Una nueva oportunidad
Ser¨¢ Bush II una repetici¨®n de Bush I en Oriente Pr¨®ximo?; ?tratar¨¢ el presidente norteamericano de relanzar con nuevos criterios la negociaci¨®n en el intratable conflicto palestino-israel¨ª?; ?consentir¨¢ la desaparici¨®n de Arafat alguna flexibilidad a Ariel Sharon? Cualquier prognosis, sin embargo, no puede ser abiertamente optimista.
La claridad de la victoria de George W. Bush sobre el dem¨®crata John Kerry, aunque los asuntos exteriores seguramente no fueran demasiado prominentes en el resultado electoral, s¨®lo puede interpretarse como un respaldo a la pol¨ªtica norteamericana en Bagdad. Y de paso, tambi¨¦n, a la del primer ministro israel¨ª. Y si Washington puede estar, por ello, m¨¢s decidido que nunca a proseguir el combate en Irak hasta la victoria sobre los insurgentes o, cuando menos, la estabilizaci¨®n de un Gobierno ¨¢rabe aceptable para sus intereses, lo que, en el mejor de los casos, llevar¨ªa alg¨²n tiempo, no hay ning¨²n motivo para suponer que en lo inmediato se afloje el apoyo a su gran aliado, Sharon.
Si sigue Powell, ser¨ªa un signo de un nuevo esfuerzo equilibrado ante el conflicto palestino; si le sustituye Condoleeza Rice, supondr¨ªa otro ¨¦xito de Sharon
A mayor abundamiento, el extraordinario regalo que el pasado 14 de abril Bush hizo al premier israel¨ª se alza como un obst¨¢culo formidable en la marcha hacia la paz. Washington aceptaba en una carta por primera vez en la historia el principio de que Israel pod¨ªa retener parte de Cisjordania y, desde luego, todo Jerusal¨¦n, como parte de un acuerdo de paz, sin que mediara necesariamente un canje de territorios con la Autoridad Palestina.
Hasta entonces, la posici¨®n norteamericana -como la del universo mundo- hab¨ªa sido la expresada por las resoluciones 242 y 338 del Consejo de Seguridad, seg¨²n las cuales Israel deb¨ªa retirarse de la totalidad de los territorios ocupados en la guerra de 1967, aunque ello no excluyera que la parte ¨¢rabe pudiera aceptar alg¨²n tipo de trueque territorial, que permitiera a Israel mantener una parte de los asentamientos con los que, incesantemente, puebla Cisjordania y Jerusal¨¦n Este. El nuevo planteamiento aprueba, en cambio, que Israel pueda extender unilateralmente sus fronteras, aun sin el consentimiento negociado de los palestinos. Y ah¨ª no habr¨¢ marcha atr¨¢s norteamericana.
Pero eso no significa que Bush pueda permitirse el lujo de dejar las cosas exactamente como est¨¢n, de seguir voceando penosamente que la llamada Hoja de Ruta -plan, b¨¢sicamente, apoyado por EE UU y la UE, que se resume en un llamamiento a la reanudaci¨®n de negociaciones- es la ¨²nica v¨ªa para la soluci¨®n del conflicto, mirando para otro lado mientras Sharon sigue inflando de colonos el territorio en disputa. El l¨ªder republicano se halla ante sus ¨²ltimos cuatro a?os en la Casa Blanca, reforzados por incrementadas mayor¨ªas de su partido en la C¨¢mara y el Senado, y, sobre todo, no tiene que volver a presentarse a la sanci¨®n del electorado. Todo ello significa que nunca tendr¨¢ manos tan libres para mediar efectivamente en el conflicto. ?Qu¨¦ probabilidad hay de que lo haga?
Sobre el papel se da, por a?adidura, una circunstancia que podr¨ªa hacer a¨²n m¨¢s urgente y positiva la acci¨®n norteamericana, como es la desaparici¨®n del presidente Arafat. Israel y, perrunamente, la diplomacia norteamericana, hab¨ªan decretado que el rais ya no era interlocutor v¨¢lido para la paz. Por tanto, habr¨¢ que nombrarle con urgencia un sucesor, al tiempo que Sharon se queda con esa vacante sin su mejor pretexto para no negociar absolutamente nada. Y ah¨ª nace tanto la oportunidad como la tentaci¨®n de arrasar, paralizando a¨²n m¨¢s el proceso.
Tanto Washington como Israel, aunque no es seguro que coincidan plenamente en los nombres, tienen como prioridad inmediata influir al m¨¢ximo sobre las instancias de poder palestinas para que sea alguien lo m¨¢s grato posible quien herede la presidencia de la autonom¨ªa. Y si la capacidad de magreo de la situaci¨®n por parte de Sharon es peque?a, la de Washington, en cambio, puede ser notable. Una promesa de que con determinado sucesor habr¨ªa progreso en las negociaciones constituir¨ªa todo un est¨ªmulo para la l¨ªnea m¨¢s prooccidental de la dirigencia palestina, a condici¨®n de que no fuera ello demasiado ostensible. Alguien tan servicial como Iyad Alaui en Bagdad es impensable, pero no por ello deja de haber margen de maniobra.
En esa tesitura, un palestino demasiado aceptable para Washington, no se diga ya para Israel, podr¨ªa ser la tentaci¨®n m¨¢s que la oportunidad, porque el pueblo palestino, que ha hecho una enormidad de sacrificios de sangre -propia y ajena- por mantener su reivindicaci¨®n de la totalidad de los territorios, raramente va a aceptar una sucesi¨®n insuficientemente nacionalista.
Arafat, con todas sus limitaciones como estadista, debilidad ante la corrupci¨®n, consentimiento del terrorismo, y pr¨¢ctica clientelista de gobierno, no cedi¨® durante estos ¨²ltimos a?os, notablemente desde la oferta supuestamente extraordinaria que le hizo el primer ministro israel¨ª Ehud Barak en Camp David, en julio de 2000, a una imposici¨®n territorial que llegaba a lo vejatorio. Un sucesor demasiado obviamente acomodaticio podr¨ªa allanar el camino a un acuerdo formal, pero no a una paz aut¨¦ntica. La tentaci¨®n de ganar la partida por consunci¨®n del adversario llevar¨ªa m¨¢s bien a la eternizaci¨®n del conflicto.
El planteamiento del equipo de colaboradores que arrastr¨® a Bush a la aventura de Irak sosten¨ªa que la democratizaci¨®n del pa¨ªs influir¨ªa positivamente sobre el conflicto de Oriente Pr¨®ximo, cuando, en realidad, la confusi¨®n entre los dos problemas destruye cualquier posibilidad de paz. El terrorismo palestino es tan condenable como cualquier otro, pero no es cualquier otro. Sus causas son perfectamente identificables y no tienen nada que ver con la vaguedad de la agresi¨®n gen¨¦rica de Occidente -Francia y el Reino Unido, en principio- al mundo ¨¢rabe como en la demencial pr¨¦dica de Bin Laden. Una soluci¨®n al contencioso palestino-israel¨ª en la l¨ªnea de lo que preconiza la ONU nadie puede afirmar, por supuesto, que liquidara totalmente el problema, pero s¨ª que crear¨ªa una poderosa facci¨®n en la sociedad palestina contraria a los terroristas. ?sa es la ¨²nica posibilidad -no, certeza- de paz que existe. La puesta en pr¨¢ctica de esa pol¨ªtica, creaci¨®n de un Estado palestino independiente con las fronteras de junio de 1967, parece hoy tan dif¨ªcil con Bush II como con su precedente.
Muy al contrario, hacer depender de una mejora de la situaci¨®n sobre el terreno en Irak cualquier tentativa de arreglo en Palestina, de acuerdo con la teor¨ªa inicial de los neoconservadores que rodean a Bush, equivale a permanecer de brazos cruzados ante la probable pudrici¨®n de los dos conflictos, y entonces s¨ª que la met¨¢stasis del primero influir¨ªa muy negativamente sobre la naturaleza del segundo.
Hasta la fecha, la pol¨ªtica de Sharon ha sido todo lo contrario. Ha consistido en la b¨²squeda de la derrota total y final del movimiento palestino; la sumisi¨®n o, en su defecto, la liquidaci¨®n de sus capas intermedias de liderazgo social, a los que la matanza conocida como asesinato selectivo deber¨ªa llevar un d¨ªa, seg¨²n estas posiciones, a la aceptaci¨®n de casi cualquier acuerdo, a salvar lo que se pueda de la orilla occidental del Jord¨¢n.
El pr¨®ximo paso del presidente reelegido tiene que ser la formaci¨®n de un nuevo Gabinete. La eventual permanencia en el mismo de Colin Powell como secretario de Estado no se entender¨ªa si no es con una promesa de Bush de que habr¨ªa un nuevo esfuerzo m¨¢s equilibrado ante el conflicto de Palestina; si Powell no siguiera, en cambio, y su sucesora fuera la actual consejera de Seguridad Nacional, Condoleezza Rice, como se considera posible, el Israel de Sharon se sentir¨ªa m¨¢s confortado. La antigua soviet¨®loga estuvo siempre en la primera l¨ªnea ideol¨®gica de la guerra iraqu¨ª, tanto o m¨¢s que el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld -cuya desaparici¨®n del Gabinete parece muy probable-, argumentando que por Bagdad se comienzan a solucionar los problemas de Jerusal¨¦n.
Lo m¨¢s veros¨ªmil ser¨ªa alguna iniciativa en Palestina, dependiendo del resultado de las elecciones iraqu¨ªes si ¨¦stas se celebran, como est¨¢ previsto, en enero. Unos resultados que no fueran desfavorables a los hombres de Washington preparar¨ªan el camino a una nueva Hoja de Ruta. Pero, por favor, que sea otra.
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