El trabajador fantasma
Me preguntaba en d¨®nde estaba. ?Ambulando como un espectro por el desierto de Arizona? ?Asfixiado en un cami¨®n de carga en la llanura texana? ?Con un pie en el r¨ªo Grande y otro en el r¨ªo Bravo? ?Cavando como topo un t¨²nel entre Tijuana y San Diego?
El trabajador migratorio mexicano era el fantasma de los dos primeros debates entre los candidatos republicano y dem¨®crata a la presidencia de los Estados Unidos. Por fin, el mi¨¦rcoles 13, en la Universidad de Tempe, Arizona, el duende salt¨® a la palestra. Bob Schieffer, el agudo comentarista de la CBS, lo sac¨® a relucir, y tanto Bush como Kerry definieron posiciones, una vez m¨¢s, diametralmente opuestas.
Bush ten¨ªa arrumbado el tema. Propuesta central del encuentro Bush-Fox al iniciarse las presidencias de ambos en 2001, el trabajo migratorio fue saliendo de la pantalla a medida que los hechos por todos conocidos -el 11-S, Afganist¨¢n, Irak- concentraban la atenci¨®n de la Casa Blanca. Pero hace tres a?os, Fox y su equipo -Aguilar Sinzer, Casta?eda- consideraban asequible aquello que, entonces, Fox defini¨® no como un problema, sino una oportunidad.
Los hechos son bien conocidos. Los trabajadores mexicanos en los Estados Unidos son necesarios. Cumplen tareas que, sin ellos, quedar¨ªan abandonadas. No le quitan nada a los Estados Unidos. En contra de los argumentos racistas de Huntington, nuestros trabajadores contribuyen con 28.000 millones de d¨®lares a la econom¨ªa de los Estados Unidos, y en remesas, 6.000 millones de d¨®lares a la econom¨ªa mexicana, convirti¨¦ndose en el segundo rubro de nuestro ingreso exterior. Pero por encima de los n¨²meros, ¨¦stos son trabajadores, no criminales. Portan derechos humanos. Comunican cultura.
En enero de 2004, el Gobierno de George W. Bush propuso un plan ajustado en su esp¨ªritu al cl¨¢sico gastarbeiter program de la Alemania de la posguerra. En esencia, Bush dirig¨ªa su oferta de trabajo a nuevos trabajadores, admitidos a los Estados Unidos bajo condici¨®n de que cumpliesen tareas dejadas vacantes por obreros norteamericanos. El plan Bush pon¨ªa en manos de los empleadores seleccionar a los trabajadores hu¨¦sped, quienes permanecer¨ªan en los Estados Unidos mientras fuesen empleados por el patr¨®n que los escogi¨®. En efecto, sobre el patr¨®n ca¨ªa la carga -y el privilegio- de demostrar que ning¨²n obrero norteamericano pod¨ªa ocupar la plaza ofrecida al mexicano. Ning¨²n trabajador temporal podr¨ªa permanecer permanentemente en los Estados Unidos, debiendo regresar a su pa¨ªs de origen al expirar su periodo de trabajo en los Estados Unidos.
Las flagrantes deficiencias del plan Bush fueron r¨¢pidamente denunciadas por las agrupaciones de defensa del trabajador mexicano. La mayor de todas: dejaba fuera de la ley a los cuatro millones de indocumentados, creando una suerte de limbo y sujetando a ambas clases -los indocumentados y los hu¨¦spedes- al capricho y la explotaci¨®n de los empleadores. S¨®lo trabajadores que actualmente no est¨¢n en los Estados Unidos pueden beneficiarse del plan Bush. En consecuencia, los que ya est¨¢n all¨ª preferir¨¢n permanecer en las sombras antes de unirse a un programa que, en efecto, ser¨ªa una repatriaci¨®n.
Porque el plan Bush no ofrec¨ªa la oportunidad de la residencia permanente. Era una manera de decirle al trabajador: "Queremos tu trabajo, pero no te queremos a ti". Cecilia Mu?oz, dirigente de La Raza, lo dijo sucintamente: "Los trabajadores que ya est¨¢n en Norteam¨¦rica dif¨ªcilmente apoyar¨¢n un plan que conducir¨ªa a su expulsi¨®n". "Es un paso atr¨¢s", dijo La Raza.
Lo que hoy podr¨ªamos llamar el plan Kerry fue originalmente propuesto por los legisladores Tom Daschle (dem¨®crata) y Chuck Hagel (republicano ilustrado). Se fundamenta en el derecho a la legalizaci¨®n de los indocumentados sin antecedentes criminales, que han vivido cinco a?os en los Estados Unidos, cuatro de ellos trabajando y pagando impuestos. Para el plan Kerry, los trabajadores temporales pueden cambiar libremente de empleadores -no son cattle, ganado- sin temor a ser deportados. Se trata de graduar la legalizaci¨®n de los trabajadores que ya se encuentran en los Estados Unidos, no de admitir s¨®lo trabajadores temporales sujetos a expulsi¨®n si no regresan a M¨¦xico en los plazos concedidos.
El canciller Jorge Casta?eda, en su momento, present¨® un claro proyecto cuyos pasos ser¨ªan:
1. Otorgarles a los trabajadores indocumentados el car¨¢cter de trabajadores temporales.
2. Con el tiempo, otorgarles estatus de residencia permanente.
3. Eventualmente, darles plena ciudadan¨ªa.
El presidente Fox enriqueci¨® la propuesta favorable a la migraci¨®n pero sujeta a la negociaci¨®n bilateral, en busca de modalidades de renovaci¨®n de permisos y su duraci¨®n, procesos adecuados para acceder a la residencia permanente y ciudadana, criterios para garantizar la unidad familiar e igualdad de derechos laborales.
Nueve ser¨ªan los temas propuestos a negociaci¨®n por el Gobierno de M¨¦xico:
1. Seguridad fronteriza.
2. Desarrollo regional en M¨¦xico.
3. Estatus migratorio del trabajador.
4. Mecanismos de salida.
5. Renovaci¨®n y duraci¨®n de periodos.
6. Procesos para acceder a la residencia permanente.
7. Respeto a la unidad familiar.
8. Igualdad de derechos laborales.
9. Acelerar la residencia permanente.
Electo Kerry o electo Bush, las duras realidades est¨¢n all¨ª y deben ser negociadas m¨¢s temprano que tarde. La frontera entre M¨¦xico y los Estados Unidos tiene un largo de m¨¢s de 3.000 kil¨®metros. No puede ser militarizada sin da?o irreparable a los derechos humanos y al comercio fronterizo: 300 millones de personas cruzan anualmente la frontera en
actividades que benefician a ambas naciones. Los Estados Unidos deportan a 5.000 mexicanos diariamente -mill¨®n y medio anualmente-. Los que permanecen y trabajan, pagan m¨¢s en impuestos y consumo de lo que reciben en asistencia. Merecen, por lo pronto, la protecci¨®n consular de las "matr¨ªculas" que les dan identidad y defensa (licencia de conducir, acceso bancario). Treinta y dos Estados y 160 bancos de los Estados Unidos aceptan la "matr¨ªcula". Es un proceso a defender, proseguir y aumentar, en espera de que una legislaci¨®n como la propuesta por Daschle y Hagel -y seguramente aceptada por Kerry- formalice a¨²n m¨¢s los derechos y obligaciones de nuestro trabajador for¨¢neo.
Pero la caridad empieza por casa. Tanto los norteamericanos como los mexicanos estaremos atentos a lo que se haga en M¨¦xico para retener a nuestros trabajadores en condiciones de justicia y de bienestar crecientes. El problema y la oportunidad laborales de M¨¦xico no son s¨®lo un problema y una oportunidad bilaterales; son, en primer t¨¦rmino, una obligaci¨®n mexicana. Crear empleo. Pero en M¨¦xico mayor empleo va asociado a mayor justicia. Nuestros trabajadores no salen a los Estados Unidos s¨®lo por pobreza o desocupaci¨®n. Tambi¨¦n los expulsa la injusticia, la ignorancia y la corrupci¨®n. Y de eso no podemos culpar a ning¨²n Gobierno de Washington, sino a nosotros mismos.
Carlos Fuentes es escritor mexicano.
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