?Qu¨¦ pasa con la paz?
Es obvio que el impacto social de los temas de paz en nuestro pa¨ªs ha sufrido un cambio espectacular en los ¨²ltimos cinco a?os. Recuerdo que a finales de 1999 particip¨¦ en una comida en la que se hablaba del pulso social y econ¨®mico de Catalu?a. En un momento del debate, centrado en identificar liderazgos, indiqu¨¦ que -adem¨¢s de los tradicionales (econ¨®mico, cultural, etc¨¦tera)- hab¨ªa otros posibles y nuevos. As¨ª, gracias al dinamismo de su sociedad civil, Barcelona y Catalu?a pod¨ªan encabezar el impulso de pol¨ªticas de paz, derechos humanos y solidaridad. No hace falta decir que la propuesta gener¨® elevadas dosis de incredulidad entre los comensales.
Sin embargo, tras las protestas contra el desfile militar unos meses despu¨¦s y, sobre todo, tras las masivas movilizaciones por la guerra de Irak, la idea de Barcelona y Catalu?a como capitales de paz pas¨® a ser asumida como lo m¨¢s natural por todo el mundo, repiti¨¦ndose hasta la saciedad y llegando, incluso, a cansar.
Nunca hab¨ªa habido en este pa¨ªs tanta adhesi¨®n social y tanto apoyo institucional al deseo de paz
La posibilidad de ese liderazgo no era extra?a por quien conociese el ¨¢mbito de las ONG y los temas de paz. Pero si que pas¨® a ser evidente hace un a?o y medio. A ra¨ªz de ello, en muchos sectores se han abanderado iniciativas sobre paz. Despu¨¦s de largas traves¨ªas en el desierto, al mundo pacifista catal¨¢n le han aparecido nuevas compa?¨ªas y complicidades. A juicio de algunos todo esto es oportunismo y burda utilizaci¨®n. Sin duda, algo de eso hay: algunos de los mismos que se re¨ªan del trabajo por la paz hace bien poco tiempo, ahora se han apuntado sin problemas a los discursos de capitalidad de paz. Pero, obviamente, todo ello es tambi¨¦n resultado de una creciente sensibilizaci¨®n que ha alcanzado a multitud de ¨¢mbitos y sectores sociales y pol¨ªticos. De hecho, podemos esperar frutos interesantes. En Catalu?a, el desarrollo de la Ley de Fomento de la Paz abre puertas estimulantes. Por otro lado, el inmenso clamor social a favor de la paz deber¨¢ tener reflejo en el nuevo Estatuto que ahora mismo se elabora.
Pero no todo son buenas noticias. Tambi¨¦n hay problemas. En primer lugar, el importante eco conseguido por la paz no es bien visto por todos. Han aparecido con fuerza las cr¨ªticas al buenismo e ingenuidad del discurso de paz. Ciertamente, hay que evitar planteamientos faltos de realismo pero, antes que nada, los antibuenismos deber¨ªan tener presente que la l¨®gica militarista presenta una cartilla de resultados nefasta. La radicalizaci¨®n de esa l¨®gica (m¨¢s gasto militar, procesos de rearme, guerra preventiva, recorte de libertades, etc¨¦tera) aplicada a partir del 11-S en todo el mundo ha generado muchas cosas, pero no precisamente m¨¢s seguridad, paz y estabilidad.
Segundo problema: toda esa explosi¨®n de paz convive con contradicciones evidentes. De todo tipo y desde todos los ¨¢mbitos. Sin necesidad de caer en el purismo absoluto (que demasiadas veces lleva a la cr¨ªtica f¨¢cil pero al inmovilismo total) hay que entender que proclamar grandes palabras mientras se desarrollan peque?os hechos, o incluso hechos que van en la otra direcci¨®n, no es la mejor f¨®rmula para avanzar.
En el ¨¢mbito social deber¨ªamos darnos cuenta de que, entre otros muchos posibles ejemplos, pese a oponernos masivamente a una guerra que tuvo en el control del petr¨®leo uno de sus elementos determinantes, las ventas de coches se incrementan d¨ªa tras d¨ªa. Detestamos la guerra de Irak, pero profundizamos en un modelo social, econ¨®mico y de consumo que est¨¢ detr¨¢s de ¨¦sta y de muchas otras guerras.
En el aspecto pol¨ªtico, hay muchos datos para la alarma. Apuntemos s¨®lo algunos. Pese al discurso antiguerra del nuevo Gobierno espa?ol, los Presupuestos Generales del Estado reflejan un incremento del gasto militar y una persistente militarizaci¨®n de la investigaci¨®n cient¨ªfica, aquejada de por s¨ª de
una grave precarizaci¨®n. En Catalu?a, emerge una clara voluntad de situar la aeron¨¢utica como elemento estrat¨¦gico de desarrollo econ¨®mico e industrial. Nada hay que objetar al respecto, pero s¨ª alertar que la aerona¨²tica tiene dos vertientes: la civil y la militar. As¨ª, realidades como Barcelona Aeron¨¢utica o proyectos como el Parque Aeron¨¢utico de Catalu?a en Viladecans, el ofrecimiento de Catalu?a como posible sede de una f¨¢brica de helic¨®pteros del complejo EADS-CASA, etc¨¦tera, siembran un panorama inquietante. De un pa¨ªs que no ten¨ªa casi participaci¨®n en la industria militar podr¨ªamos pasar a un escenario muy diferente. Es obvio que si de verdad queremos oponernos a las guerras, habr¨¢ que trabajar para evitarlas, no construir artilugios que las alimenten o preparen.
Ciertamente, la victoria de George W. Bush puede incrementar esta tensi¨®n entre discurso oficial de paz y pr¨¢cticas contrarias. El resultado electoral, con lo que supone de legitimaci¨®n de la deriva militarista, impacta en los gobiernos que han intentado salirse del gui¨®n. Algo as¨ª como que se termin¨® el recreo. As¨ª, adem¨¢s, parecen quererlo multitud de opinadores que pr¨¢cticamente reclaman al Gobierno espa?ol que pida perd¨®n a Bush por haber retirado las tropas de Irak y haber hecho caso, en este asunto, del sentimiento ciudadano.
Sin embargo, ser¨ªa una l¨¢stima que eso fuera as¨ª. Nunca hab¨ªa habido en este pa¨ªs tanta adhesi¨®n social y tanto apoyo institucional -por incoherente o interesado que sea- al deseo de paz. El reto, pues, est¨¢ en profundizar en esa inquietud con medidas viables que generen cambios significativos hacia la construcci¨®n de la paz. Hacer lo contrario quiz¨¢ sea m¨¢s f¨¢cil, pero a buen seguro que no va a suponer alterar la l¨®gica de guerra, injusticia y desprecio a los derechos humanos que caracterizan hoy a nuestro mundo.
Jordi Armadans es director de la Fundaci¨® per la Pau.
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