Centenario
Bien pensada y hasta casi necesaria result¨® la programaci¨®n de un monogr¨¢fico de Dvor¨¢k el a?o en que se cumple el centenario de su muerte. Sobre todo cuando se le encomienda a una orquesta tan ligada a ¨¦l como la Filarm¨®nica Checa, agrupaci¨®n que, por lo dem¨¢s, es un monumento vivo de la historia musical de Europa. Se abri¨® el programa con la Obertura Carnaval op. 92, cuya m¨²sica situ¨® r¨¢pidamente al oyente en ese ambiente tan caro al nacionalismo centroeuropeo, donde la campi?a suave y la naturaleza imponente se entrelazan de forma conciliadora. Ni qu¨¦ decir tiene que los checos la tocaron con un idiomatismo muy intenso, pero fueron lo suficientemente sutiles para huir de la brocha gorda que acompa?a tantas veces la interpretaci¨®n de partituras con perfume popular. Por otra parte, ya en esos primeros pentagramas se observ¨® la capacidad de Zdenek Macal para fundir y, a la vez, diferenciar las distintas secciones orquestales, y tanto la cuerda como la madera aprovecharon bien las ocasiones que se les presentaron para seducir al oyente.
Orquesta Filarm¨®nica Checa
Director: Zdenek Macal. Violonchelo: Natalia Gutman. Obras de Dvor¨¢k. Palau de la M¨²sica. Valencia, 26 de octubre de 2004.
Vino luego el Concierto para Violonchelo de Dvor¨¢k, que se ha ofrecido en el Palau por manos tan ilustres como las de Rostrop¨®vich. Natalia Gutman ten¨ªa, pues, un list¨®n alto con el que medirse. Pero, sin embargo, no defraud¨®. Su violonchelo aport¨® con creces el lirismo intenso que tan bien cuadra con los espl¨¦ndidos temas enarbolados por los metales y que, luego, se columpia m¨¢gicamente entre los motivos que presenta la madera. La afinaci¨®n y el timbre resultaron exquisitos. Tambi¨¦n -ya en el segundo movimiento- fue magistral la contestaci¨®n que dio el chelo a la preciosa entrada de los oboes. La flauta result¨® el partenaire ideal del violonchelo, porque la partitura as¨ª lo exige y porque el solista asumi¨® con valent¨ªa la entidad de su papel. Lo mejor de todo, sin embargo, fue la manera de morir, la forma de terminar el movimiento, el c¨®mo consiguieron "acabarlo", chelo y orquesta, cada uno por su lado y, no obstante, juntos los dos. Tras ese Adagio, el Finale casi pas¨® desapercibido, aunque s¨®lo con lupa podr¨ªa encontr¨¢rsele defectos.
Los aplausos del p¨²blico arrancaron un regalo de la solista: la Bourr¨¦e de la Suite n¨²m. 3 de Bach, interpretada con una alegr¨ªa, una delicadeza y una sonoridad que no dudar¨ªa en calificar de femenina si no fuera tan dif¨ªcil liberar a ese adjetivo de connotaciones troglod¨ªticas.
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