El hidalgo que conquist¨® el mundo
No hay antec¨¢mara de se?or donde no se halle un Don Quijote", "y a m¨ª se me trasluce que no ha de haber naci¨®n ni lengua donde no se traduzga", le hace decir Cervantes al bachiller Sans¨®n Carrasco (segunda parte, cap¨ªtulo III). La influencia del Quijote iba a ser, en efecto, omn¨ªmoda y universal. Tal vez se encuentran ecos, parodias, par¨¢frasis, imitaciones, pastiches, reescrituras, refundiciones, intertextos o alusiones al Quijote en la flor y nata de la literatura posterior a 1615 porque el Quijote ya naci¨® libresco. En el c¨¦lebre escrutinio (primera parte, cap¨ªtulo VI), Cervantes dispone con regocijo su alambique de cr¨ªtico, por el que fluye buena parte de la literatura vigente en su tiempo (del Amad¨ªs a su propia Galatea, que ¨¦l critica avanz¨¢ndose a las excentricidades metatextuales de la narrativa de Gide, Nabokov o Calvino), y le advierte entre l¨ªneas al lector, como har¨¢ T. S. Eliot siglos despu¨¦s, que sin conocimiento de la tradici¨®n jam¨¢s habr¨¢ reconocimiento del talento.
Para Mark Twain, el Quijote es el espejo en el que se refleja toda prosa de ficci¨®n que pretenda el entretenimiento masivo
La deslumbrante tramoya ficcional del Quijote, que desmonta las convenciones y pone boca arriba todas las cartas del oficio de escribir, ocupa el escenario de incontables novelas modernas pues, como se?ala Harold Bloom en su pr¨®logo a la ultim¨ªsima traducci¨®n inglesa, el Quijote es hasta tal punto "una obra cuyo verdadero tema es la propia literatura que, como Shakespeare, Cervantes resulta ineludible para cualquier escritor que le haya sucedido".
Abramos el baile advirtiendo que sin el Quijote no es siquiera concebible la gran novela inglesa del XVIII. En Moll Flanders (1722), de Defoe, y en Los viajes de Gulliver (1726), de Swift, se advierte la temprana influencia de la picaresca, la aventura y los juegos paratextuales y de autor¨ªa del Quijote. Despu¨¦s ven la luz las aventuras par¨®dicas del quijotesco Parson Adams de Henry Fielding, en La Historia de las aventuras de Joseph Andrews y de su amigo el Sr. Abraham Adams, escrita a imitaci¨®n del estilo de Cervantes, autor de Don Quijote (1742), y de su celeb¨¦rrimo h¨¦roe Tom Jones (1749), a las que sucede la autoconciencia y la metaficci¨®n de Laurence Sterne, que aprendi¨® el oficio en Rabelais y en el Quijote, componiendo su festiva Vida y opiniones de Trist¨¢n Shandy (1760-1767) tambi¨¦n en forma de relato err¨¢tico, en el "esp¨ªritu amable del m¨¢s fragante humor que haya inspirado nunca la f¨¢cil pluma de mi idolatrado Cervantes" (IX, 24).
Contribuye el romanticismo, aparte las reverencias de Schelling, Novalis o Schlegel, con el Wilhelm Meister (1795-1796) de Goethe y, por descontado, con el homenaje de sir Walter Scott, que lleg¨® a querer traducir el Quijote, en su h¨¦roe Ivanhoe, encrucijada extra?a en la que el caballero don Quijote atraviesa con su lanza nada menos que el ciclo art¨²rico. La presencia del texto cervantino en las grandes novelas del XIX, deudoras de su creatividad torrencial, resulta constante a partir de Nuestra Se?ora de Par¨ªs (1831), de Victor Hugo, y sobre todo desde que Charles Dickens, que ley¨® el Quijote a los nueve a?os, imit¨® la novela en Papeles p¨®stumos del Club Pickwick (1836), con el filantr¨®pico se?or Pickwick y Sam Weller como el Quijote y Sancho en versi¨®n londinense. Conforme avanzaba el siglo, Nikol¨¢i G¨®gol recreaba la novela de Cervantes en Las almas muertas (1842), deudora de la estructura y la naturaleza picaresca del Quijote, Daudet conjugaba a Quijote y Sancho en su Tartarin de Tarascon (1872), Herman Melville daba vida en Moby Dick (1851) a su enigm¨¢tico capit¨¢n Ahab sirvi¨¦ndose a un tiempo de las figuras de Hamlet y don Quijote, cuya odisea epistemol¨®gica inspir¨® a Flaubert el drama de Madame Bovary (1857), atrapada en la telara?a de la ficci¨®n como otros h¨¦roes novelescos que, como Mishkin en El idiota (1869), de Dostoievski, que reflexion¨® acerca de la po¨¦tica del Quijote en Diario de un escritor (1876), o como Bouvard y P¨¦cuchet (1881), S¨ªsifos quijotescos con los que Flaubert se divierte jugando a la cr¨ªtica de la raz¨®n pura tanto como a la parodia de toda lectura descabellada, hallan en la literatura, desde el ejemplo de Quijote, una seductora alternativa a la vida. Los desaforados elogios de Mark Twain en Las aventuras de Huckleberry Finn (1884) no dejan lugar a dudas: el Quijote es el espejo en el que se refleja toda prosa de ficci¨®n que pretenda el entretenimiento masivo.
La sofisticada po¨¦tica narrativa del Quijote, en cambio, seduce pronto a la vanguardia europea, suscitando las reflexiones de Kafka en torno a un Quijote inventado por Sancho en 'La verdad sobre Sancho Panza', que enriquece sobremanera su relato La muralla china (1917). Kafka celebr¨® el humor cervantino y su narrativa ambigua en relatos como 'El cazador Graco' o 'Un m¨¦dico rural', al tiempo que recreaba en El proceso y El castillo aquellos enemigos invisibles que s¨ª ve¨ªa Quijote. Proust dibuj¨® al bar¨®n de Charlus, de su novela ejemplar En busca del tiempo perdido, como figura de una grandeza tr¨¢gica que, nacida de la lectura rom¨¢ntica a la que el narrador franc¨¦s someti¨® la obra cervantina, vive como Quijote entre la realidad anodina, los delet¨¦reos efectos de la ficci¨®n y una relaci¨®n patol¨®gica con el amor. Joyce recre¨® en 'Los muertos', el ¨²ltimo relato de Dublineses (1914), el dif¨ªcil equilibrio entre la descorazonadora realidad y la tentaci¨®n de la fantas¨ªa, convirtiendo el texto en una reescritura sui generis de Madame Bovary, a su vez reescritura del Quijote como la que, a la zaga de la que Borges le hizo hacer a Pierre Menard, imaginar¨¢ Kadar¨¦ en Invitation ¨¤ l'atelier de l'¨¦crivain (1991), nueva vuelta de tuerca a la l¨²dica obsesi¨®n por disfrazarse de autor del Quijote. Tampoco se olvide que Faulkner le¨ªa "el Quijote todos los a?os como algunas personas leen la Biblia", que Mann aprendi¨® la iron¨ªa en sus p¨¢ginas y que Joyce quiso que su Leopold Bloom se hermanase con don Quijote.
Nabokov emul¨® a Cervantes en la construcci¨®n de narradores tramposos, y de apariencias y encantamientos que transitan por sus novelas transgen¨¦ricas pretendiendo, como quiso don Miguel, que sus lectores formen parte de la maquinaria narrativa y sepan que, tambi¨¦n en literatura, el rey va desnudo. Otro tanto hicieron Calvino -El vizconde demediado (1951) y Palomar (1984) sin duda son recreaciones del maridaje quijotesco entre lo ¨¦pico y lo pastoril- o Kundera en El libro de la risa y el olvido (1983), novelas acu?adas en la innovadora fragua del Quijote.
En Monse?or Quijote (1982), Graham Greene enfrent¨® marxismo y catolicismo sirvi¨¦ndose de la estructura dual del libro cervantino, y novelistas como Fowles, Garc¨ªa M¨¢rquez, Auster, Perec, Mailer, Gordimer, Naipaul, Bellow, Amis o Handke han confesado lo que sus lectores fieles ya sab¨ªan, que "toda novela contiene al Quijote en su interior como una marca de aguas" (Ortega, Meditaciones del Quijote). Un d¨ªa, en 'C¨®mo condensar los cl¨¢sicos' (The Toronto Star, 20 de agosto de 1921), un personaje de Cervantes llamado Hemingway redujo en broma el Quijote a nota de prensa: "Madrid (Especial). Se atribuye a histerismo de guerra la extra?a conducta de don Quijote, un caballero local que ayer por la ma?ana fue arrestado mientras combat¨ªa con un molino. Quijote no supo dar una explicaci¨®n de sus actos". Cr¨ªticos perspicaces, escritores imaginativos y avezados lectores contin¨²an busc¨¢ndola.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.