Ni?os adoptados
La maldad no se ve; a menudo est¨¢ tan enterrada en el fondo de las personas que ni siquiera puede imaginarse. Y, a veces, cuando se descubre es tan sorprendente que resulta incre¨ªble, quiz¨¢ porque lo que nos ense?a es que muchas personas son justo lo contrario de lo que parecen o, incluso, de lo que representan. Leyendo la autobiograf¨ªa de Margaret A. Salinger, El guardian de los sue?os, uno se pone de color lim¨®n viendo qu¨¦ tipo de canalla es su padre, el enigm¨¢tico y maravilloso J. D. Salinger, ese hombre al que ha hecho c¨¦lebre su aversi¨®n a la fama y que escribi¨® uno de los libros m¨¢s sensibles y m¨¢s comprensivos que se han hecho jam¨¢s sobre la adolescencia, El guardi¨¢n entre el centeno. En el libro de su hija, Salinger es un ser ego¨ªsta, intransigente, mis¨®gino y racista: "Un a?o saqu¨¦ sobresaliente en espa?ol -escribe Margaret- y me dijo: 'Genial, ?ahora estudias el idioma de los ignorantes!". S¨®lo pag¨® los estudios de la ni?a cuando su madre amenaz¨® con cont¨¢rselo a la prensa si no lo hac¨ªa y, a?os m¨¢s tarde, cuando se celebr¨® el banquete de bodas de la muchacha, del que tambi¨¦n se hizo cargo a rega?adientes, se pas¨® la ma?ana contando a los invitados y gritando: "?He pagado por 80 personas! ?D¨®nde demonios est¨¢n?".
Salinger nunca dej¨® que su hija fuera atendida por m¨¦dicos tradicionales, puesto que siempre le impuso sus propias creencias, que iban de la cienciolog¨ªa a la medicina homeop¨¢tica, y lleg¨® a ocuparse personalmente del asunto, practic¨¢ndole acupuntura con astillas, quiz¨¢ para purificarla a trav¨¦s del dolor como purificaba a su esposa a trav¨¦s de la incomodidad, cuando hac¨ªan alg¨²n viaje: ¨¦l iba en preferente y ella en tercera, para que aprendiese las virtudes de la humildad.
El autor de Levantad, carpinteros, la viga del tejado, meti¨® a Margaret en un internado dur¨ªsimo, el colegio de Cross Mountain, donde la muchacha sufri¨® tantas vejaciones que acab¨® en la consulta de un psiquiatra. Al salir, trabaj¨® de camarera, vivi¨® en p¨¦simas condiciones y con escasa ayuda de su acaudalado padre, cuya opini¨®n, seg¨²n le dijo, es que "todas las mujeres son unos par¨¢sitos"; poco despu¨¦s, intent¨® suicidarse y, durante una larga temporada, qued¨® pr¨¢cticamente inv¨¢lida. M¨¢s adelante, al quedar embarazada, fue a ver a su padre para darle la noticia. "Me atac¨® con la brutalidad impersonal de un terremoto", cuenta Margaret, "me pregunt¨® si me hab¨ªa parado a pensar c¨®mo mantendr¨ªa a mi hijo. Pens¨¦ que era su forma de ofrecerme ayuda, as¨ª que le dije que pensaba en ello todos los d¨ªas. Me dijo que no ten¨ªa derecho a traer un ni?o a 'este mundo asqueroso' y remat¨® la faena a?adiendo que esperaba que abortase. Nada de lo que hab¨ªa hecho en el pasado me hab¨ªa preparado para o¨ªr algo tan atroz. Le dije que era algo terrible sugerirme que matase a mi beb¨¦ y me contest¨®: 'Matar, matar... No seas tan melodram¨¢tica". Tras o¨ªr eso, Margaret le hizo frente, por primera vez en su vida, acus¨¢ndole de haber abandonado a sus hijos y ponerlos siempre por detr¨¢s de su trabajo. ?ste es el di¨¢logo que transcribe Margaret Salinger:
-?Y qu¨¦ pasa -me dijo- con la vez que os llev¨¦ a Inglaterra? Eso no me oblig¨® a hacerlo nadie.
-?El viaje a Inglaterra? Pero si en realidad fuimos para que pudieras encontrarte con una adolescente con quien te carteabas.
-Por Dios, ahora est¨¢s hablando igual que todas las otras mujeres que han pasado por mi vida: ex mujeres, hermanas, todas me acusan de haberlas desatendido.
-Por algo ser¨¢ -le dije.
-Entiendo que me acuses de ser algo distante, pero eso es todo. Jam¨¢s he desatendido a nadie. Siemplemente necesitas odiar a alguien. Siempre ha sido as¨ª. Primero odiaste a tu hermano, luego a tu madre y ahora a m¨ª. Todav¨ªa vas al psiquiatra, ?no?
-?Y eso que importa?
-Pero vas, ?no? Nunca has encontrado nada que te hiciera feliz, simplemente eres una neur¨®tica insatisfecha.
En Madrid hay muchas personas que solicitan la adopci¨®n de ni?os. Ahora mismo, hay 600 familias esperando. La mayor parte se queja de que los tr¨¢mites son demasiado largos. Pero, ?qu¨¦ esperan? ?No es l¨®gico que se tomen todas las precauciones? Hay que tener cuidado de a qui¨¦n se le entrega un ni?o, ?no creen? Y a veces, no estar¨ªa mal quit¨¢rselos a algunos que los tienen y no los quieren.
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