Jos¨¦ Luis Cano
"Que yo sepa, es ¨¦sta la tercera vez que un poeta intenta, temerariamente, la aventura, no s¨¦ si ¨²til o in¨²til, de una Antolog¨ªa de poetas andaluces". As¨ª empez¨® Jos¨¦ Luis Cano, en 1952, el pr¨®logo a su Antolog¨ªa de poetas andaluces contempor¨¢neos (Madrid, Ediciones Cultura Hisp¨¢nica). Lo acabo de releer y, con su modestia, su humor y su emoci¨®n contenida, me ha devuelto la imagen -figura y voz- de aquel simp¨¢tico algecire?o de 1912 transplantado muy joven a M¨¢laga y a quien, ya en Madrid, tuve la gran suerte de frecuentar espor¨¢dicamente a lo largo de unas tres d¨¦cadas.
Antes de que tuviera lugar nuestro primer encuentro, all¨¢ por 1966, creo que en la tertulia que presid¨ªa Antonio Rodr¨ªguez Mo?ino en el caf¨¦ Lyon, frente a Correos, ya conoc¨ªa a Jos¨¦ Luis Cano por algunos ensayos suyos -siempre enjundiosos- y por sus art¨ªculos de ?nsula, revista que manej¨¢bamos todos los hispanistas europeos y norteamericanos y que desempe?¨® un papel fundamental de enlace, durante los a?os m¨¢s dif¨ªciles de la dictadura, con el mundo exterior. All¨ª publicamos muchos de nosotros nuestros trabajos iniciales, y a trav¨¦s de la revista, y sobre todo gracias a Cano -que ten¨ªa la rara virtud de contestar siempre las cartas, adem¨¢s de acoger con generosidad a los que lleg¨¢bamos a Madrid con nuestras pesquisas a cuestas- se cre¨® una tupida red de amistades y de complicidades internacionales que creo no ha sido suficientemente valorada en sus consecuencias para la marcha hacia la democracia. Gran conversador, divertido pero con el fondo sobrio que ¨¦l tanto apreciaba en la mejor poes¨ªa andaluza, y que me imagino caracterizaba la suya -me produce rubor admitir que apenas la conozco-, era, sobre todo, para los que and¨¢bamos obsesionados con los poetas de la Generaci¨®n del 27, el vadem¨¦cum que no s¨®lo conoc¨ªa al dedillo la vida y las obras de cada uno de ellos sino que hab¨ªa tratado a casi todos personalmente. Con una memoria elefantina y un admirable talento para la an¨¦cdota, Jos¨¦ Luis contaba los episodios m¨¢s peregrinos, como, por ejemplo, sus visitas a Dal¨ª y Gala en Torremolinos, entonces min¨²scula aldea de pescadores, en la primavera de 1930 ("La mirada de Gala me impresion¨®. Sus ojos fulguraban como si quisiesen quemar todo lo que miraban"), o las expansiones veraniegas de Lorca en M¨¢laga unos a?os antes, que dejaron una huella imborrable en la sensibilidad del quincea?ero.
De los libros de Jos¨¦ Luis quiero recordar aqu¨ª sobre todo sus biograf¨ªas de Lorca y Machado, publicadas por Destino, respectivamente, en 1962 y 1975. Pensadas para informar a un gran p¨²blico, acompa?adas de una profusi¨®n de ilustraciones y portadoras, para quien quer¨ªa entender, de un fuerte si disfrazado mensaje antifranquista, ten¨ªan detr¨¢s un trabajo de investigaci¨®n muy riguroso pero que -as¨ª era la elegancia del hombre- apenas se notaba.
Cano, para quien ser andaluz fue siempre motivo de orgullo, nos dej¨® en 1999, calladamente como era su costumbre. Anda hoy demasiado olvidado y ser¨ªa justo que se le hiciera el necesario homenaje p¨®stumo, no s¨®lo por su obra sino por su calidad humana y por su important¨ªsima contribuci¨®n al hispanismo.
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