Cuarenta a?os de buen periodismo
En 1964 fund¨® 'Le Nouvel Observateur', la revista francesa que se ha convertido en referente europeo de cultura y periodismo. Su director, premio Pr¨ªncipe de Asturias de Comunicaci¨®n de este a?o, es un maestro del debate. Da gusto escucharle c¨®mo profundiza en el v¨¦rtigo de las noticias.
Jean Daniel, ochenta y cuatro a?os, franc¨¦s nacido en Argelia, director de la publicaci¨®n Le Nouvel Observateur, ha recibido el Premio Pr¨ªncipe de Asturias de Comunicaci¨®n. Su vida ha sido, como dice ¨¦l, la de un privilegiado observador de primera fila de un periodo de la historia que ha visto los totalitarismos, la derrota del nazismo, el hundimiento de los sistemas de tipo sovi¨¦tico, el triunfo del liberalismo, la emancipaci¨®n de la mujer, grandes progresos cient¨ªficos y tecnol¨®gicos, y la aparici¨®n del terrorismo islamista, cuando algunos cantaban el fin de la historia.
Para empezar, su profesi¨®n: el periodismo. Alguien ha dicho que es el oficio m¨¢s bello del mundo. ?Est¨¢ de acuerdo?
Puede ser la mejor profesi¨®n del mundo, pero tambi¨¦n puede ser la peor. Los periodistas tienen un poder injusto. Medio mundo no dispone de libertad de prensa. Pero los que la tienen, a menudo, la malgastan. Libertad quiere decir responsabilidad. El poder injusto que tienen los periodistas es la capacidad de entrometerse directa o indirectamente en la vida privada de las personas y de hacer y deshacer reputaciones. Es el poder de agredir a alguien en aquello que le es m¨¢s querido. Y ¨¦sta es la peor cara de nuestro oficio. Cuando hay una gran tragedia o un gran acontecimiento positivo, cuando el periodista consigue ser el gran intermediario entre la ciencia y el lector, entre el creador y el lector, entre el acontecimiento y el lector, entonces, desde un punto de vista tanto intelectual como pol¨ªtico y de civilizaci¨®n, el periodismo es un gran oficio. ?Por qu¨¦? Porque es la ¨²nica manera para aquellos que no hacen la historia de participar en ella. Est¨¢n los hombres que hacen la historia, los que la sufren y los que se casan con ella; ¨¦stos, que est¨¢n en medio, son los periodistas. Y es muy excitante. A los j¨®venes periodistas siempre les digo que tendr¨¢n un terrible privilegio: vivir la historia al mismo tiempo que se hace.
?A qui¨¦n debe ser leal el periodista?
Un periodista es un hombre de carne y hueso como los dem¨¢s. Por tanto, es subjetivo, tiene una familia, unas creencias, unos gustos, unos sue?os, hay una ecuaci¨®n personal que no se puede evitar. Lo importante es ser consciente de ello. Y a veces los periodistas no hacen el esfuerzo de conocerse a s¨ª mismos. Por otra parte, est¨¢n los principios, que pueden ser universales, pero que necesitan concreci¨®n. Yo siempre he sido partidario de los estatutos de Redacci¨®n, porque se dirigen a los periodistas y a los responsables del peri¨®dico, pero tambi¨¦n a los lectores, que tienen derecho a decirnos: ustedes no han respetado sus compromisos. El periodismo tiene m¨¢s que ver con lo veros¨ªmil que con la verdad.
Lo grave es que, a trav¨¦s del periodismo, lo veros¨ªmil puede convertirse en verdad social.
Usted conoce el reciente caso en Francia de una mujer que denunci¨® un ataque racista que result¨® que no hab¨ªa existido. Todos nos equivocamos, incluido el presidente de la Rep¨²blica. Todos dimos por buena la versi¨®n de la mujer. ?Por qu¨¦? Mi tesis es muy clara: fue la fatalidad de lo veros¨ªmil. En aquel momento, todos los datos que hab¨ªa sobre la mesa eran veros¨ªmiles. La fatalidad de lo veros¨ªmil sustituye a la verdad. Y cuando la verdad estalla, toda la profesi¨®n queda desacreditada. Y los ciudadanos pierden la confianza.
Usted naci¨® en Argelia, volvi¨® all¨ª durante la guerra. ?Qu¨¦ significa Argelia para usted?
Argelia es el decorado de mi infancia. Pero es tambi¨¦n, y sobre todo, el Mediterr¨¢neo. La dimensi¨®n mediterr¨¢nea ha contado para m¨ª m¨¢s que todo lo dem¨¢s. Soy mediterr¨¢neo por el inter¨¦s, por el paisaje, por la memoria y por la cultura. Lucho para que haya una Europa latina que contrarreste la Europa del Norte. Argelia es un pa¨ªs que ha atravesado dos situaciones terribles: la guerra de Argelia propiamente dicha, que dur¨® siete a?os y medio, y la guerra civil de los a?os noventa. Ahora, Argelia es un pa¨ªs apaciguado, donde el 65% de la gente tiene menos de 30 a?os; la mitad de ellos quieren venir a Francia y han encontrado v¨ªnculos muy c¨¢lidos con la juventud francesa. Hay franceses para los que Argelia es el exilio. Para m¨ª, es la historia de un fracaso. Siento como algo personal el fracaso de la descolonizaci¨®n. Yo entr¨¦ en pol¨ªtica con el anticolonialismo. Y Argelia era un caso emblem¨¢tico. Atravesada por la guerra civil, todo el mundo, mi familia tambi¨¦n, estaba dividido. Yo romp¨ª con uno de mis mayores amigos, Albert Camus. La historia de Argelia es el resumen, en un solo pa¨ªs, de todos los fracasos de la descolonizaci¨®n. Hab¨ªamos cre¨ªdo que estos pa¨ªses que ten¨ªan tradiciones antiguas, que hab¨ªan sufrido y que eran todav¨ªa v¨ªrgenes, podr¨ªan aportar cosas nuevas a los gastados pa¨ªses occidentales. No fue as¨ª.
La guerra de Argelia sigue siendo una herida abierta en Francia.
Lo que puede permitir cicatrizar la herida es que, por fin, la guerra de Argelia est¨¢ siendo analizada. Hasta ahora hab¨ªa sido imposible. A trav¨¦s de testimonios, reportajes, libros? se est¨¢ adquiriendo una conciencia que despierta el dolor, pero que al mismo tiempo cura.
En alguna biograf¨ªa suya he le¨ªdo que hizo una tesis sobre Ram¨®n Llull.
No. Es un malentendido que se extendi¨® a partir de una conferencia sobre Llull que hice precisamente en Barcelona. Yo estaba apasionado por Llull, pero no hice una tesis.
?Y qu¨¦ le interesa de Llull que sea relevante para el mundo actual?
Ram¨®n Llull es uno de los que supieron entender que el di¨¢logo no es una confrontaci¨®n entre dos realidades para dirimir qui¨¦n tiene raz¨®n y qui¨¦n est¨¢ equivocado. El di¨¢logo es un intercambio del que sale una verdad nueva que no es ninguna de las dos que entraron en confrontaci¨®n. Ram¨®n Llull era un hombre de fe. Y fue capaz de ir hasta el l¨ªmite; ¨¦l no exclu¨ªa que el di¨¢logo pudiera alterar su fe y que la verdad fuera una construcci¨®n compartida. La lecci¨®n pol¨ªtica me parece f¨¢cil de deducir.
Usted particip¨® en la resistencia contra el nazismo y form¨® parte de la Divisi¨®n Leclerc, que liber¨® Par¨ªs. Como usted sabe, en Espa?a ha habido pol¨¦mica por la presencia de la Divisi¨®n Azul en la fiesta nacional. ?Qu¨¦ piensa de ello?
La entrada en Par¨ªs con la Divisi¨®n Leclerc es uno de los d¨ªas m¨¢s bellos de mi vida. Ahora que soy mayor puedo decirle que en la vida de un hombre s¨®lo se dan dos o tres momentos as¨ª. En mi compa?¨ªa hab¨ªa tres espa?oles. La primera vez que perd¨ª un amigo fue un joven espa?ol. La guerra de Espa?a para mucha gente no fue s¨®lo una guerra: fue algo a la vez m¨ªstico y literario, con un aura muy especial. Adem¨¢s, la madre de mi maestro, Albert Camus, era una sirvienta espa?ola. Y yo en mi casa ten¨ªa una gobernanta que me educ¨® que se llamaba Esperanza. La guerra de Espa?a era un mito. M¨¢s tarde, con los testimonios de la fil¨®sofa Simone Weil, de Orwell y de otros, empezamos a saber c¨®mo la gente del POUM fue masacrada por los bolcheviques, y empezamos a entender que las cosas eran m¨¢s complejas de lo que cre¨ªamos. Despu¨¦s estuve en Espa?a y me di cuenta de que las familias de casi todas las personas con las que habl¨¦ hab¨ªan estado divididas. Empec¨¦ a comprender por qu¨¦ hab¨ªa tan poco inter¨¦s en hablar de todo aquello.
Se ha confundido la amnist¨ªa pol¨ªtica con la amnesia colectiva.
Probablemente sea as¨ª. Con mis amigos espa?oles comprend¨ª que la Guerra Civil hab¨ªa sido un drama, como la de Argelia. Para responder a su pregunta sobre la presencia de un representante de la Divisi¨®n Azul en la fiesta nacional le dir¨¦ una cosa: creo que es el primer patinazo de Zapatero. En mi opini¨®n, hasta ahora lo hab¨ªa bordado. No hab¨ªa dado un solo paso en falso. Su discurso en Naciones Unidas me pareci¨® excelente. Pero esto ha sido un error. Aunque probablemente se olvidar¨¢ pronto. La reconciliaci¨®n no tiene necesidad de espect¨¢culo. S¨ª a la reconciliaci¨®n, pero ?por qu¨¦ un espect¨¢culo militar?
En 1964, usted fund¨® 'Le Nouvel Observateur'. Cuarenta a?os es mucho para una publicaci¨®n en los tiempos que corren.
Efectivamente, es mucho. Y a menudo hemos tenido que hacer concesiones para sobrevivir. Hemos tenido medios modernos, hemos buscado publicidad, y Claude Perdriel, que lo fund¨® conmigo, ha trabajado empresarialmente con mucha eficacia, respetando siempre la libertad de la Redacci¨®n.
?Cu¨¢l era su objetivo cuando fund¨® la revista?
Tener una publicaci¨®n muy cultural, con la idea de no ir m¨¢s all¨¢ de los 50.000 ejemplares, porque por encima de esta cifra el concepto cambiar¨ªa. En los quince primeros a?os fue extremadamente intelectual. Despu¨¦s, con los cambios profundos de la sociedad, con la desaparici¨®n de las ideolog¨ªas, el protagonismo de la televisi¨®n que influy¨® en la prensa escrita, hicimos correcciones para adaptarnos a la nueva situaci¨®n. En el origen ten¨ªamos las firmas m¨¢s prestigiosas de la cultura francesa y europea.
Juan Goytisolo ha dicho que 'Le Nouvel Observateur' "es un punto de referencia indispensable para juzgar las crisis de nuestras sociedades".
Es muy dif¨ªcil esta tarea. F¨ªjese en el momento presente. Sobre la Constituci¨®n europea, sobre Turqu¨ªa, sobre el matrimonio homosexual, sobre la adopci¨®n, hay un debate que es transversal. No hay una derecha y una izquierda que digan nosotros sabemos lo que hay que pensar en funci¨®n de nuestra posici¨®n ideol¨®gica. Veo a la gente muy desconcertada. Sin argumentos claros, con mucha angustia. Y hay que hacer lo que Goytisolo dice: intentar encontrar los elementos para poder pensar. La distinci¨®n entre el bien y el mal es m¨¢s f¨¢cil en algunos grandes temas, como, por ejemplo, el terrorismo, y el terrorismo islamista en particular, que es una cosa nueva, profunda, incomprensible para todo el mundo, incluso para los musulmanes.
Su maestro Albert Camus dec¨ªa que el primer problema filos¨®fico era el suicidio. ?Usted cree que ahora pensar¨ªa que es el terrorismo suicida?
S¨ª, ciertamente. Camus denunci¨® durante mucho tiempo lo que ¨¦l llamaba el crimen de l¨®gica. Es decir, el discurso que conduc¨ªa a cualquier persona a ser un asesino inocente en nombre de la historia. Y hab¨ªa otro reproche que es que, en general, los que enviaban gente a morir, los que enviaban gente a matar, no mataban ellos mismos. Es algo superado. Ahora, los idealistas matan ellos mismos y adem¨¢s se matan a s¨ª mismos, se suicidan. Es una de las cosas m¨¢s desconcertantes de nuestro tiempo. Cuando alguien mata y se suicida, escapa al juicio de la historia. Se sit¨²a fuera de la humanidad. Es al mismo tiempo el asesino y el justiciero. Recientemente le¨ª un c¨®digo de los templarios: a los cruzados les dec¨ªan lo que ten¨ªan que hacer, les promet¨ªan la salvaci¨®n, pero no les ped¨ªan que se suicidaran. Es un fen¨®meno moderno que angustia a la gente y explica, en parte, la locura norteamericana. No saben c¨®mo responder a esto.
Hay una ruptura en el m¨ªnimo com¨²n denominador de la humanidad: si no hay voluntad com¨²n de sobrevivir, ?qu¨¦ queda?, ?qu¨¦ relaci¨®n puede haber entre ellos?
En Espa?a hay cierta familiaridad con la muerte, que en su manifestaci¨®n m¨¢s extrema lleg¨® al Viva la muerte de los franquistas. S¨¦ algo de ello, porque cuando estudi¨¦ filosof¨ªa tuve un profesor que conoc¨ªa muy bien a san Juan de la Cruz y a Unamuno. Y ¨¦l me contaba que en el sentimiento tr¨¢gico de la vida hay siempre un momento de retorno, de elogio de la vida, a partir del cual se pueden construir muchas cosas. Las explicaciones que se dan sobre la pobreza, el abandono, la injusticia que sufren estos j¨®venes que se suicidan, no permiten entender su comportamiento. Se ha visto que en muchos casos son gente de buena familia, con estudios, pero que han sido persuadidos de que la vida sobre la tierra no tiene inter¨¦s, s¨®lo el sacrificio tiene sentido. Y esto en la medida en que se mantenga como argumento frente a los occidentales que tanto aman la vida, tanto que incluso se ha pretendido hacer la guerra con coste cero de vidas propias, puede ser la semilla de una diferencia de civilizaciones: el amor y el odio a la vida.
Usted era amigo de Camus. En la historia cultural francesa de posguerra juega un papel importante la ruptura entre Sartre y Camus. ?C¨®mo la vivi¨® usted?
Yo conoc¨ªa a los dos, pero era amigo de Camus. Y estaba muy influido por ¨¦l. En aquel momento, la audacia de Camus fue muy solitaria. Solitaria porque los intelectuales franceses de la ¨¦poca estaban muy impregnados de respeto por la Uni¨®n Sovi¨¦tica y por el comunismo, incluso cuando expresaban alguna reserva cr¨ªtica. Y cuando se tuvo conocimiento del Gulag, muchos intelectuales siguieron estando muy influenciados por el comunismo y eludiendo el reconocimiento de lo que ocurr¨ªa. Cuando Sartre y Camus se pelearon de una manera tan vigorosa y fuerte, fue una explosi¨®n. En aquel momento, Sartre era indiscutiblemente el Papa de la intelectualidad. Sartre era una persona muy generosa, un peque?o hombre de una simplicidad extraordinaria, que no ten¨ªa en absoluto el comportamiento del genio que era. Y ten¨ªa una autoridad filos¨®fica de la que Camus no gozaba. Con el tiempo se ha visto que Camus ten¨ªa raz¨®n y se ha reconocido la enorme deuda que se tiene con ¨¦l.
A prop¨®sito de Hiroshima, Sartre escribi¨®: "Ya no hay especie humana. Despu¨¦s de la muerte de Dios, he aqu¨ª que se anuncia la muerte del hombre".
La muerte del hombre es un tema m¨¢s de Foucault que de Sartre. Para Foucault, el hombre, el sujeto, estaba desapareciendo. Y no se puede olvidar que la filosof¨ªa de Sartre es una filosof¨ªa de la libertad. La muerte del hombre era la destrucci¨®n del sujeto porque en aquella ¨¦poca todas las ciencias eran program¨¢ticas: el psicoan¨¢lisis, el marxismo, el estructuralismo, la ling¨¹¨ªstica, condicionaban el orden de una manera que no dejaba espacio a la libertad. El hombre estaba determinado por el sexo, por la econom¨ªa, por la lengua. Si es as¨ª, dec¨ªa Foucault, ya no hay hombre. Y, en buena parte, ten¨ªa raz¨®n. Foucault hablaba de la muerte del hombre y al mismo tiempo luchaba por los prisioneros y la situaci¨®n penitenciaria. Hab¨ªa una contradicci¨®n, que al final de su vida admiti¨®.
?C¨®mo super¨® su desencuentro con Albert Camus sobre la guerra de Argelia?
Camus y yo defendimos durante mucho tiempo que era necesario negociar. Camus hizo mucho para conseguir una tregua, para detener la sangr¨ªa, para conseguir una paz, pero no fue posible. Un d¨ªa, yo escrib¨ª que hab¨ªa que negociar con el FLN (el Frente de Liberaci¨®n Nacional argelino). Y Camus dijo que no, que negociar con los rebeldes era entregar Argelia a una sola parte, que era necesario que participaran en el di¨¢logo sectores diversos. Camus no era partidario de la independencia total. No hay ninguna raz¨®n, dec¨ªa, para que los franceses de Argelia sean menos patriotas que los dem¨¢s. Adem¨¢s, ten¨ªa un miedo secreto al islamismo. Secreto, aunque alguna vez lo dej¨® entender. Malraux dec¨ªa: "Desconfiad del cesarismo musulm¨¢n". Camus ven¨ªa dos veces por semana a mi despacho de L'Express; un d¨ªa hablamos y me dijo: "No volver¨¦ m¨¢s".
No ha sido muy bien entendida la famosa frase de Camus "entre la justicia y mi madre, yo escojo a mi madre".
Fue una frase menos metaf¨ªsica de lo que se ha querido creer. No se trataba de una madre simb¨®lica, sino de la madre real. Y ¨¦l dec¨ªa: "No creo en una justicia que conduzca a no ver a mi madre".
La segunda mitad del siglo XX en Francia ha sido dominada por dos grandes figuras pol¨ªticas: De Gaulle y Mitterrand.
Y Mendes-France.
S¨ª, Mendes es su referente pol¨ªtico, pero fracas¨®. Con el paso del tiempo, ?cu¨¢l es su juicio sobre De Gaulle y Mitterrand?
Estamos ante un hombre legendario y un hombre secular. De Gaulle pens¨® siempre que jugar¨ªa un papel, que ten¨ªa una misi¨®n. Cuando estaba en el Liceo ya contaba en sus trabajos escolares lo que quer¨ªa hacer con Francia y rehac¨ªa las batallas de Napole¨®n. De Gaulle era un iluminado: un iluminado que tuvo raz¨®n. La llamada a la resistencia del 18 de junio es un acto incre¨ªblemente irracional. No hab¨ªa raz¨®n para que este coronel que acababa de ser nombrado general de dos estrellas, en un medio en que era dejado de lado por todos -incluso los ingleses le despreciaban-, en Londres, con un peque?o equipo, durante tres a?os hablara con los ingleses como si fuera Stalin, y llegara a conseguir un puesto en el Consejo de Seguridad y a firmar el armisticio con los alemanes e incluso con los japoneses. Es una historia excepcional en la que todo es inveros¨ªmil. No es pol¨ªtica. Por supuesto, est¨¢ el De Gaulle pol¨ªtico, el que ha tomado opciones acertadas y equivocadas.
Pero sin el 18 de junio no habr¨ªa habido el De Gaulle pol¨ªtico. Esa dimensi¨®n inveros¨ªmil fue definitiva.
Por eso es dif¨ªcil hablar de ¨¦l de una manera racional. Pero una vez pasado el periodo genial, ha sido un pol¨ªtico muy importante para la reconciliaci¨®n con Alemania, para el inicio de la construcci¨®n europea, para la Constituci¨®n, para Argelia, aunque se precipit¨® al final al dejarla en manos del FLN. En fin, su actitud en la crisis de Cuba y la guerra de Vietnam fue positiva. En la relaci¨®n con la OTAN y con EE UU estableci¨® una pol¨ªtica que ahora reencontramos con Irak, que ha sido audaz, peligrosa, pero finalmente justificada.
?Y Mitterrand?
Fue un gran pol¨ªtico. Y un verdadero hombre de Estado. De Gaulle dec¨ªa: "Francia soy yo". Mitterrand dec¨ªa: "Yo soy el ejemplo de los franceses". No hablaba de Francia, sino de los franceses. Mitterrand ten¨ªa todas las cualidades y todos los defectos de los franceses. Su historia es una historia plenamente francesa. A esta representatividad hay que a?adir su sentido del Estado, que era enorme, muy exigente, muy protector, muy orgulloso y que suscitaba la aparici¨®n de cortesanos. De Gaulle ten¨ªa cortesanos que se inclinaban ante el genio. Mitterrand creaba sus cortesanos. Desde el punto de vista de la pol¨ªtica francesa, estos dos hombres se detestaban, pero eran complementarios. La diferencia entre De Gaulle y Mitterrand es que Mitterrand siempre pens¨® que pod¨ªa ser objeto de contestaci¨®n sobre su vida privada, mientras que De Gaulle estaba por encima de esas veleidades.
Mitterrand empez¨® con un Gobierno muy ideol¨®gico de izquierdas y acab¨® en plena desideologizaci¨®n.
Como usted sabe, yo he estado muy pr¨®ximo a Mitterrand. Y le reproch¨¦ dos cosas. Los franceses no tuvieron su Bad Godesberg [localidad alemana donde el partido socialdem¨®crata alem¨¢n escenific¨® su giro hacia una nueva izquierda], hasta el punto de que en Espa?a prefirieron a Santiago Carrillo frente a Felipe Gonz¨¢lez. Y Felipe se acuerda muy bien. Yo le reprocho a Mitterrand no haber teorizado, en 1981, el paso del socialismo a la socialdemocracia. Con lo cual, despu¨¦s la gente o pensaba que era un traidor o no entend¨ªa lo que estaba haciendo. La conciliaci¨®n de la socialdemocracia con el mercado no ha sido nunca teorizada por Mitterrand, y fue un error. El segundo reproche viene por la inmigraci¨®n. Yo creo que uno no debe convertirse en franc¨¦s autom¨¢ticamente. Ha de saber la lengua, asumir la Constituci¨®n, jurar sobre la bandera, hacer los ritos necesarios para decir que estamos orgullosos de acogerle y usted est¨¢ orgulloso de ser franc¨¦s. Se lo dije a Mitterrand y no me hizo caso. La integraci¨®n hay que hacerla efectiva; si no, los ciudadanos son extranjeros en su propio pa¨ªs. Hay muchos as¨ª.
?Por qu¨¦ Mendes-France es su referente pol¨ªtico?
Era un hombre que inspiraba una gran confianza. Cuando hablabas con ¨¦l ten¨ªas la certeza de que har¨ªa lo que dec¨ªa. Un hombre de izquierdas, un socialdem¨®crata convencido de que el ciudadano ten¨ªa m¨¢s obligaciones que derechos y que, por encima de todo, estaba la responsabilidad. ?l fue quien empez¨® la descolonizaci¨®n, en Cartago, en T¨²nez. Era la primera vez que se descolonizaba, y no fue De Gaulle, fue Mendes-France. Su error fue la obstinaci¨®n de no querer tratar nunca con el general De Gaulle. Y por esto fracas¨®.
Este periodo ha sido atravesado por el proceso de construcci¨®n europea. ?Qu¨¦ balance hace usted de la Uni¨®n Europea?
Hay dos temas: el acontecimiento en s¨ª y la evoluci¨®n. Yo considero que, desde que el hombre es hombre, es la primera vez que diferentes pueblos deciden libremente, democr¨¢ticamente, sin una guerra de secesi¨®n, sin una guerra civil, juntarse y hacer cosas juntos. Es un acontecimiento que reconcilia con la humanidad, despu¨¦s de todo lo vivido en el siglo XX.
?Se puede considerar que en el origen de Europa est¨¢ la terrible experiencia de Auschwitz, la voluntad de no volverse a matar entre europeos?
No en el origen. Ha ayudado, por supuesto. Pero entonces Auschwitz no ten¨ªa a¨²n el valor simb¨®lico que tiene hoy.
En Europa hay un gran debate por dos cuestiones: la Constituci¨®n y Turqu¨ªa.
Le dec¨ªa antes que est¨¢ el acontecimiento y est¨¢ la evoluci¨®n. Despu¨¦s de la ca¨ªda del muro, la ampliaci¨®n era inevitable, era un deber para con los pa¨ªses del Este. Pero crea serios problemas de gobernabilidad. El riesgo es que la Uni¨®n deje de ser una comunidad pol¨ªtica eficaz y homog¨¦nea y se convierta simplemente en una zona de libre cambio. La Constituci¨®n que se nos propone es insuficiente. Pero rechazarla simb¨®licamente, no jur¨ªdicamente, tendr¨ªa consecuencias muy graves. Aumentar¨ªa el euroescepticismo y ser¨ªa visto por los ciudadanos como un fracaso.
?Y Turqu¨ªa?
Turqu¨ªa es m¨¢s Asia que Europa. Esta naci¨®n tiene grandes problemas: el islamismo, los kurdos y, por supuesto, la condici¨®n de la mujer. Pero hay que tener en cuenta algo muy importante: Turqu¨ªa quiere venir, quiere estar con nosotros. Esto significa que tienen buena opini¨®n de nosotros. ?Cu¨¢l es el problema? Que esta gente puede que quieran tener un r¨¦gimen democr¨¢tico, pero son musulmanes. Y el islam es una religi¨®n muy respetable, pero con una relaci¨®n dif¨ªcil con los valores democr¨¢ticos. Si no aceptamos a Turqu¨ªa, estamos neg¨¢ndoles la posibilidad de que sean como nosotros; si les aceptamos, van a extender el islamismo entre nosotros, con riesgos indudables, y va a ser muy dif¨ªcil igualar unas sociedades con niveles de vida enormemente desiguales. Un rechazo podr¨ªa convertir a Turqu¨ªa en un pa¨ªs hostil, y eso ser¨ªa muy peligroso. Hay que avanzar por etapas. Y otorgarle un estatuto privilegiado de relaci¨®n con la UE, como antesala a una integraci¨®n posterior.
Usted fue como enviado especial a Estados Unidos cuando trabajaba en 'L'Express'. ?Cree que EE UU es hoy un problema para la pacificaci¨®n del mundo?
Es un problema grave en la medida en que el mundo, durante cierto tiempo a¨²n, depender¨¢ de c¨®mo se dirijan las cosas desde Washington. Esta superpotencia, por razones ideol¨®gicas y religiosas, se comporta a partir del convencimiento de que ella representa la democracia y el bien, que aunque los europeos y los ¨¢rabes no lo entiendan, o se est¨¢ incondicionalmente con ella o se est¨¢ en contra. Esta l¨®gica es terrible, porque exige la dependencia ciega. EE UU gestion¨® la guerra fr¨ªa con un amplio consenso occidental. Durante este tiempo han sido ¨²tiles a la humanidad, como lo fueron en la lucha contra el nazismo. En la campa?a entre Bush y Kerry se ve muy claro que hay una persona, Bush, que se siente de acuerdo consigo mismo, que dice que no permitir¨¢ a nadie -y menos a Francia- que les dicte lo que tienen que hacer. Pero los tres debates han demostrado que hay otra Am¨¦rica, que Kerry no se siente en ruptura con Europa, porque en el primero de ellos dijo cosas que Chirac, Schroeder y Zapatero han dicho: que la intervenci¨®n de Irak no estaba justificada y que en vez de servir para erradicar el terrorismo, hab¨ªa contribuido a que se multiplicara. La importancia de una victoria de Kerry es muy grande. El problema ser¨¢ hasta qu¨¦ punto podr¨¢ cambiar de posici¨®n sin el concurso de otras naciones. Hay gente que puede quedar en situaci¨®n muy inc¨®moda si Kerry gana: por ejemplo, los franceses, los alemanes y los espa?oles. Si Kerry es elegido, les dir¨¢: no me dejen solo, yo ya he ganado, ahora vengan conmigo. Algunos desean que Bush gane para no tener que ir a Irak.
Se vuelve a hablar de antisemitismo en Francia.
Hay algunos actos de antisemitismo en algunos barrios, en algunas escuelas. Pero Francia no es antisemita. La mujer m¨¢s prestigiosa de Francia es Simone Weil, la ¨²nica mujer que podr¨ªa llegar a presidenta de la Rep¨²blica. Los principales aspirantes a suceder a Chirac son jud¨ªos. Los dos hombres m¨¢s respetados en Francia son Bernard Kouchner y Robert Badinter. Un joven jud¨ªo no encuentra ninguna dificultad para obtener un empleo, mientras que un joven ¨¢rabe encuentra todo tipo de obst¨¢culos. Es injusto hablar de una Francia antisemita. En algunos zonas, como Alsacia, junto al antisemitismo est¨¢ apareciendo algo nuevo: reacciones anticristianas de grupos de inspiraci¨®n nazi. Es peligroso. Pero mientras dure el conflicto palestino-israel¨ª habr¨¢ actitudes antisemitas.
Y no hay ning¨²n s¨ªntoma de que este conflicto se acabe.
No se puede avanzar en este momento sin una intervenci¨®n extranjera. No hay ninguna raz¨®n actualmente para que israel¨ªes y palestinos se entiendan. Es un crimen no intervenir.
Al principio del siglo XXI, las ideolog¨ªas que m¨¢s pesan son el nacionalismo y la religi¨®n convertida en ideolog¨ªa pol¨ªtica. ?Es un retorno al pasado anterior a la modernidad?
Cuando las ideolog¨ªas funcionan como una religi¨®n no podemos sorprendernos de que a continuaci¨®n las religiones funcionen como una ideolog¨ªa. Es lo que ha ocurrido: ha habido una religi¨®n estalinista.
"No hay otro futuro que el universalismo", ha escrito usted. El cosmopolitismo, el internacionalismo, el ecumenismo, son categor¨ªas de la cultura europea. ?Hay que recuperarlas?
El problema del siglo XXI es conciliar los valores universales con la diversidad de culturas. Para esto no hay otro m¨¦todo que el que los europeos han empleado. El peligro, en este momento, es que los anticolonialistas como yo hemos magnificado la diferencia. La glorificaci¨®n de la diferencia ha conducido al comunitarismo en plural, al regionalismo agresivo, a las afirmaciones de clan. Yo soy un militante de lo universal.
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