Americanos

Hay conciertos buenos, malos y regulares. Hay conciertos ¨²tiles e in¨²tiles. Y hay conciertos, como ¨¦ste, que quedan marcados con piedra blanca en la memoria de los que acuden a ellos y en el haber de su organizador, el Centro para la Difusi¨®n de la M¨²sica Contempor¨¢nea. Estaba cantado desde el principio, pues muy mal se ten¨ªan que dar las cosas para que un pianista como el alem¨¢n Herbert Henck (Treysa, 1948), experto m¨¢ximo en el repertorio moderno, y con un programa por el que transita como Pedro por su casa, no anduviera sobrado el jueves en el Auditorio. Y anduvo, desde luego, pero lo mejor fue que tambi¨¦n dej¨® andar, que las m¨²sicas que trajo se enfrentaron al espectador en singular combate con el tiempo como enemigo a batir. Un John Cage proteico -Las estaciones, Ophelia e In a landscape- y un Charles Ives desatado -el de la Concord Sonata- se nos pon¨ªan enfrente casi sin darnos cuenta. Y el resultado fue muy claro: con su gusto acusado por el contraste dentro de un mismo envoltorio, con esa libertad entre sabia e ingenua, entre descubridora y absorbente que les viene de lo muy americanos que son los dos, le ganaron la batalla al tiempo. Superado el factor sorpresa, ambos edificios, Casa Cage y Casa Ives, tan distintos, tan propios, se sostienen solos.