Siete maneras de pedir una bebida en espa?ol
BABELIA ha invitado a siete escritores de Am¨¦rica Latina a que narren una misma situaci¨®n, de la manera m¨¢s natural y t¨ªpica, como se desarrollar¨ªa en sus respectivos pa¨ªses, con el fin de apreciar la variedad y viveza del espa?ol. La escena es la llegada de alguien a un bar o cafeter¨ªa.
ARGENTINA. Por Ana Mar¨ªa Shua
Entro al bar a tomar un feca y qu¨¦ veo: un jovato que se pide un submarino. Este chab¨®n est¨¢ de la nuca, pens¨¦, el submarino ya fue, loco. Pero no, va el mozo y se lo trae: un vaso con leche caliente y una barra de chocolate. "Buen d¨ªa, che", le digo al mozo. "?Puede ser una birra?". Me dice: "Quer¨¦s chop, bal¨®n, lata...". "Traete un porroncito, macho", le pido yo. El jovato de la mesa de al lado comenta: "Cuando yo ten¨ªa tu edad, cerveza se tomaba solamente en verano y en los munich". En eso entra al boliche una mina rebuena, medio fif¨ª. Se sienta y le dice al mozo: "Se?or, ?me trae una l¨¢grima sin espuma?". "?En jarrito?", pregunta. "No, chiquita nom¨¢s". Yo le sonr¨ªo, pero la mina me corta el rostro. Se toma su cortadito con poco caf¨¦ y mucha leche y chau pichu, se las toma.
CHILE. Por Diamela Eltit
Achurrascado, con la ca?a mala, reseco el guarg¨¹ero, aguardo. Es la hora en que el carrete crece y se dispara. Yo aperro. Pareciera que el culiado no me ve o no quiere ojearme, se hace el huev¨®n y antes de seguir con los vasos y las botellas me dice: "S¨ª, s¨ª, al tiro, al tiro", y se larga como las velas. Tengo en el bolsillo (derecho) dos lucas. S¨ª. Dos lucas. Un pipe?o o una chichita o un cola de mono. Y me trajino hasta que encuentro en el bolsillo (izquierdo) una, dos, tres, cuatro gambas. M¨¢s las dos lucas. Me alcanza para enganchar un enguindado. El cabro gil que est¨¢ en la mesa de al lado se r¨ªe con la jeta abierta y todos le podemos ver el manso hoyo, porque le falta uno de los chocleros de arriba. Dos lucas m¨¢s cuatro gambas, sin micro, a pata. Ya viene de nuevo el huev¨®n, con su paso de huev¨®n, con su cara de pail¨®n huev¨®n: "Ya poh, huev¨®n", le digo, "por qu¨¦ no me tra¨ªs de una vez por todas un pisquito, huev¨®n culiado, concha de tu madre".
COLOMBIA. Por Ricardo Silva Romero
El tipo de corbata dice "buenas" cuando entra a la tienda de la esquina. No da un paso m¨¢s, no se sienta en ninguna de las siete sillas vac¨ªas, hasta que la due?a le responde un "?c¨®mo me le va?" que no necesita respuesta. Es temprano. En Bogot¨¢ siempre es temprano. Y el tipo dice el "?usted ser¨ªa tan amable de regalarme un tintico para este fr¨ªo?" que pronuncia todos los d¨ªas antes de llegar a la oficina. La se?ora le pregunta si no quiere comer algo ("una empanadita, una arepita, unos huevitos: mire que no es bueno el caf¨¦ en ayunas", le recuerda). Y ¨¦l le contesta "mil gracias" en vez de contestarle "no" sobre las noticias que vienen de un peque?o radio de pl¨¢stico. Se frota las manos como si se las estuviera cubriendo con una crema invisible. Sonr¨ªe, convertido en un rey benigno, cuando ella le advierte "no se me vaya a quemar, mi amor, que est¨¢ bien caliente". Y grita "carajo" porque ten¨ªa que quemarse. Entonces se queda ah¨ª -mira por la ventana el d¨ªa que viene, trata de revivir la punta de su lengua- dispuesto a reconocer que tiene hambre.
CUBA. Por Reynaldo Gonz¨¢lez
Yo s¨¦ que hay gente de caf¨¦ con leche, de chocolate con churro y esas pu?eter¨ªas del desarrollo, pero lo m¨ªo es lo menos, que es lo m¨¢s, desde chiquito soy enfermo al guarapo, si hasta sue?o con que llego a una guarapera y me espera Nicolkipman con un vaso que se desborda, el guarapo es mi delirio y mi fatalidad, que no lo hallas ni en los centros espirituales, menos en La Habana, donde el guarapo es un milagro que ni los de F¨¢tima, pero esa ma?ana, en cuanto puse un pie en la acera mir¨¦ pa'enfrente y aquello s¨ª era un desembarque en la guarapera de la esquina, asere, dos camiones desbordaos de ca?as media luna, sudadas de lo pre?adas que iban y me dije esta tarde no hay quien te regatee el guarapo, mulato, y sal¨ª a romper todas las metas, trabajador de vanguardia con tal de sentir por el gasnate el liquidito sabros¨®n, asssuca de Celia Cruz, sentirme Laurence de Arabia en un oasis, no me importaron los apretones del camello y el tirijala de los palestinos colaos, dicurpe compa?ero, as¨ª, as¨ª, machiembraos, como le decimos en Guant¨¢namo, coompa?ero, un poco de solidarid¨¢, y si aguant¨¦ al jefe de brigada fue por arrimarme al vasito sudao, as¨ª que a las cinco en punto de la tarde, aterric¨¦ sin paraca¨ªdas en la esquina de la guarapera dici¨¦ndome que yo s¨ª soy patriota, que otros se fajan por el juisqui, la bebida del enemigo, pero yo lo doy todo por el guarapo, pero co?¨®ooo, tremenda cola, ?qu¨¦ dan?, nada, to lo venden, ?quienrl¨²uultimo, caballero, no hay ¨²uultimo?, ah, pero aqu¨ª tengo guara con la guarapera, la culona, qui¨¦n dice que en Cuba no hay carne, lo que no hay es c¨®mo envasarla, le bajo sonrisa de castigador, ya me dijo el tuerto que ¨¦sta quema petr¨®leo, pero qu¨¦ va, asere, como si con ella no fuera, me se?ala al administrador con cara de cevep¨¦ con estre?imiento, y viro pa'jon y all¨ª, ?a qui¨¦n veo?, a Pepe el Maj¨¢ con cara de pasao con ficha, y salto y me le cuadro, mira que me debes una, Pepe, te doy una monja por un pepino de guarapo, mi hermano, que estoy como Pecos Bill en el desierto, no hay tema, asere, dice con una sola muela el eficaz del Monje, esc¨²rrete que te llevo en esta y al final, guarapito que t¨² conoces, con su tajadita de lim¨®n y fr¨ªo de pel¨ªcula sueca, ah, broder, t¨² eres el uno, el que tiene un amigo tiene un central, t¨² si eres un social de a buti, le digo cuando aparece y me suelta la condici¨®n, un chavito de a cinco por encima, que aqu¨ª to'el mundo est¨¢ en la misma la batalla. Co?o, Pepe, desde el amago me saliste garrotero.
GUATEMALA. Por Horacio Castellanos
Entro a la cervecer¨ªa cuando reci¨¦n abren. Cargo una goma perra; tres noches de chupar seguido es demasiado. Busco al culito nuevo. Le hago se?as para que sea ella quien me atienda. El culito nuevo me dice que al rato, como si la cervecer¨ªa no estuviera vac¨ªa. Est¨¢ a punto de entrarme la temblorina. Me jal¨¦ la paloma bajo la regadera para que me circulara la sangre, pero no logro nivelarme. La ruca timbona de siempre es la que viene a mi mesa. Le digo que me urge un vaso de cerveza; le pregunto qu¨¦ hay de boquita. Saca un papel shuco de su delantal y lee. La sopa de patas, le digo, pero corriendito, mi amor, que me palmo. "La sopa de patas todav¨ªa no est¨¢", me dice. Lo que sea, gimo. Me descubro empapado, asqueroso, como cuche que suda. Pero, ay, V¨ªrgen Sant¨ªsima, es el culito nuevo quien viene con mi vaso de cerveza.
M?XICO. Por Mario Bellatin
La avenida de los Insurgentes, lo dicen los especialistas, quiz¨¢ sea la avenida m¨¢s larga del mundo. Es dif¨ªcil describir la congesti¨®n de tr¨¢nsito de autos y personas que se forma en ella especialmente al atardecer. A esa hora abds salam y la califa m¨¢lika corren esquivando a las personas que se les cruzan, pues deben llegar a la tekke para la ruptura de ramad¨¢n. Han pasado todo el d¨ªa en ayunas, trabajando en la escuela de escritores que dirigen, y con el cambio de hora por la llegada del invierno no advirtieron que deben estar en pocos minutos en la mezquita para celebrar la ruptura del d¨ªa ofrendado a dios. En determinado momento se dan por vencidos. El sol se oculta. No llegar¨¢n a tiempo. La mezquita est¨¢ ubicada en la colonia condesa. Deciden entrar en la primera taquer¨ªa que encuentran. Junto a la puerta da vueltas la carne para los tacos al pastor, pero como se trata de cerdo advierten que es un manjar prohibido. Sentados en una mesa junto a la entrada miran sus relojes, se colocan sus taquias y sus mantas palestinas para luego agachar las cabezas y orar un Al Fatij¨¢h. La mesera se les acerca, los mira extra?ada y pregunta qu¨¦ se van a servir. Piden un agua de jamaica y unas gringas con jam¨®n de pavo acompa?ados de sus respectivos guacamoles. Mientras esperan el pedido miran hacia fuera. Cientos de autom¨®viles, autobuses asestados. Curiosamente, mientras se fr¨ªen los tacos de cecina que pidi¨® un comensal vecino, creen escuchar a lo lejos el llamado del im¨¢n convocando a la oraci¨®n.
PER?. Por Iv¨¢n Thays
-Un par de chelas -le digo al chiquillo que atiende-. Pero al toque, que estoy apuradazo. Entra mi pata de la universidad. Me saluda.
-Qu¨¦ ha sido de tu vida, huevonazo, te perdiste.
-Nada que ver, el que se perdi¨® fuiste t¨².
-?Johny Pacheco? No seas pendejo, si te he buscado por todos lados. ?Pediste las chelitas?
-Ya.
-Bueno, c¨®mo es la cosa jugador. ?La hacemos o no la hacemos?
-T¨² sabes que yo no arrugo nunca.
Sirven las cervezas. El amigo la prueba y hace un mal gesto.
-Est¨¢n tibias, patita, la m¨ªa s¨ªrvemela bien helena, no jodas -luego mir¨¢ndome a m¨ª-. Entonces somos, compadre.
-Somos -contest¨¦, sin saber bien qu¨¦ chucha ¨¦ramos.
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