El mismo encierro, 20 a?os despu¨¦s
Nueve mineros de Cala (Huelva) reivindican sus puestos de trabajo donde lo hicieron sus padres
Fuera est¨¢ nublado, pero llueve dentro. Dentro son las kilom¨¦tricas galer¨ªas que excavaron centenares de mineros en Cala (Huelva) para ara?ar mineral de hierro a la monta?a. La explotaci¨®n minera se traslad¨® hace d¨¦cadas a la superficie y decenas de t¨²neles quedaron abandonados, convertidos en desag¨¹es de la corta, la mina a cielo abierto. El agua se filtra por las innumerables grietas abiertas por los dinamitazos en la superficie. De los techos de las galer¨ªas lo menos que cae es un incesante goteo. Si fuera llueve, dentro empiezan a surgir riachuelos por doquier. Aqu¨ª se han venido a encerrar nueve mineros de Cala, como hicieron hace 20 a?os sus padres, con el mismo prop¨®sito: mantener su puesto de trabajo.
"Nueve se echaron para adelante y decidieron meterse en el t¨²nel", explica Quint¨ªn, el compa?ero que les lleva comida, ropa, agua y periodistas en un jeep. Un kil¨®metro de cauteloso trayecto por una ancha galer¨ªa salpicada por alg¨²n derrumbe en las paredes laterales lleva a la "sala", habitada desde hace una semana y con el techo seco gracias a una fogata. La misma que ocuparon durante m¨¢s de 50 d¨ªas, en dos ocasiones, los mineros de Calas en 1982. Anselmo Romero, de 37 a?os, ya hab¨ªa estado all¨ª. "Las familias s¨®lo entramos una vez, para hacer una comida, no me acuerdo de casi nada, pero del olor s¨ª, se me qued¨® grabado". A lo que huele es a humedad, una humedad que casi se ve.
El padre de Romero, como la mayor parte de los casi 400 hombres que entonces trabajaban en la mina, segu¨ªan el encierro en las instalaciones de la explotaci¨®n. "Nosotros nos encerramos un d¨ªa en el instituto, y nos tuvo que echar la Guardia Civil", rememora Jos¨¦ Pedro Rodr¨ªguez. "Yo era ni?o, estaba con las mujeres, en la Iglesia", recuerda Antonio Pecell¨ªn, de 29 a?os. Su padre y el de V¨ªctor Guzm¨¢n formaban parte de los 28 que se quedaron m¨¢s de un mes en la "sala". Ense?an orgullosos una foto en la que se les ve, la acaba de traer Joaqu¨ªn, un prejubilado de la mina que fue con el alcalde de Cala?as (Huelva) a interesarse por su situaci¨®n.
Subcontratas
"Aqu¨ª la historia ha vuelto atr¨¢s", sentencia Tom¨¢s Vera. La historia comenz¨® a retroceder en Cala hace dos semanas, cuando 30 trabajadores de Presur decidieron empezar un acto de protesta ante la inminente ejecuci¨®n de un expediente de regulaci¨®n de empleo. Y una semana despu¨¦s consum¨® su vuelta atr¨¢s cuando los nueve que se echaron para adelante entraron en el t¨²nel. "Lo hicimos en secreto, no se lo dijimos a nuestras mujeres, porque no nos iban a dejar", afirma Antonio Moreno.
Presur es una empresa integrada en la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI) y gestiona la mina de Cala desde 1983, cuando la presi¨®n de los mineros logr¨® que el entonces INI se hiciese cargo de la explotaci¨®n de Mineras de And¨¦valo, una empresa que acumul¨® m¨¢s de 12 millones de euros a principios de los ochenta. En estos ¨²ltimos a?os, Presur ha simultaneado la extracci¨®n de hierro con la de ¨¢ridos para la construcci¨®n de carreteras. Y, aunque con p¨¦rdidas, se ha mantenido abierta (es el ¨²nico yacimiento en explotaci¨®n de la provincia tras el cierre de Riotinto, Almagrera, Tharsis y Filon Sur en 2002). Su plantilla ha adelgadazado hasta los 93 empleados, pero el expediente de regulaci¨®n de empleo s¨®lo afecta a 30 mineros.
Presur sobrevivi¨® a la crisis minera de 2002, pero presionados por la marea de cierres, sus trabajadores suscribieron una propuesta empresarial que sacrificaba a un tercio de la plantilla. "Estaba el PP en el Gobierno, las cosas estaban duras", arguye Antonio Pecell¨ªn, que evita echar sal a las heridas abiertas en el ¨²ltimo a?o abierto entre compa?eros. El acuerdo con la empresa enfrenta a los 30 afectados a una disyuntiva: coger una baja incentivada o aceptar una recolocaci¨®n en el cercano yacimiento de n¨ªquel de Aguas Blancas que una multinacional va a empezar a explotar pr¨®ximamente.
"No queremos ni o¨ªr hablar de dinero, tengo tres hijas, y mi puesto de trabajo est¨¢ aqu¨ª, mientras esto siga abierto", dice Carlos S¨¢nchez. Los responsables de Presur han asegurado que la mina estar¨¢ abierta, al menos, hasta 2009. "Es que nuestro trabajo va a seguir existiendo, aqu¨ª ya hay m¨¢s de 20 empleados de subcontratas, y pillar¨¢n a m¨¢s si nos vamos, y eso no lo entendemos"; razona Antonio Moreno.
Todos insisten en qu¨¦ est¨¢n bien de ¨¢nimos y de fuerzas, preocupados porque "los de fuera", sus familias, no sufran de m¨¢s. Pero insisten: "De aqu¨ª no nos vamos si no es en camilla hasta que nos aseguren que no van a tocar lo nuestro". El resto de trabajadores se ha solidarizado y han parado la actividad de la mina esta semana. "Tenemos el apoyo de los 10 alcaldes de la comarca", explica Jos¨¦ Pedro Rodr¨ªguez, que se ha tirado un rato en un colch¨®n, aquejado de la espalda.
Algunos van a estirar las piernas por las oscuras galer¨ªas, mirando con precauci¨®n los derrumbes. "Lo ¨²nico que nos ha dado un susto han sido los murci¨¦lagos", asegura Chiqui. Sus idas (nocturnas) y vueltas (al amanecer) son, junto a las visitas de Quint¨ªn en el jeep y la hora que marcan los relojes, el ¨²nico indicio de que fuera hay d¨ªa y noche. "A nosotros lo que nos da miedo son las multinacionales que arramblan con todo y se van", sentencia Moreno. Su expediente de regulaci¨®n de empleo cumple hoy, pero la protesta ha logrado paralizar su ejecuci¨®n. "Cuando esto acabe, saldremos de aqu¨ª agarrados del brazo, como nuestros padres", dice Romero
La mediaci¨®n de Felipe
Una foto en blanco y negro muestra a un hombre con una barba descuidada y larga, alumbrado por una l¨¢mpara que apenas penetra un fondo oscur¨ªsimo. En sus manos, un abanico de cartas de baraja espa?ola a punto de caer en un tabl¨®n. La foto ahora podr¨ªa ser en color, pero lo dem¨¢s ser¨ªa casi igual: Jos¨¦ Mar¨ªa, Carlos y Tom¨¢s matan el tiempo jugando al tute, con el mismo fondo negro de las paredes de la "sala" detr¨¢s.
20 a?os no es nada. Tampoco para un encierro en la mina de Cala. "El primer d¨ªa entramos s¨®lo con mantas, y estuvimos hasta las 4.30 de la madrugada arreglando esto un poco", explica Antonio Moreno. Al d¨ªa siguiente les trajeron pal¨¦s, y cajas para poder elevar las camas sobre el suelo y evitar as¨ª el charco que se produce. La acci¨®n de la fogata y los desag¨¹es en el suelo reducen la humedad en la sala. Pero las l¨¢mparas no dan para leer libros - "los ojos se te ponen rojos enseguida"-, apenas para hojear peri¨®dicos. Como en los a?os ochenta, la principal distracci¨®n es la charla.
El encierro de sus padres fue todo un acontecimiento en la comarca y el pa¨ªs. Abandonaron Cala un d¨ªa para ser recibidos por el entonces presidente del Gobierno, Leopoldo Calvo Sotelo. Y la mediaci¨®n de Felipe Gonz¨¢lez, entonces un joven l¨ªder socialista a un a?o de ganar sus primeras elecciones, logr¨® que los mineros dejaran una huelga de hambre; entonces, les trat¨® el m¨¦dico del pueblo, Mauricio Prieto, que ahora visita cada dos d¨ªas a los nuevos encerrados.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.