"Resistir en Euskadi es una cuesti¨®n de decencia personal"
Fundador del Frente de Liberaci¨®n Popular en la dictadura franquista, impulsor de una de las primeras ikastolas clandestinas, consejero socialista en los Gobiernos vascos de coalici¨®n, promotor de la librer¨ªa Lagun, Jos¨¦ Ram¨®n Recalde es uno de los grandes intelectuales vascos y un hombre permanentemente comprometido en la lucha contra la imposici¨®n y la violencia. Contra esa cabeza privilegiada, contra ese coraz¨®n animado por la ¨¦tica y el sentido de la dignidad, dispar¨® ETA hace cuatro a?os. No han logrado destruirlo porque tiene la receta para vencer al temor y al dolor. Acaba de escribir sus memorias.
Pregunta. Sus memorias aparecen marcadas al rojo vivo por dos fechas trascendentales y una com¨²n reacci¨®n de sorpresa. El 20 de agosto de 1962 exclama para sus adentros: "O sea, que es as¨ª como se vive una detenci¨®n". Y el 14 de septiembre de 2000 musita para s¨ª: "O sea, que as¨ª es como me viene la muerte".
"El nacionalismo se apropia de las palabras y los s¨ªmbolos para poder descalificar a los dem¨¢s. Nunca reconocieron como 'lehendakari' a Ram¨®n Rubial"
"La batalla de las v¨ªctimas del terrorismo es un ataque al centro de gravedad del nacionalismo"
Respuesta. La sorpresa resulta inevitable en la medida en que no es lo mismo tener asumido que a uno le pueden encarcelar o matar que descubrir que a uno le est¨¢n efectivamente encarcelando o le est¨¢n matando, intentando matar, en mi caso. La reflexi¨®n de fondo es por qu¨¦ un ciudadano tiene que enfrentarse en su vida a dos acontecimientos traum¨¢ticos, a dos atentados contra la libertad y la integridad f¨ªsica.
P. Junto a la sorpresa, hay tambi¨¦n un sentimiento de injusticia, la convicci¨®n de que estaba obteniendo una respuesta desproporcionada a su comportamiento.
R. Pero eso no deja de ser una iron¨ªa, porque, en realidad, nunca esper¨¦ de la polic¨ªa franquista ni de ETA que me perdonaran, por poco que hubiera hecho.
P. En el primer caso, adem¨¢s, usted descubri¨® con horror que sus interrogadores no hab¨ªan le¨ªdo a Sartre.
R. [Risas]. Mi paso por comisar¨ªa tuvo algo de cura de humildad. Como Sartre hab¨ªa escrito que el torturador no puede resistir la mirada del torturado, no se me ocurri¨® nada mejor que lanzar una mirada de sereno reproche al polic¨ªa que me estaba pegando. El resultado fue desastroso. Pensaron que me estaba poniendo chulo y me llovieron muchos m¨¢s golpes. S¨ª, estaba claro que eran ellos, y no yo, quienes ten¨ªan que haber le¨ªdo a Sartre.
P. El 14 de septiembre de 2000, a las 20.15, usted llega a su casa de San Sebasti¨¢n, sale del coche y se ve asaltado por una sombra precedida del ca?¨®n de una pistola. Oye un disparo y siente el impacto en la cabeza. Ese disparo le destapa los recuerdos, de forma que durante unos instantes ve pasar la pel¨ªcula de su vida. Me pregunto qu¨¦ im¨¢genes, qu¨¦ elementos dominaban aquella selecci¨®n de la memoria.
R. M¨¢s que ver pasar la pel¨ªcula de mi vida, lo que ocurri¨® fue que mi pensamiento se abri¨® repentinamente a toda mi vida. Por buscar un t¨¦rmino religioso, podr¨ªamos decir que fue una especie de examen general de conciencia. Al tiempo que me daba cuenta de que me mor¨ªa, reflexion¨¦ sobre lo que hab¨ªa hecho y lo que me quedaba por hacer.
P. Confortado, eso s¨ª, por las animosas palabras de su mujer: "De un tiro en la boca no se muere nadie".
R. [Risas]. S¨ª, cuando empec¨¦ a sentirme d¨¦bil y a dejarme ir, le apret¨¦ la mano a Mar¨ªa Teresa. Ella, al ver mi mirada desva¨ªda, me solt¨® esa frase tan rotunda, para animarme y animarse.
P. ?Puedo preguntarle qu¨¦ es lo que encontr¨® en esos momentos que ya estaba hecho y qu¨¦ le quedaba por hacer?
R. Puede pregunt¨¢rmelo, pero yo prefiero no responder. Son cosas ¨ªntimas.
P. ?C¨®mo cambiaron su vida estas dos experiencias traum¨¢ticas?
R. En los dos casos ha habido un antes y un despu¨¦s. La c¨¢rcel me dej¨® una huella muy grande, sobre todo porque estuve un a?o entero sin ver a mi segundo hijo, que ten¨ªa cuatro meses cuando me detuvieron. Padec¨ª la t¨ªpica angustia del preso que ve que el tiempo se le escapa en la prisi¨®n. Recuerdo que en la radio del patio sonaba mucho la canci¨®n Cuando calienta el sol aqu¨ª en la playa. Lo que hice al salir fue volcarme en la lucha contra el franquismo y de forma m¨¢s expresa. Y en cuanto al atentado, creo que ha acelerado mi jubilaci¨®n, adem¨¢s de que, seg¨²n mi mujer, me ha hecho m¨¢s cascarrabias. Hay que tener en cuenta que ten¨ªa 70 a?os cuando me pegaron el tiro. Me ha dejado algunas secuelas f¨ªsicas, pero no demasiadas; el problema es que ya no me siento con fuerzas para llevar pleitos y asesoramientos, para adaptarme a los cambios legislativos, salvo, claro est¨¢, los cambios que tengan que ver con la pol¨ªtica. A m¨ª, esas cosas m¨¢s bien me rejuvenecen.
P. No me diga que el plan Ibarretxe act¨²a como un elixir de juventud en usted.
R. Me subleva y me anima a seguir peleando en la pol¨ªtica porque supone la aniquilaci¨®n de lo que hemos construido con tanto trabajo. Para quienes creemos en la naci¨®n como construcci¨®n ciudadana, para quienes defendemos la Constituci¨®n como regla com¨²n y el Estatuto como la Constituci¨®n de nuestro pa¨ªs, el plan Ibarretxe supone el triunfo de la irracionalidad, es la justificaci¨®n de la vida pol¨ªtica en base a unos supuestos albores de la historia. Para nosotros, los vascos, es un hecho grav¨ªsimo ya que la Comunidad Aut¨®noma Vasca es la creaci¨®n constitucional que ha permitido nuestra unidad pol¨ªtica, lo que ha posibilitado vertebrar la comunidad m¨¢s invertebrada de toda Espa?a.
P. Mucha identidad invertebrada.
R. Eso es. Todos participamos de esa identidad, pero volvemos a encontrarnos sin un proyecto unitario, y por eso vuelve a aflorar el asunto de las dos comunidades, que, en el fondo, es una manera nacionalista de plantear el problema.
P. ?Asumir la existencia de dos comunidades es ya el principio de la escisi¨®n?
R. S¨®lo tenemos que admitir que hay tendencias centr¨ªpetas y centr¨ªfugas. El riesgo de la dispersi¨®n existe, y el deber de la construcci¨®n tambi¨¦n existe.
P. En sus memorias lanza una mirada severa sobre el pasado, su pasado pol¨ªtico. ?Por qu¨¦ esa severidad en una persona que luch¨® honestamente contra la dictadura, que sufri¨® c¨¢rcel por defender la libertad y los valores de la izquierda?
R. Porque nuestro ideario estaba demasiado encandilado con planteamientos de los que quedaba excluida la democracia. Ya s¨¦ que no es lo mismo haber sido estalinista con Stalin que estalinista en Espa?a, algo que por otra parte yo nunca he sido, ni que es igual haber defendido la dictadura del proletariado en Espa?a que en los pa¨ªses en los que estaba instaurada esa dictadura, pero as¨ª y todo, ¨¦sa es una autocr¨ªtica que tenemos que hacer porque est¨¢bamos enga?ados cuando habl¨¢bamos con desprecio de la democracia formal. Una de mis reflexiones centrales es que el enga?ado es culpable o, al menos, responsable de haberse dejado enga?ar.
P. Supongo que eso no le llevar¨¢ a renegar de su lucha contra el franquismo...
R. Para nada. Aunque mi lucha no haya sido perfecta, pienso por principio que aquellos que no lucharon contra Franco son menos dem¨®cratas que yo. Adem¨¢s, lo ¨²nico que hab¨ªa organizado contra el franquismo eran esas corrientes de izquierda. No vimos en la lucha a gente que defendiera otros modelos y todos sabemos que las democracias occidentales no movieron un dedo contra Franco. Muchos se llenan la boca de antifranquismo, pero cuando yo fui a la c¨¢rcel, los nacionalistas no estaban all¨ª. Luego empezaron a llegar los de la primera ETA, cuando todav¨ªa no hab¨ªa cometido ning¨²n crimen. Y hay que recordar que ETA surgi¨® precisamente porque los nacionalistas no hac¨ªan nada. En aquel tiempo hab¨ªa muchos vascos en la c¨¢rcel, pero era por comunistas.
P. ?Le parece significativo el hecho de que muchos de los que se enfrentan p¨²blicamente a ETA son, como usted mismo, antiguos luchadores antifranquistas? ?Siempre son los mismos los que arriesgan, dan la cara, generalmente para perder, a lo largo de la historia?
R. Pienso que eso es as¨ª porque el motor m¨¢s importante de la acci¨®n pol¨ªtica es el compromiso ¨¦tico, y, se reconozca o no, ese compromiso ¨¦tico estuvo presente entonces, incluso entre los comunistas m¨¢s dogm¨¢ticos que luchaban contra Franco.
P. Usted reitera la idea de que esa resistencia a la imposici¨®n, a las dictaduras, no es una cuesti¨®n de hero¨ªsmo, sino de decencia.
R. As¨ª es.
P. ?Y de qu¨¦ pasta est¨¢n hechos los h¨¦roes, si no es precisamente de dignidad, de decencia, de generosidad?
R. Yo prefiero hablar de gentes con sentido de la decencia, lo que yo llamo tener verg¨¹enza torera. Simplemente, tienes que cumplir una funci¨®n, y eso te obliga. La verdad es que como estudiosos del marxismo y el existencialismo, nosotros nos formamos pol¨ªticamente en el sentido del compromiso, el engagement que dicen los franceses, y eso nos vino bien porque nos ayud¨® a comportarnos con decencia. Al temor y al dolor se les vence con esta especie de moral estoica, de decencia, que lleva a la posible v¨ªctima a negarse a que le paren mientras viva y a que, cuando deciden matarla, le arrebaten su propio morir como acto final de su vida.
P. En sus memorias, recoge usted unos versos de Gabriel Aresti en los que su desaparecido amigo sentenci¨® que el vasco que no tenga por l¨ªmite la justicia, la libertad y una vida digna y noble no es vasco porque no es hombre. ?Qu¨¦ l¨ªmites para la vasquidad habr¨ªa que fijar hoy?
R. Lo sabemos desde Arist¨®teles: prudencia, justicia, fortaleza y templanza. Pero seguramente hoy deber¨ªamos modificar el orden, de forma que sea justicia, fortaleza, prudencia y templanza.
P. A lo largo de estos a?os han ido cayendo un buen n¨²mero de amigos suyos. ?Puede decir, como Rilke, que no le da miedo contemplar a los muertos?
R. [Recalde cita en alem¨¢n la frase textual de Rilke: "No me da miedo contemplar a los muertos cuando aparecen ante nosotros y est¨¢n aqu¨ª presentes como las dem¨¢s cosas"]. No, no me dan miedo, y yo tambi¨¦n creo que est¨¢n entre nosotros. Siento una gran frustraci¨®n porque hayan desaparecido y porque lo hayan hecho luchando por los dem¨¢s, tambi¨¦n por las familias a las que pertenec¨ªan los asesinos.
P. ?Dan tambi¨¦n fuerza en estos momentos, algo ¨¦picos, en los que haber sido ya herido en un atentado no le libera a usted de tener que vivir escoltado?
R. Dan fuerza para sostenerse en los nuevos tiempos, pero no dejan de ser referencias muy tristes porque uno piensa siempre que ten¨ªan que seguir estando vivos y con nosotros.
P. Usted ve una particular perversi¨®n de ETA en aquellos atentados dirigidos contra personas que hab¨ªan hecho m¨¦ritos en la lucha por las libertades. Cree que es algo deliberado.
R. Ha pasado en bastantes casos. Recuerdo ahora al general Suso, que fue el militar que hizo desaparecer los antecedentes penales de mi amigo el ling¨¹ista Koldo Mitxelena para que pudiera entrar en la carrera docente. Pas¨® con el capit¨¢n general de Madrid Quintana Lacacci, que se opuso a la intentona golpista del 23-F, y con el presidente del Tribunal Constitucional Francisco Tom¨¢s y Valiente, un luchador por las libertades y contra Franco que escribi¨® un libro contra la tortura en el que precisamente describe mi paso por comisar¨ªa. Y ha pasado tambi¨¦n entre los pol¨ªticos: Fernando Buesa, Ernest Lluch, etc¨¦tera. A m¨ª no me cabe duda de que ha habido una selecci¨®n perversa y que los asesinos han estado defini¨¦ndose por el tipo de v¨ªctimas que eleg¨ªan.
P. Escribe usted: "Euskalherria p¨¢lida madre, ?qu¨¦ han hecho contigo tus hijos?".
R. La frase es de Bertolt Brecht, claro, y se refiere al triste juicio que le merece en ese momento su pobre Alemania. Aqu¨ª, en Euskadi, tenemos algo parecido. Han dado el primer paso al definir a una sociedad a partir de la etnia, han subido el segundo escal¨®n, que es utilizar la muerte de los hermanos, y est¨¢n ascendiendo tambi¨¦n a un tercer nivel, que es aprovecharse cobardemente de esta situaci¨®n para consolidar una sociedad de expulsi¨®n y crimen. El pacto de Lizarra, pero sobre todo el pacto del nacionalismo con ETA, fue una verdadera traici¨®n. El nacionalismo vasco siempre ha pretendido tener el monopolio de la relaci¨®n con la violencia, ya sea como apoyo a la misma, como disculpa o como condena. Por eso, la batalla que est¨¢ libr¨¢ndose a favor de las v¨ªctimas de la violencia es un ataque al centro de gravedad del nacionalismo, es una bandera de la que el nacionalismo carece. La sociedad vasca est¨¢ silenciada no s¨®lo por la violencia, sino tambi¨¦n por el abuso cotidiano de poder. Para nuestra desgracia, el PNV ha impuesto su posici¨®n dominante aprovech¨¢ndose de la voluntad de concordia de los no nacionalistas.
P. Usted ha dedicado muchas energ¨ªas a la b¨²squeda de f¨®rmulas federalistas que aseguren la convivencia entre los pueblos. ?Ve en Espa?a a la gran estancia abovedada del Estado que acoge a las autonom¨ªas, o a una naci¨®n que debe reforzar sus lazos afectivos y las complicidades culturales y pol¨ªticas internas?
R. Yo he dejado de utilizar el t¨¦rmino naci¨®n porque ha pasado a ser muy ambiguo. Se puede hablar de la naci¨®n de ciudadanos frente a la naci¨®n ¨¦tnica, pero es preferible hablar de comunidades m¨¢s o menos abiertas, m¨¢s o menos territoriales. En todo caso, lo que hay que defender es la pertenencia enriquecedora a distintas comunidades. Hay que defender no s¨®lo la pertenencia a un Estado espa?ol que para m¨ª es ya federal, aunque sea mejorable, sino tambi¨¦n a la propia comunidad espa?ola, que es una comunidad hecha a trav¨¦s de los siglos, de la cultura y de la lengua. Para nosotros, los vascos, la existencia de esa comunidad espa?ola es todav¨ªa m¨¢s evidente que, por ejemplo, para los catalanes, porque su peso cultural en Euskadi es muy grande. Nosotros tenemos tambi¨¦n nuestra lengua vasca, que debemos desarrollar, y formamos parte de la misma comunidad cultural que se extiende por Navarra y Francia. Todo es compatible. Yo soy guipuzcoano, vasco, espa?ol, europeo, occidental.
P. ?Dir¨ªa que el nacionalismo vasco es un h¨ªbrido entre el modelo esencialista y el modelo ciudadano en el sentido de que juega con las dos bazas?
R. Juega con las dos, en efecto, pero su justificaci¨®n ideol¨®gica no es la ciudadana, es la esencialista, la etnicista.
P. Tiene un juicio muy negativo sobre los Gobiernos de coalici¨®n PNV-PSE en los que particip¨®. ?Bajo qu¨¦ condiciones podr¨ªan repetirse esos Gobiernos?
R. Nos enga?aron, y ya he dicho que la responsabilidad es nuestra por habernos dejado enga?ar. Cometimos el gran error de cederles el puesto de lehendakari y, como escribi¨® Maquiavelo: "La generosidad que supone abandono de poder, ni es rentable, ni se debe esperar que sea agradecida". El nacionalismo, desde luego, no nos lo agradeci¨®, nunca acept¨® lo que val¨ªan nuestros votos, siempre nos consider¨® unos intrusos. Fue una experiencia penosa, nos ningunearon, nos dirigieron y capitalizaron buena parte de nuestro trabajo. Con el interesado arbitrio de Ardanza, ?menudo ¨¢rbitro!, siguieron haciendo su pol¨ªtica nacionalista. No hay que pensar en pactos previos de ninguna clase. Lo que tenemos que hacer los socialistas es afirmar nuestra propia fuerza.
P. A su juicio, los errores y los enga?os fueron facilitados por dirigentes del PSE m¨¢s interesados en conservar los cargos que en favorecer la estrategia de su partido...
R. S¨ª, es algo que puede pasar en todas partes, y aqu¨ª tambi¨¦n pas¨®.
P. Dice que el nacionalismo se ha apropiado no s¨®lo de los s¨ªmbolos comunes vascos, sino tambi¨¦n de t¨¦rminos como soberan¨ªa y autodeterminaci¨®n. ?Qu¨¦ soberan¨ªa y autodeterminaci¨®n reivindica?
R. La soberan¨ªa es un concepto vago, y por eso mismo no puede ser aplicada a un concepto de parte, como hace el nacionalismo, sino a la construcci¨®n de la sociedad civil. La soberan¨ªa est¨¢ en la Constituci¨®n. Y los vascos ya estamos autodetermin¨¢ndonos; primero, de forma individual en el aut¨¦ntico sentido de la palabra autodeterminaci¨®n, como dec¨ªa Kant, y luego, tambi¨¦n en el sentido sociopol¨ªtico desde el momento mismo en que empezamos a construir la sociedad democr¨¢tica. El nacionalismo se apropia de las palabras y los s¨ªmbolos para poder descalificar a los dem¨¢s. Nunca reconocieron como lehendakari a Ram¨®n Rubial. Le llamaban presidente porque cre¨ªan y creen que el lehendakari est¨¢ reservado para los nacionalistas.
P. ?Habr¨ªa que exigir claridad, m¨¦todo y coherencia en el refer¨¦ndum que pretende Ibarretxe?
R. No hay otra forma cuando lo que se pretende es alterar unilateralmente lo existente e ir al secesionismo. Hay que garantizar que las decisiones no sean irreversibles, porque el nacionalismo quiere hacer su pregunta y luego impedir que haya marcha atr¨¢s.
P. Escribe usted: "Para abandonar el infierno y subir a las estrellas hay que estar puro y dispuesto, saber mantener el paso erguido del hombre". Sobrevivi¨® al atentado, sali¨® del infierno y volvi¨® a ver las estrellas en el cielo donostiarra, pero ?puede explicarse algo m¨¢s?
R. Son tr¨¢nsitos individuales que cada uno de nosotros deber¨ªa cumplir. A la salida del infierno, las estrellas ofrecen ¨²nicamente el descanso de la contemplaci¨®n, pero el final del purgatorio en el que vivimos nos emplaza a seguir el camino. Para subir a las estrellas hay que estar puro y dispuesto. Ese camino que queda por recorrer para conseguir objetivos dif¨ªciles pero alcanzables requiere lo que Bloch llama "el paso erguido del hombre" y que yo asocio con la ¨¦tica como motor de la acci¨®n, del trabajo a favor de la libertad, la igualdad y la dignidad de los hombres. Aunque mis amigos cristianos se sorprendan un poco trat¨¢ndose de m¨ª, acepto que, como dijo el ap¨®stol Juan, quien ama a su pr¨®jimo conoce a Dios. Yo hablo de esa "chispa del alma" que, seg¨²n el maestro Eckhart, "es m¨¢s a nosotros que nosotros mismos".

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