Romario se refugia en su cuna
Despedido por el Fluminense, el brasile?o vuelve a sus casi 39 a?os al Vasco, su primer club
Por tel¨¦fono. A¨²n peor, por un mensaje en su contestador autom¨¢tico. As¨ª supo Romario d¨ªas atr¨¢s que su contrato con el Fluminense estaba roto. El presidente del club, David Fischel, se declar¨® triste, pero dijo que son las cosas de la vida. Si hasta los matrimonios sufren desgastes y se separan, record¨® Fischel, ?qu¨¦ hacer cuando una relaci¨®n entre un futbolista y un club se agota?
Romario, altivo siempre, arrogante como pocos, no se mostr¨® demasiado triste. Cerr¨® pendencias sobre la parte financiera -tiene unos 150.000 euros pendientes de cobrar del Fluminense- y se fue a la playa. Ya sabe cu¨¢l ser¨¢ su pr¨®ximo destino: el Vasco da Gama, en el que empez¨® su carrera profesional en 1985 y con el que mantiene una antigua e intensa relaci¨®n de amor y desamor -ahora parece que le ha perdonado una deuda de cuatro millones y debe buscarse un patrocinador que costee su salario-. Se presentar¨¢ en ¨¦l a mediados de noviembre y sobre la cancha en enero, cuando cumplir¨¢ 39 a?os de edad. Mientras tanto, se dedicar¨¢, seg¨²n ha comentado a sus amigos, al futvolley, un deporte muy popular en R¨ªo de Janeiro, mezcla de f¨²tbol y volley, y a preparar su partido de despedida internacional, en el que vestir¨¢ por ¨²ltima vez el uniforme oficial de la selecci¨®n brasile?a y en el que el rival estar¨¢ formado por compa?eros de sus tiempos en la cumbre.
No es el que fue. Pero, a veces, a¨²n deslumbra en el tronchado f¨²tbol brasile?o de ahora
El Bajito, como le llaman las hinchadas, El Vov? (abuelito) de Maracana, no piensa todav¨ªa en la jubilaci¨®n. Le llueven los consejos en ese sentido, desde el de Carlos Alberto Parreira, seleccionador nacional, hasta los de la prensa, pero ¨¦l se mantiene inmutable. Aduce que, mientras tenga alegr¨ªa y ganas, seguir¨¢ jugando. Ya se dice, en Brasil, que esa terquedad podr¨ªa llevarle al nicho de los viejos ¨ªdolos que, por no parar, acabaron por corroer la imagen de su gloria pasada. Garrincha, dios absoluto del f¨²tbol alegre y juguet¨®n de los a?os 60, se arrastr¨®, por ejemplo, mucho m¨¢s de lo prudente y jug¨® o quiso jugar hasta 1982, un a?o antes de morir, v¨ªctima del alcoholismo y de las infiltraciones brutales en sus rodillas desgastadas.
Romario a¨²n no corre ese riesgo. La verdad es que en los campos parece cansado y que su juego no es m¨¢s que una p¨¢lida sombra de lo que fue. Pero contin¨²a siendo una sombra pre?ada de magia y se lanza en jugadas espectaculares que opacan casi todo lo que se ve en el desgastado y troncho f¨²tbol que se desarrolla, hoy por hoy, en Brasil. Como los mejores jugadores del mejor f¨²tbol del mundo se transformaron en parte de la cuota de exportaciones, los que se quedan carecen de carisma y pocos demuestran potencial para alguna vez intentar aventuras como las que consagraron a la generaci¨®n de Romario.
Por los tres grandes equipos de R¨ªo -Vasco, Flamengo y el m¨¢s antiguo y elitista de todos, Fluminense- Romario dej¨® las mismas marcas sembradas en el PSV Eindhoven, en el Barcelona, en el Valencia y en Qatar. Es decir: lances magistrales, capaces de sorprender a todos, aficionados deslumbrados en los primeros tiempos de novedad y... pol¨¦micas con entrenadores, peleas con otros jugadores, desaf¨ªos a los hinchas, exhibiciones de la m¨¢s pura indisciplina, frases sueltas como navajas ciegas... Porque sus exigencias est¨¢n ah¨ª: no comparte dormitorio en los viajes, no se entrena junto a los dem¨¢s, quiere un local especial en el aparcamiento del club para alguno de los ejemplares de su colecci¨®n de coches y, por encima de todo, no admite ning¨²n control sobre su vida privada, lo que incluye madrugadas en las discotecas de moda. La arrogancia t¨ªpica de algunos genios. Barcelona todav¨ªa recuerda un di¨¢logo entre el entonces entrenador azulgrana, Johan Cruyff, y El Bajito: "No deber¨ªas salir tanto por la noche", le dijo el holand¨¦s. Y la respuesta a bocajarro del brasile?o: "?Y qui¨¦n crees que eres para decirme esto? ?Mi padre?".
Dos d¨ªas antes de ser echado del Fluminense, Romario larg¨® otro de sus petardos verbales contra un oscuro ciudadano llamado Alexandre Gama que se acaba de estrenar como t¨¦cnico de un club grande. Gama dijo que, tras Pel¨¦, los mejores futbolistas hab¨ªan sido Zico y Ronaldo. Romario ataj¨®: "?Y ¨¦se [Gama] qui¨¦n es? Acaba de subirse al autob¨²s, a¨²n est¨¢ parado, nadie le abri¨® lugar y ya quiere un sitio junto a la ventana". Gama se ha quedado en el club. ?l, no.
Las actitudes de Romario son o, al menos, podr¨ªan ser absolutamente comunes entre los jugadores brasile?os. La inmensa mayor¨ªa viene de los barrios m¨¢s miserables y violentos. Al ganar fama y dinero, se lanzan a todas las peque?as venganzas contra lo que la vida no les dio. Romario, por ejemplo, naci¨® al borde de la favela de Jacar¨¦, una de las m¨¢s violentas de R¨ªo. Casi todos sus amigos de la infancia murieron ante la polic¨ªa o en guerras entre bandos de narcotraficantes. "Hubo una ¨¦poca en la que pasaba por las tiendas y s¨®lo pod¨ªa mirar", dijo El Bajito cuando viv¨ªa en Espa?a; "ahora, compro todo lo que quise y no pude comprar". En su garaje reposan un BMW, un Maserati, un Ferrari, un Porsche, un Larborghini, un Hunter y, algo m¨¢s normal, un Audi para diario. Comprar lo que quiere y la lealtad a los pocos amigos de siempre son caracter¨ªsticas tan propias de Romario como la indisciplina. No mide el precio cuando quiere algo. Y tampoco la solidaridad y la generosidad con los supervivientes de la infancia miserable en Jacar¨¦.
Hay algo, sin embargo, que est¨¢ fuera del alcance de su chequera: el calendario. Lejos qued¨® ya 1994, cuando llen¨® de maravillas la Copa del Mundo de Estados Unidos y fue nombrado por la FIFA el mejor del a?o; lejos, el Bar?a o el Flamengo, cuando hipnotizaba a los adversarios mientras enamoraba a la pelota; lejos, la admiraci¨®n de los panaderos de Eindhoven, de las j¨®venes de Salamanca, de los taxistas de Barcelona y del carnaval de R¨ªo, de la gente de ciudades en las que nunca estuvo. Lejos de todo eso, Romario insiste en seguir. Al fin y al cabo, su vida entera ha sido un desaf¨ªo. ?Un delantero centro de 1,67 metros? ?l demostr¨® que s¨ª, que se puede ser. Quien insisti¨® en el equ¨ªvoco termin¨® envuelto por la telara?a de sus jugadas antol¨®gicas.
A sus casi 39 a?os, ya no es, en efecto, el futbolista del Bar?a, del Flamengo o de hace cinco o seis temporadas. Pero Romario todav¨ªa tiene la capacidad de la magia. Menos que antes, pero a¨²n la tiene. ?Hasta cu¨¢ndo?
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