Garc¨ªa M¨¢rquez en Barcelona
La editora Beatriz de Moura recuerda a Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, en la Barcelona de los a?os sesenta, como un simp¨¢tico colombiano que fumaba una hierba estupenda. Eran otros tiempos, claro est¨¢; eran unos a?os en los que la marihuana no corr¨ªa como ahora y Garc¨ªa M¨¢rquez a¨²n no era la gran figura literaria que es a principios del siglo XXI. Carlos Barral andaba enfrascado, a trav¨¦s de la editorial Seix Barral, en lanzar lo que se dio en llamar "el boom latinoamericano", pero a¨²n no estaban las cosas como para tirar cohetes. Vargas Llosa, Jos¨¦ Donoso, Carlos Fuentes y el mismo Garc¨ªa M¨¢rquez eran valores en alza, pero quedaba todav¨ªa mucho camino por recorrer.
La noticia literaria de estos d¨ªas es que Garc¨ªa M¨¢rquez acaba de publicar una nueva novela, Memoria de mis putas tristes. Los medios de comunicaci¨®n han celebrado el libro y la editorial Mondadori ha hecho una tirada millonaria, de esas que hacen que te encuentres montones de libros en todas las librer¨ªas del pa¨ªs y del extranjero. Garc¨ªa M¨¢rquez se lo merece, por supuesto, pero no est¨¢ de m¨¢s recordar el paisaje literario y editorial de hace 40 a?os, cuando las cosas no eran tan f¨¢ciles para el autor colombiano.
Empez¨® viviendo en un piso modesto, cerca de la plaza de Lesseps, y se dejaba ver en las fiestas de la 'gauche divine'
De entrada, creo que es oportuno recordar que Carlos Barral no supo ver, a pesar de su buen olfato literario, el gran ¨¦xito que ser¨ªa Cien a?os de soledad. ?l mismo dec¨ªa que en 1967 recibi¨® un telegrama en el que la agente Carmen Balcells le ofrec¨ªa el libro y se olvid¨® de contestarlo. Hay quien insiste, sin embargo, en que cometi¨® el error de tener dormida la novela en un caj¨®n durante meses y se le pas¨® la ocasi¨®n de obtener unos de esos bombazos con los que sue?an todos los editores. Sea cual sea la verdad, Barral cometi¨® un fallo imperdonable. Quien s¨ª supo estar atento al libro fue Francisco Porr¨²a, entonces editor de Editorial Sudamericana, en Buenos Aires. ?l hab¨ªa le¨ªdo anteriormente Los funerales de la mam¨¢ grande y El coronel no tiene quien le escriba, libros que no hab¨ªan tenido demasiado ¨¦xito, pero cre¨ªa en Garc¨ªa M¨¢rquez y le escribi¨® para que le mandara algo nuevo. Cuando recibi¨® el manuscrito de Cien a?os de soledad, se entusiasm¨® de inmediato, pero nunca imagin¨® las exageradas dimensiones del ¨¦xito. Lo contrat¨® sin pens¨¢rselo para Sudamericana y en una semana vendieron 8.000 ejemplares. "Lo fuimos reeditando", recuerda Porr¨²a, "hasta que Sudamericana se qued¨® sin papel. Fue un fen¨®meno". Cuando en 1997 se celebraron los 30 a?os de la publicaci¨®n, la novela ya hab¨ªa sido traducida a 37 idiomas y se hab¨ªan vendido 25 millones de ejemplares en todo el mundo. Y como suele decirse, sigue tan campante, cosechando adictos en cada nueva generaci¨®n.
Aquel mismo a?o de 1967, Garc¨ªa M¨¢rquez decidi¨® irse a vivir a Barcelona. "Me vine por la nostalgia que me inculc¨® en Colombia Ramon Vinyes, un librero que nos orientaba en nuestras lecturas", ha explicado. "Era el sabio catal¨¢n que hice aparecer en Cien a?os de soledad. Continuamente nos hablaba de Barcelona, nos dec¨ªa que siempre fue un gran centro cultural de Europa, una ciudad con una burgues¨ªa tan rica y sofisticada que apoyaba a Gaud¨ª, y con una clase obrera pujante dirigida por anarquistas. Despu¨¦s de publicar Cien a?os de soledad me vine para ac¨¢ con mi familia, en 1967. A¨²n me acuerdo del trayecto de Madrid a Barcelona en un coche alquilado, un Seat desvencijado, en el que el viaje se hizo largu¨ªsimo. ?Qu¨¦ calor!, sobre todo al llegar a los Monegros...".
Garc¨ªa M¨¢rquez vivi¨® un total de siete a?os en Barcelona, desde sus 39 a?os hasta los 46, y siempre ha recordado aquella ¨¦poca como un tiempo feliz en el que, adem¨¢s de vivir en una ciudad muy din¨¢mica, ten¨ªa la suerte de estar cerca de Carmen Balcells, la superagente literaria que revolucion¨® el mundo de la edici¨®n.
Garc¨ªa M¨¢rquez empez¨® viviendo en un piso modesto, cerca de la plaza de Lesseps; se dejaba ver en las fiestas que montaba la gauche divine y escrib¨ªa, sobre todo escrib¨ªa y viv¨ªa. Por aquella misma ¨¦poca, el peruano Mario Vargas Llosa pas¨® cuatro a?os en Barcelona y el chileno Jos¨¦ Donoso se instal¨® en Calaceit (Teruel) y tradujo sus impresiones de la ¨¦poca en el excelente libro Historia personal del boom, que ha quedado como cr¨®nica de aquellos tiempos en que los escritores espa?oles y los latinoamericanos se descubr¨ªan mutuamente.
La editorial Edhasa, por cierto, acaba de publicar un libro, La llegada de los b¨¢rbaros, en el que un equipo dirigido por Joaqu¨ªn Marco y Jordi Gracia recopila c¨®mo fue la recepci¨®n de la literatura hispanoamericana en Espa?a entre los a?os 1960 y 1981. Es un volumen bien documentado que ayuda a comprender mejor aquellos a?os en los que Garc¨ªa M¨¢rquez a¨²n no hab¨ªa conseguido el Premio Nobel (se lo dar¨ªan en 1982) y sus libros no eran objeto de las tiradas millonarias de ahora. Gracias a esta labor recopilatoria podemos recordar, por ejemplo, que el joven cr¨ªtico Pere Gimferrer elogi¨® en 1967 en Destino la aparici¨®n de Cien a?os de soledad diciendo: "Supone un retorno a la narrativa de imaginaci¨®n". El mismo a?o, en Informaciones, Rafael Conte aplaudi¨® tambi¨¦n la aparici¨®n de "un libro espl¨¦ndido".
Eran otros tiempos, claro, unos a?os en los que Garc¨ªa M¨¢rquez corr¨ªa por Barcelona con la discreci¨®n que tienen ahora los escritores latinoamericanos an¨®nimos que se han instalado en la ciudad mientras luchan por construir una obra que, si los dioses les son favorables, se convertir¨¢ en un ¨¦xito en el futuro. Y cuando llegue ese momento, si es que llega, recordar¨¢n que, como el joven Garc¨ªa M¨¢rquez, pasaron en Barcelona unos a?os inolvidables, irrepetibles, que les acompa?ar¨¢n ya para siempre en la memoria.
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