Hacia un Estatuto de Primera Divisi¨®n
El presidente de la Generalitat, Francisco Camps, y el dirigente de los socialistas Joan Ignaci Pla se han reunido esta semana para iniciar la negociaci¨®n sobre la reforma del Estatuto de Autonom¨ªa de la Comunidad Valenciana, un asunto que ha estado bloqueado hasta que han dado luz verde desde Madrid los respectivos partidos matrices. Se hizo la luz y, por lo visto y le¨ªdo, los augurios son inmejorables por la voluntad convergente de los citados dignatarios. S¨®lo ha faltado que, despu¨¦s de esta primera sesi¨®n, se cruzasen alg¨²n obsequio conmemorativo de la etapa hist¨®rica que emprenden, pues lo probable es que sean ellos, como cabezas visibles de las fuerzas mayoritarias, quienes protagonicen fraternalmente esta segunda transici¨®n auton¨®mica que nos aproxima -confiemos- al anhelado autogobierno.
El presidente, en esta estricta ronda de consultas, tambi¨¦n ha recibido a la coordinadora de EU, Gl¨°ria Marcos, acompa?ada del portavoz de este grupo parlamentario, Joan Rib¨®. Como era de esperar -y debe ser- el petitorio de estos interlocutores era ya menos digerible, como siempre lo es para la derecha gobernante y en el plano pol¨ªtico la referencia a los problemas identitarios y ling¨¹¨ªsticos. No son ¨¦stos los ¨²nicos que pueden suscitar discrepancias, pero s¨ª los m¨¢s perversos para el debate si no se cierran de una vez por todas, y tanto m¨¢s en el marco de una Europa Unida donde las nacionalidades tienen menos futuro que las fronteras.
Del Estatuto, pues, se ha empezado a hablar para allanarle el camino hacia las Cortes y el Congreso de los Diputados. Se quiere, adem¨¢s, discutirlo y tramitarlo con diligencia, lo que no es sin¨®nimo de precipitaci¨®n. Al fin y al cabo, los asuntos te¨®ricamente cuestionables no son insalvables siendo as¨ª que por estos lares no cunden las propuestas soberanistas y las fuerzas pol¨ªticas se acomodan al marco constitucional. A partir de ah¨ª cabe toda transacci¨®n, y m¨¢s a¨²n si los partidos hegem¨®nicos ya han marcado el itinerario y la meta. El mismo molt honorable conf¨ªa en que la discusi¨®n propicie un consenso total, lo que sin duda revalorizar¨ªa la legitimidad de nuestra Carta Magna.
Como esto no ha hecho m¨¢s que empezar, nada nos apremia a desmenuzar los distintos cap¨ªtulos estatutarios revisables o las nuevas transferencias que se instan. Ocasi¨®n tendremos. Pero por lo pronto y desde estos preliminares, convendr¨ªa mentalizarnos en que si aspiramos a un Estatuto de Primera Divisi¨®n es porque lo necesitamos, porque somos una sociedad pol¨ªticamente madura y cohesionada, y no por mero seguidismo al modo extreme?o, pongamos por caso, para equipararnos a Catalunya y Euskadi. Una reivindicaci¨®n de este jaez puede resultar muy patriotera y sensibilizadora del vecindario, pero nos sit¨²a autom¨¢ticamente en el pelot¨®n de las regiones que avanzan al rebufo, que las hay por m¨¢s que se quiera maquillar compasiva y solidariamente la realidad. Claro que tambi¨¦n podr¨ªa ser ese el lugar que nos corresponde, a pesar de la ret¨®rica y gesticulaci¨®n triunfalista que se ha derrochado estos a?os.
Justo y plausible es, sin embargo, que aspiremos a las m¨¢s altas cotas de autogobierno, que no se reflejan, aunque de ello se hable mucho, en la posibilidad de aumentar el n¨²mero de consejer¨ªas -cuando es obvio que hay subterfugios legales para a?adir las que se quiera-, o en la reducci¨®n del porcentaje m¨ªnimo de votos auton¨®micos para entrar en las Cortes. Las siglas que no alcancen el 5% establecido es mejor que cambien de negocio. A los grandes partidos les trae son cuidado.
El peso pol¨ªtico en el concierto estatal y el mayor autogobierno se decantan de resortes m¨¢s vigorosos que los citados, como son la financiaci¨®n e institucionalizaci¨®n estatutaria de las instancias que garantizan el futuro de nuestro territorio, tan malversado; el uso y promoci¨®n de la lengua aut¨®ctona; la independencia de los medios de comunicaci¨®n de titularidad p¨²blica y, en suma, los instrumentos que fomentan y avalan la calidad de vida y la libertad de los valencianos, integrando a la corriente migratoria que viene crecida. ?A qui¨¦n importa realmente que las Cortes se puedan o no disolver al arbitrio del presidente del Consell de turno?
FABRA SIGUE
Est¨¢ decidido que Carlos Fabra se presentar¨¢ a la reelecci¨®n como presidente del PP en la provincia de Castell¨®n y que lo har¨¢ avalado por todos o casi todos los dirigentes locales de esa demarcaci¨®n, adem¨¢s de buena parte del estado mayor del partido en Valencia. Es, sin duda, una movilizaci¨®n solidaria, aunque tan ¨¦tica como la del electorado que ha reelegido a George Bush. Incluso, salvadas las diferencias siderales, podr¨ªanse hallar concomitancias entre los s¨²bitos y respectivos enriquecimientos simult¨¢neos con el ejercicio de la pol¨ªtica. Claro que el de la Casa Blanca no est¨¢ empapelado todav¨ªa. El de Castell¨®n, s¨ª. En el pecado de Fabra lleva el PP la penitencia. ?Ser¨¢ por ¨¦tica?
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