El suicida ego¨ªsta
Seg¨²n la Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS), cada a?o se suicidan en el mundo cerca de un mill¨®n de personas. De hecho, el suicidio es la primera causa de muerte violenta. Hay m¨¢s personas que fallecen por su propia voluntad que la suma total de todos los muertos provocados por los homicidios y las guerras, un dato espeluznante si tenemos en cuenta las carnicer¨ªas constantes que asolan el ensangrentado planeta en que vivimos. Adem¨¢s, por cada suicida que logra su objetivo hay una veintena de intentos infructuosos, con su secuela de heridas, envenenamientos y hospitalizaciones diversas. En Espa?a, en concreto, se quitan la vida 4.500 personas cada a?o, la mayor¨ªa hombres, aunque las mujeres son m¨¢s numerosas a la hora de intentarlo, s¨®lo que su habilidad letal, o tal vez su determinaci¨®n, es inferior.
Habr¨ªa que preguntarse qu¨¦ lleva a una persona a ese gesto final e irrevocable, a esa transgresi¨®n monumental del poderoso mandato de la vida, del instinto esencial de supervivencia que llevamos impreso en lo m¨¢s rec¨®ndito de cada una de nuestras c¨¦lulas. Desde cierto punto de vista, el suicidio es el acto m¨¢s humano que pensarse pueda, porque es el m¨¢s locamente libre, m¨¢s orgulloso y m¨¢s prepotente. Es decir, es propio de la desfachatez, de la desmesura y de la ambici¨®n de nuestra especie. Cu¨¢nta voluntad de ser encierra el suicidio: el que se mata prefiere prescindir de su bien m¨¢s preciado, que es la vida, porque no se contenta con cualquier vida. Hace falta tener la cabeza llena de expectativas y de sue?os para actuar as¨ª. De hecho, el suicidio es muy poco com¨²n entre los animales aunque a veces se les adjudique err¨®neamente, como en los mal llamados suicidios de ballenas, que al parecer no son tales, sino accidentes causados por la p¨¦rdida del sentido de la orientaci¨®n. Los perros s¨ª se dejan morir voluntariamente: por pena, por abandono, por desesperaci¨®n, por fallecimiento del due?o. Pero los perros, claro est¨¢, son casi humanos. Tras tantos milenios de estrecha convivencia, les hemos impregnado de lo que somos.
?Y qu¨¦ es lo que somos? Animales enfermos, desde luego. Porque, dejando aparte la eutanasia, es decir, aquellas muertes voluntariamente buscadas por los enfermos terminales, que me parecen actos de plena dignidad y sensatez, en la inmensa mayor¨ªa de los dem¨¢s suicidios hay un componente morboso. En su libro Jano, Arthur Koestler sostiene que el ser humano es el ¨²nico animal estructuralmente enfermo de la Tierra. Que nuestro antiguo cerebro reptiliano ha sido recubierto por el cerebro moderno con tal torpeza evolutiva que las relaciones entre ambos son contradictorias y conflictivas. Patol¨®gicamente disociados, esta malformaci¨®n ser¨ªa el origen de la crueldad, del sadismo, de todas esas manifestaciones nuestras tan perversas, comportamientos da?inos que apenas si se dan en el resto de los seres vivos. Y la pulsi¨®n suicida podr¨ªa nacer de ese mismo desajuste, de ese desastre ps¨ªquico.
Muchos de los que buscan la muerte son enfermos oficiales, gente a la que se le ha diagnosticado una depresi¨®n, y ese acto final no ser¨ªa sino una de las consecuencias de su dolencia. Algo en cierto modo fisiol¨®gico e inevitable. Pero el mapa mundial de los suicidios plantea una serie de turbadores interrogantes. Resulta que la tasa m¨¢s alta de suicidios est¨¢ en Europa del Este, mientras que las m¨¢s bajas se dan en Am¨¦rica Latina, en los pa¨ªses musulmanes y en algunos pa¨ªses asi¨¢ticos. Los pa¨ªses del Este arrastran una historia de decadencia, de desmoronamiento y desintegraci¨®n social, de exacerbaci¨®n individualista y sue?os rotos, mientras que los pa¨ªses m¨¢s bajos en la lista, aun siendo algunos muy pobres y problem¨¢ticos, pertenecen a un ¨¢mbito social mucho m¨¢s colectivo, m¨¢s basado en el api?amiento familiar y en la horda afectiva, en donde las personas se relacionan m¨¢s estrechamente unas con otras. Y ¨¦sta puede ser una de las claves principales del aumento de suicidios. Hace falta estar muy solo o ser fenomenalmente ego¨ªsta para quitarse la vida, porque el suicidio es la mayor brutalidad que uno puede cometer contra las personas que te quieren. Ensimismados, afectivamente mezquinos y egoc¨¦ntricos, los suicidas en realidad est¨¢n matando a los dem¨¢s cuando se matan. Es una forma especialmente perversa de ejercer una violencia contra el otro. Algo debemos de estar haciendo muy mal para matarnos tanto, y el problema no parece ser la dureza de la vida, sino el endurecimiento fatal de los sentimientos.
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