Ciudadanos contra la libertad
Los que no se van a divorciar hacen manifestaciones contra el divorcio; las que nunca abortar¨¢n, contra quienes lo necesitan; los que nunca se casar¨¢n con los de su mismo sexo, contra el matrimonio de homosexuales. Me parece que su concepto de libertad es poco ejemplar: su ira ser¨ªa justa si les hicieran divorciarse, abortar o casarse con su confesor. Bajo este concepto espurio de libertad hemos vivido siglos, y es una ilegalidad moral que asusta. La Iglesia no convoca, dice, pero propaga la idea de las manifestaciones, absuelve a sus fieles del mal que puedan hacer en ellas, se lo recomienda. La Iglesia cuyos miembros caen en el extra?o vicio del celibato del que algunos escapan clandestinamente y a veces malamente denunciado por sus v¨ªctimas: es contrario a la Ley de ese mismo y raro Dios que les dijo: "Creced y multiplicaos" . Han crecido, se multiplican captando a otros, no con la alegre coyunda consentida. He visto rep¨²blicas y revoluciones, en ¨¦ste y otros pa¨ªses, y en ninguna se ha dictado una orden roja obligando a los sacerdotes y a las monjas a casarse. Lo han hecho, eso s¨ª; a algunos les he conocido que al verse seglares han descubierto no s¨®lo las dulzuras y estremecimientos pr¨¢cticos del sexo, sino la querida compa?¨ªa en la vida.
Soy partidario de la pareja: con tal entusiasmo, que creo que se deben tener una detr¨¢s de otra sin limitaci¨®n; no soy partidario del aborto porque creo que es un trauma para la mujer, pero no acepto que se la persiga o se la castigue por ello, ni a quien la ayude, porque la asquerosa sociedad siempre la ha segregado, maltratado y despreciado, y a su hijo, y ha inventado para ¨¦l el insulto de bastardo, y el m¨¢s repugnante de hidep¨². La homosexualidad no me estimula, pero deseo que quienes tienen ese sentimiento y esa biolog¨ªa, o fisiolog¨ªa, puedan tener los mismos derechos que los heteros.
Haciendo c¨¢lculos, algo de futurolog¨ªa con la base de prolongar las tendencias de pensamiento y su multiplicaci¨®n geom¨¦trica, creo que antes del medio siglo la Iglesia cat¨®lica habr¨¢ perdido su influencia en Espa?a; y al final del siglo vegetar¨¢. Creo que el espantajo judeorromano no resiste a estos conocimientos. Estas manifestaciones adelantan su declinar y ca¨ªda.
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