pero, atenci¨®n, seg¨²n Humana, las prendas que se rescatan de toda esa masa de los contenedores para ir directamente a tienda -van tal cual, sin repasar, sin lavar- representan s¨®lo un 5%. Las llaman "la crema". Y ah¨ª pueden encontrarse desde abrigos de vis¨®n hasta trajes de faralaes, o alg¨²n Gucci o Burberry. Pero el grueso de los ingresos llega por otro lado. Son los otros destinos de la ropa usada, y que suponen en torno al 90%.
La v¨ªa principal de aprovechamiento es el reciclaje. Aqu¨ª entran en acci¨®n los trapos de limpieza. El algod¨®n se emplea b¨¢sicamente para eso, para elaborar trapos para la industria: cualquier f¨¢brica, cualquier taller mec¨¢nico, los tiene; cualquier imprenta; las camisetas desgastadas y que acabaron hechas fosfatina en el ¨²ltimo festival de m¨²sica tienen como misi¨®n ¨²ltima limpiar bobinas; "el buen algod¨®n, el puro, el 100%, cuanto m¨¢s se lava, m¨¢s se abre, m¨¢s esponjoso y absorbente", dice Asunci¨®n; "en mis tiempos eran perfectas las s¨¢banas del ej¨¦rcito, 100%, gruesas; eso s¨ª, ol¨ªan a demonios, yo no s¨¦ c¨®mo pod¨ªa dormir all¨ª nadie, pero estupendas". De la lana se saca la borra, una nueva materia prima que se recupera como lana de serie B, para tejer, alfombras, por ejemplo. Y luego est¨¢ todo el negocio de la ropa que se exporta y se comercializa, "pasando muy pocos controles" -apunta Asunci¨®n-, en pa¨ªses en desarrollo; y aqu¨ª hay variantes para todos los gustos: desde el negocio puro y duro -de Espa?a, la mayor parte de esta ropa usada va a parar a manos de intermediarios marroqu¨ªes que la revenden, bien en su pa¨ªs, bien en otros pa¨ªses africanos- hasta el sistema de Humana, que lleva las prendas a los mercadillos de Mozambique a precios aptos para cualquier econom¨ªa y que sirve para dar trabajo all¨ª a las asociaciones hom¨®logas en esos pa¨ªses.
Humana reconoce que el porcentaje m¨¢s alto de ingresos lo obtiene a trav¨¦s de vender la ropa a mogoll¨®n -sin clasificar- a grandes empresas, que son las que se encargan de comercializarla de nuevo o de reciclarla: ah¨ª va un 60% de todo lo acumulado en contenedores; de hecho, lo que recogen en la Comunidad de Madrid es tanto que les supondr¨ªa un esfuerzo enorme de clasificaci¨®n, as¨ª que lo venden tal cual lo recogen a otras empresas, que lo reciclan o lo revenden a intermediarios del norte de ?frica, que a su vez lo re-revenden en ?frica. Aunque sube y baja continuamente, el precio de un kilo de ropa usada a granel, sin clasificar, anda ¨²ltimamente en 0,30 euros. El restante 40% s¨ª lo clasifican; en grandes naves donde decenas de mujeres mueven los brazos con extraordinaria rapidez separando las monta?as de ropa por grupos. ?ste es el resultado de la cosecha: un 12% va a tiendas -"la crema"-; otro tanto resulta inservible y va, ya sin remedio, a la basura; entre un 35% y un 40% va a reciclaje, y tambi¨¦n entre un 35% y un 40% lo mandan a ?frica (cada tres semanas hacen un env¨ªo por barco de Algeciras a Beira, en Mozambique), para nutrir los bulliciosos mercadillos.
Pero este punto de enviar ropa del Primer Mundo al Tercer Mundo levanta una ola de cr¨ªticas entre muchas ONG, incluida C¨¢ritas, un cl¨¢sico en ropa de quita, reparte y pon. Son, sobre todo, dos los argumentos: 1. Lo ven como una colonizaci¨®n que supone una p¨¦rdida irreversible de los h¨¢bitos culturales del Sur, que conlleva la extinci¨®n de la indumentaria tradicional. 2. La llegada masiva de ropa ya confeccionada y barata destroza la incipiente industria textil de esos pa¨ªses, desbarata los peque?os talleres familiares que con mucho esfuerzo intentan salir adelante y que montan una m¨ªnima trama empresarial o de cooperativas? Seg¨²n ha publicado el peri¨®dico The Guardian, en Zambia, por ejemplo, a comienzos de la d¨¦cada de los noventa cerraron 51 de las 72 firmas textiles; no est¨¢ claro el grado de influencia de la llegada masiva de ropa de segunda mano procedente del Reino Unido, pero las fechas coincidieron, aunque tambi¨¦n en esos a?os la econom¨ªa del pa¨ªs, con la inflaci¨®n disparada, atraves¨® un tramo muy cr¨ªtico. En Uganda, Mali y Mozambique ya han comenzado los movimientos organizados para pedir que los Gobiernos veten o graven con aranceles la entrada de esa avalancha de ropa usada, que en algunas zonas llega a representar hasta el 80% de la compra de ropa. Sur¨¢frica, Nigeria, Etiop¨ªa y Eritrea ya han establecido restricciones, seg¨²n publicaba recientemente The New York Times. La Federaci¨®n Textil Surafricana ha lanzado un mensaje claro: "El azote de la ropa de segunda mano importada de Estados Unidos y de Europa nos priva a nosotros de trabajo y comida". Sin embargo, los defensores de este trasiego afirman que ropa nueva y ropa usada atraen a consumidores distintos, y que ese mercado tiene sentido desde el momento en que muchas personas han de sobrevivir en ?frica con menos de un d¨®lar diario.
Nuevamente, entre retales se encuentran trapos sucios. En un mismo pa¨ªs puede verse c¨®mo unas ONG apoyan con microcr¨¦ditos la creaci¨®n de esos talleres locales de confecci¨®n, y justo al lado otras ONG importan masivamente ropa usada para competir directamente en los mercadillos.
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