Ya somos hist¨®ricos
Alabada sea la misericordiosa verdad: el cronista no cree en Mariano Rajoy, pero haberlo, haylo. Y haylo, aunque espigue a la h¨²meda sombra de un Acebes. Haylo y se ha comprometido hasta los zancajos. Tanto como para echarle las bendiciones a Francisco Camps, en una G¨¦nova a¨²n turbada y escarmentada por la Conferencia de Presidentes. Y all¨ª, Mariano Rajoy se le manifest¨® a Francisco Camps y le anunci¨® que procediera a la reforma del Estatuto de Autonom¨ªa de la Comunidad Valenciana, sin rodeos, a por todas, a ese m¨¢ximo nivel que nunca ha sabido o ha querido explicitar el presidente de la Generalitat, hasta ahora que le han dado la venia sus mandos. Es decir que el siempre dubitativo y desamparado Rajoy, que haylo, miren ustedes por d¨®nde, le estaba soplando: anda ya, m¨¦tele la quinta y no pares hasta alcanzar una autonom¨ªa hist¨®rica, una autonom¨ªa de veras, de ¨¦sas cuyo presidente tiene la prerrogativa de disolver las Cortes e iniciar una nueva legislatura, como hacen las autonom¨ªas de pantal¨®n largo. Est¨¢s en condiciones de consensuar con las mayor¨ªas, y te percatar¨¢s de c¨®mo encima todo el PP te da el estrene. Mientras Aznar no para de envolverse, con parsimonia, en el sudario de su delirante y decimon¨®nico nacionalismo patri¨®tico, Francisco Camps se apresuraba a trasladarle la buena nueva a Joan Ignasi Pla, secretario general de los socialistas valencianos. Buena nueva que no es m¨¢s que la raz¨®n mantenida precisamente por el PSPV, desde hace mucho, a la hora de insistir en la necesidad de reformar el Estatuto, pero en profundidad, sin cortapisas ni gaitas. Camps ha salido del Senado, tras la Conferencia de Presidentes auton¨®micos, con otro talante m¨¢s amplio y se ha encontrado con un Rajoy que haberlo, haylo, y que adem¨¢s anda hecho una madraza, aunque, eso s¨ª, algo refunfu?ona. Pero, ?a que se figuran qui¨¦n puede estar detr¨¢s de tales mudanzas? No es dif¨ªcil percibir las influencias de Zapatero y Jordi Sevilla, y el espanto a un suelo pantanoso que puede engullirse a un PP inm¨®vil y agotado en sus errores pol¨ªticos. Se les cumple el turno y siguen menguando, fragment¨¢ndose, enfrent¨¢ndose. Se les ha esfumado las perversas mayor¨ªas absolutas y el insaciable monolitismo. Confiemos en que ning¨²n otro partido realmente democr¨¢tico herede tanta fatalidad y una agon¨ªa tan lenta: es una herencia envenenada que concluye devorando todos los ¨®rganos.
Para la reforma del Estatuto a¨²n le quedan algunos meses al presidente Camps, y muchas negociaciones por delante. Pero antes tiene que v¨¦rselas con los cipayos de Zaplana, en el congreso regional. Camps juega con triunfos. S¨®lo Alicante se le resiste: a pesar de que el presidente les ha ganado algunas posiciones, Jos¨¦ Joaqu¨ªn Ripoll y Julio de Espa?a se atrincheran en una mayor¨ªa de compromisarios provinciales, que defienden los dominios e intereses del portavoz, frente a un Camps que se est¨¢ haciendo con las riendas del PPCV. Le faltaban las atribuciones que le ha conferido Rajoy. Con ellas, varios de sus adversarios saben que, de prosperar los cambios estatutarios, les empezar¨¢ la cuenta atr¨¢s. Y puede cundir el des¨¢nimo. M¨¢s de uno, ya ha iniciado la ceremonia del chaqueteo. Para que te f¨ªes.
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