La diplomacia espa?ola y el S¨¢hara Occidental
El autor pide al Gobierno espa?ol que mantenga el compromiso con el 'plan Baker' y el refer¨¦ndum para respetar los "intereses y derechos" del pueblo saharaui.
Con los ojos puestos en la pr¨®xima reuni¨®n del Consejo de Seguridad, la diplomacia espa?ola ha sido activada desde el verano con la aparente intenci¨®n de librar una batalla decisiva por una soluci¨®n al conflicto del S¨¢hara Occidental. Tras un periodo de balbuceos y ambig¨¹edades bien sincronizados, la naturaleza y par¨¢metros de la soluci¨®n que se persigue empiezan a despuntar con cierta claridad en el horizonte. El optimismo inicialmente retenido por la direcci¨®n pol¨ªtica saharaui ha sido gradualmente menguado por una percepci¨®n m¨¢s realista en virtud de la cual se asume hoy que el rumbo de la diplomacia espa?ola se dirige con toda probabilidad hacia una colisi¨®n directa no provocada con las aspiraciones leg¨ªtimas del pueblo saharaui de alcanzar su plena independencia. La diplomacia saharaui se prepara a s¨ª misma, a sus aliados y amigos para este escenario que era hace unos meses algo remoto.
El problema radica en la obstrucci¨®n marroqu¨ª a un refer¨¦ndum de autodeterminaci¨®n justo
En efecto, Espa?a dice que busca introducir ajustes al Plan Baker (1); otorgar a ?lvaro de Soto un "nuevo mandato" (2) que le permita iniciar una "nueva din¨¢mica" (3) con el objetivo de lograr un "gran acuerdo que garantice los derechos de todas las partes" (4).
Tomados en su conjunto, los cuatro elementos reflejan la emergencia de un an¨¢lisis centrado en una inesperada visi¨®n hobbesiana sobre el presente y futuro de la regi¨®n del norte de ?frica que no cuadra con las exigencias del multilateralismo sano exhibido en otras latitudes.
La seguridad y estabilidad del trono marroqu¨ª, que los dirigentes marroqu¨ªes han atado err¨®neamente con el "bot¨ªn" del S¨¢hara Occidental en lugar de revalidarlas con una pol¨ªtica honesta en aras a un desarrollo econ¨®mico y democr¨¢tico internos que todos estar¨ªamos dispuestos a apoyar, se convierte en un eje esencial de esta visi¨®n que deja en segundo plano todo lo dem¨¢s, incluida la legalidad internacional y el mantenimiento de la confianza de otros actores fundamentales en el devenir de dicha regi¨®n desde donde procede el suministro seguro de gran parte de las fuentes energ¨¦ticas esenciales para el pa¨ªs y para Europa.
Tomados en su individualidad, los cuatro elementos est¨¢n articulados sobre un planteamiento cuyo trasfondo hace tabla rasa de la doctrina de la ONU sobre la descolonizaci¨®n que ha hecho del principio de autodeterminaci¨®n el pilar b¨¢sico de su enfoque sobre el S¨¢hara Occidental. El Plan de Arreglo de 1990 y el Plan de Paz o Plan Baker de 2003 fueron, con la aprobaci¨®n del Consejo de Seguridad, concebidos con el expl¨ªcito objetivo de responder a este principio, que Marruecos acept¨® voluntariamente. El refer¨¦ndum no ha podido hasta ahora ser organizado, no por deficiencias estructurales de dichos planes, sino porque Marruecos, con el apoyo nunca negado de Francia, decidi¨® finalmente sabotear el proceso que hab¨ªa inicialmente aceptado.
Cuando se habla de "introducir" ajustes al Plan Baker, los responsables espa?oles no son expl¨ªcitos. Y en realidad no pueden serlo. El Plan Baker, como el Plan de Arreglo, est¨¢ construido sobre dos pilares inseparables, que son un periodo transitorio y un refer¨¦ndum de autodeterminaci¨®n. El primero es necesario para el despliegue de las Naciones Unidas en el territorio. El segundo es la raz¨®n de ser de la implicaci¨®n de la ONU. No caben ajustes o cambios. No hay por donde meter el dedo me?ique por mucho que nos arremanguemos las mangas de la camisa, ya que, el ajuste, la modificaci¨®n o es estructural, lo cual es simplemente inaceptable o afecta a un elemento irrelevante en la estructura, lo que hace innecesaria la insistencia en la modificaci¨®n.
Los responsables espa?oles no son por tanto expl¨ªcitos porque en realidad el Plan Baker no puede ser modificado sino mediante su eliminaci¨®n total. Eso es lo que quiere Marruecos, a fin de reemplazarlo por un nuevo plan, por una nueva din¨¢mica, que descartando la opci¨®n de la independencia de todo refer¨¦ndum, concentre los esfuerzos, las "negociaciones" en la mayor o menor dimensi¨®n de un estatuto auton¨®mico al S¨¢hara Occidental como parte "integrante" del Reino de Marruecos.
El segundo elemento del despliegue diplom¨¢tico espa?ol hace referencia a ?lvaro de Soto. La insistencia marroqu¨ª -como lo prueban los debates actuales en la IV Comisi¨®n de la ONU- y espa?ola en obtenerle un mandato amplio conlleva ciertas interrogantes leg¨ªtimas y no ayuda en todo caso al propio ?lvaro de Soto, sea cual fuere su rol en el futuro.
El planteamiento tomado desde la inocencia implica que De Soto puede triunfar ah¨ª donde Baker fracas¨®; es decir, vencer la resistencia marroqu¨ª y francesa a un proceso de soluci¨®n basado en la legalidad internacional. Si bien los milagros existen la presunci¨®n no es del todo realista en este caso espec¨ªfico del S¨¢hara Occidental y ello no debe ser tomado fuera de contexto. ?lvaro de Soto es el representante especial del secretario general, cuyas funciones est¨¢n definidas por el Plan de Arreglo. No es el enviado personal. Ni puede acumular las dos funciones.
El tercer elemento, como el primero, parte de la asunci¨®n de que en el transcurso de los 17 a?os anteriores, no hubo din¨¢mica hacia una soluci¨®n. Hubo efectivamente una que cont¨® no s¨®lo con el acuerdo del Frente Polisario y de Marruecos, sino tambi¨¦n con el respaldo del Consejo de Seguridad. Si el fundamento de la "nueva din¨¢mica" es el respeto al derecho a la libre determinaci¨®n del pueblo saharaui, ponerla en marcha es un ejercicio de dudosa utilidad en la medida en que supondr¨ªa poner el cuentakil¨®metros en posici¨®n cero y emprender de nuevo el largo camino recorrido tras 16 a?os de intensos combates, 17 a?os de esfuerzos y 750 millones de d¨®lares invertidos por la comunidad internacional, para llegar posiblemente al punto de estancamiento actual, ya que el problema no radica en la din¨¢mica, sino en la obstrucci¨®n marroqu¨ª a toda din¨¢mica que desemboque en un refer¨¦ndum de autodeterminaci¨®n justo y libre.
Si por el contrario, el fundamento es otra cosa distinta y opuesta a este principio b¨¢sico e irrenunciable por medio del cual Andorra, Kuwait, Timor, Tuvalu y tantos otros, son junto a Espa?a y China naciones con asiento en la ONU, dicha din¨¢mica no tiene ciertamente ninguna posibilidad de avanzar mas all¨¢ de algunos metros. Decidir recorrerlos causar¨ªa un choque frontal con los intereses del pueblo saharaui y un da?o innecesario a la credibilidad interna e internacional de la diplomacia que se arriesgue a ello.
Finalmente, el cuarto elemento, parte de la presunci¨®n de que todas las partes "tienen derechos". Marruecos puede que tenga "intereses" por ahora ileg¨ªtimos. Mas no tiene, estrictamente hablando, derechos que puedan ser alegados o contemplados como parte inexorable de un posible acuerdo global.
En segundo lugar, este cuarto elemento parte tambi¨¦n de la presunci¨®n de que en el pasado no hubo acuerdo cuando el Plan de Arreglo fue el producto de un "gran acuerdo" entre el Frente Polisario y el Reino de Marruecos. Fue, y lo es todav¨ªa, una soluci¨®n "mutuamente aceptable" y "mutuamente aceptada" por las dos partes y respaldada por la Comunidad Internacional. No fue una soluci¨®n "impuesta". Los acuerdos de Houston, que complementaron el plan, fueron firmados por las dos partes. No fueron tampoco impuestos. Desde estas premisas, qu¨¦ posibilidades tendr¨ªa para cuajar el preconizado "acuerdo global" que no tuvieron los anteriores acuerdos es una pregunta cuya respuesta no la tiene por ahora la diplomacia espa?ola, si es que hay respuesta.
Durante los encuentros hispano-saharauis celebrados entre junio y septiembre de este a?o, se le pidi¨® al Gobierno espa?ol tres cosas alternativas.
Una, moral, consistente en el deseo saharaui de que Espa?a asuma las responsabilidades que le incumbieron como potencia administradora del Territorio y retomar el proceso de descolonizaci¨®n tr¨¢gicamente abandonado en 1975 para encauzarlo a su culminaci¨®n natural y legal. Ello tendr¨ªa un profundo impacto estrat¨¦gico en las relaciones de futuro. Conviene recordar que, seg¨²n su Departamento jur¨ªdico, las Naciones Unidas no reconocen a los acuerdos tripartitos de Madrid un valor eximente de las obligaciones que unieron Espa?a con su antigua provincia.
Dos, racional, consistente en mantener el compromiso del anterior Gobierno con el Plan Baker y con los Acuerdos de Houston. Es una opci¨®n que un Gobierno socialista con relaciones hist¨®ricas con el Frente Polisario puede tranquilamente asumir, y tiene al mismo tiempo el m¨¦rito de evitar la confrontaci¨®n con una u otra parte, ya que dichos acuerdos son obra de la ONU. Es decir, obra de la legalidad internacional.
Tres, dif¨ªcil de calificar, que en caso de que Espa?a no quiera hacer ninguna de las dos cosas anteriores, se le pidi¨® que no haga nada entonces, ya que hacerlo, conducir¨ªa, en las circunstancias presentes, a chocar con la posici¨®n de una u otra parte.
Los actuales acontecimientos indican que el choque con los intereses y derechos del pueblo saharaui es casi inevitable. Espero y deseo sinceramente que, por el bien de la gran amistad que nos une a los socialistas y une a las dos opiniones p¨²blicas, no se llegue a un punto de no retorno.
Ahmed Bujari es representante del Frente Polisario ante la ONU.
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