Kosovo exige respuestas
La posible sorpresa de las elecciones parlamentarias que acaban de celebrarse en Kosovo, segundas desde que se sacudiera el yugo serbio, no radicaba en el nombre del vencedor, sino en la actitud de la minor¨ªa serbia de esta provincia abrumadoramente albanesa ante los llamamientos a boicotear los comicios lanzados desde Belgrado por el primer ministro, Vojislav Kostunica, y el patriarca de la Iglesia ortodoxa. La abstenci¨®n serbia ha sido masiva, lo que supone un serio rev¨¦s para la discusi¨®n internacional, cada vez m¨¢s apremiante, sobre la situaci¨®n definitiva del territorio.
Kosovo es un volc¨¢n dormido en el sureste de Europa. Protectorado de la ONU desde que hace cinco a?os los aviones de la OTAN forzaron el final de las atrocidades de Slobodan Milosevic, sus 11.000 kil¨®metros cuadrados siguen perteneciendo nominalmente a Serbia. Pero hace mucho tiempo que la gran mayor¨ªa albanesa, alrededor de dos millones frente a poco m¨¢s de 100.000 serbios, declar¨® la independencia como objetivo irrenunciable. Pese a su te¨®rica pacificaci¨®n tras la guerra de 1998-1999 y a la presencia en el territorio de unos 19.000 soldados internacionales, la convivencia entre ambas comunidades es imposible. En marzo pasado, una explosi¨®n de violencia orquestada por extremistas albaneses cost¨® la vida a una veintena de serbios y forz¨® a otros 4.000 a abandonar sus casas.
La anunciada victoria del partido moderado del presidente Ibrahim Rugova, la Liga Democr¨¢tica de Kosovo (LDK), es un paso m¨¢s que acerca inevitablemente a Belgrado y Pristina -y a la ONU- al momento de la verdad. La catarsis ser¨¢ presumiblemente mucho m¨¢s dolorosa para una Serbia dividida entre nacionalistas y reformistas y descoyuntada todav¨ªa por las secuelas del l¨®brego mandato de Milosevic. Hasta ahora las dos partes han mantenido, desde hace un a?o y bajo auspicio de Naciones Unidas, alg¨²n encuentro vergonzante en Viena, pero las elecciones del domingo pueden cambiar a peor ese escenario.
Belgrado debe decidir si, pese al rechazo de los suyos, acepta la incuestionable legitimidad del nuevo Parlamento kosovar, asumiendo que lo contrario har¨ªa inviables futuros contactos entre ambos bandos. Kostunica, un conservador nacionalista, ha venido avanzando la idea de crear enclaves serbios en Kosovo, al estilo de los israel¨ªes en Cisjordania. Los serbios saben que la ¨²nica opci¨®n realista es ir prepar¨¢ndose para alguna forma de independencia, pero ni siquiera los dirigentes reformistas de Belgrado pueden avalarlo p¨²blicamente sin sumir al pa¨ªs en una nueva crisis de alcance impredecible.
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