La memoria
Mi abuelo escondiendo una imagen de la Rep¨²blica en el fondo de un armario, y la sorpresa de mi madre, una ni?a entonces; "?Por qu¨¦ guardas a esa se?ora, pap¨¢, con ese gorro tan bonito?". Mi madre unos a?os despu¨¦s, adolescente de la cuenca minera del Nal¨®n, camino de Oviedo en un tren de madera, con la cartilla de racionamiento en la mano, rodeada de soldados y de hambre.
Un se?or que hab¨ªa sido militar de carrera, que fue expulsado del ej¨¦rcito por ser leal a su juramento, que estuvo preso aunque no lo mataron -casi un milagro, se comentaba en la ciudad- y que sobreviv¨ªa forrando botones en su peque?a vivienda de planta baja.
Una viuda de postguerra -su compa?ero maquis muerto en un combate en el monte- que yo ve¨ªa, siendo ni?o, cuando no sab¨ªa nada de esos amores y de esas muertes, al otro lado de la ventana, ella recogiendo el carb¨®n que ca¨ªa de las cajas de los camiones cuando doblaban una curva muy cerrada. Le acompa?aba una hija, ten¨ªan unos cubos de zinc, y esto no es un cuento de Dickens.
Un polic¨ªa hamp¨®n y sangu¨ªneo que daba palizas en comisar¨ªa a los presos, a los pol¨ªticos y a todos. La gente se aterrorizaba al verlo por la calle, y ¨¦l tambi¨¦n era feliz con eso. Un padre espiritual que nos advert¨ªa que si ten¨ªamos malos pensamientos al acostarnos, si sucumb¨ªamos a ellos -y bastaba para pecar con cinco segundos de extrav¨ªo- bien pod¨ªamos morir en plena noche y amanecer en el infierno infinito.
Un se?or principal de mi ciudad que dec¨ªa que los tiempos aquellos eran muy injustos y crueles, cierto, pero que si hubieran ganado la guerra los otros, hubiera sucedido lo mismo, la semejante infamia. Pero la crueldad que existi¨®, los cuarenta a?os de odio y de victoria fueron los que fueron. No los que no fueron.
Destellos de un tiempo largo y dolorido que algunos quieren que no exista. Que no haya existido. Unos porque fueron felices all¨ª, bajo el orden oscuro y las normas despiadadas; otros porque prefieren el olvido, el sue?o, el vac¨ªo. Pero nada m¨¢s necesario y profundo que la memoria, que nos construye cada d¨ªa.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.