J¨²lio Pomar: pintor
Los antiguos, que de acuerdo con el conocimiento com¨²n eran personas sabias, al dibujar los continentes que se les iban apareciendo reproduc¨ªan el contorno de la costa, escrib¨ªan por encima
aqu¨ª hay leones
y resolv¨ªan el asunto de un plumazo.
Despu¨¦s ven¨ªan otros antiguos m¨¢s pr¨®ximos que perfeccionaban sus mu?ecos y se dedicaban a desplazar la idea de los leones hacia el interior de la tierra, de tal modo que hoy, modernos como somos, y dejando de lado la amable excepci¨®n de los jardines zool¨®gicos
(que se destinan a aliviar los fines de semana de los padres separados con hijos peque?os)
los leones viven s¨®lo en los mundos muy secretos del interior de la vida, que es el lugar donde trabajan los artistas. A veces pensamos que ellos, los artistas, est¨¢n junto a nosotros y no lo est¨¢n en absoluto: es decir, parte de ellos est¨¢ ah¨ª, conversando, comiendo, ri¨¦ndose, tan panchos, y el resto, que es todo, anda por atl¨¢ntidas difusas ahuyentando leones hasta que queda la isla, claro, la l¨ªnea de la costa como es debido, la geograf¨ªa del mundo al descubierto. J¨²lio Pomar pertenece a esta especie de raras criaturas: nos trae a la luz del d¨ªa, con la camaronera de su palma. Hay momentos en que pienso en ¨¦l como en un partero: hay all¨ª, supongamos, un cuerpo s¨®lo cuerpo, estira el brazo, da vueltas y m¨¢s vueltas con los pinceles, o el carboncillo o lo que le venga en gana, en grutas muy oscuras, y nos coloca frente a la cartograf¨ªa completa no s¨®lo de nosotros mismos sino de aquello a lo que pertenecemos. Y el resultado final no es amargo, no es dolorido, no es triste: es una celebraci¨®n de la vida, porque
Pomar es despiadado. Todo est¨¢ trabajado con v¨ªsceras: como en la vida
(esto es tan evidente para m¨ª, Virgen Santa)
J¨²lio Pomar pinta contra la muerte: ante un cuadro suyo no se me ocurre pensar
-Quien hizo esto no acaba
sino
-Soy yo el que no acabo porque ¨¦l hizo esto
o sea que me est¨¢ salvando de mi finitud con su obra, que es un regocijo de la inteligencia de los sentidos. El poeta Paul Fort aconsejaba que dej¨¢semos pensar a los sentidos
(laisse penser tes sens)
lo que s¨®lo se hace posible con mucho trabajo, muchos intentos, mucho caminar sin ojos
(porque esto ocurre muy en el fondo, adonde los ojos no llegan)
alumbrado por lo que suele llamarse talento, genio, yo qu¨¦ s¨¦, y que s¨®lo consiste, al fin y al cabo, en la capacidad de iluminar las cosas, con el ¨ªndice convertido en una vela, cuando falta la electricidad. Y donde est¨¢n los leones, palabra de honor, no existen fusibles. Entonces Pomar va all¨ª al rato, los llama por su nombre y ellos listo, posados en la oreja, dado que en el lugar en el que escrib¨ªan los antiguos
aqu¨ª hay leones
y que es de ellos, no los encontramos, Pomar los agarra por el pescuezo, dice sin palabras
-Arr¨¦glenselas con ¨¦stos
y se abisma en el taller en busca de un nuevo env¨ªo. En cierto sentido se trata de una vocaci¨®n de cartero: entrega el correo y sigue hasta la puerta siguiente. Y entonces, por su intermedio, recibimos las cartas que sab¨ªamos que nos hab¨ªan escrito y que no llegaron nunca y tambi¨¦n las que ignor¨¢bamos haber escrito, aquellas que nos hacen darnos con la mano en la frente, pasmados
-Vaya
espejos m¨¢s espejos que los espejos, devolviendo
(z¨¢cate)
la despiadada naturalidad de los retratos, que es como quien dice no lo que somos sino lo que deber¨ªamos ser si nos observ¨¢semos sin complacencia ni pena. Los artistas que me interesan son los que me vuelven inteligente con respecto a m¨ª y al mundo, aquellos que, como Jules Verne aconsejaba, me revelan que es necesario tomar lecciones de abismo. Y prestan alas, como otros alquilan barcos para dar paseos por el r¨ªo. No obstante, atenci¨®n: la pintura de Pomar es una cosa peligrosa, llena de baj¨ªos, corrientes, torbellinos imprevistos para quien se atreva a algo m¨¢s que mirarla de lejos. Nos colocamos frente a su obra, muy bien dispuestos, y viene el canalla del cuadro, nos chupa, y no se sale de all¨ª igual que como se ha entrado: abst¨¦nganse las almas sensibles, puesto que al volver a la superficie se traen, pegados a nosotros, innumerables despojos, precisamente los que cre¨ªamos guardados en el caj¨®n m¨¢s secreto del alma, oblig¨¢ndonos a arrodillarnos con la fuerza inapelable y densa de nuestra humanidad primitiva. Por si acaso, nos advierte ya que aqu¨ª hay leones. De ahora en adelante la cosa es con ustedes. No se dejen enga?ar por la amabilidad, la iron¨ªa, la apariencia inocente
(por momentos tan sencillita, la muy tramposa)
que nos vienen con meneos y requiebros de sirena de esquina. Est¨¦n atentos al contorno de la costa y no avancen por la tierra. A menos, ilustres colegas, que ustedes conciban el arte como experiencia vital. Por debajo de su apariencia amena, Pomar es despiadado. Todo est¨¢ trabajado con las v¨ªsceras, lleno de infinitos alzapi¨¦s: exactamente como en la vida. Una t¨ªa m¨ªa sol¨ªa decir:
-Pr¨¦stame una novela ligera que para asuntos pesados basta con la vida
que, siento contradecirla, no es pesada ni ligera, as¨ª como la obra de Pomar tampoco lo es. Son telas y dibujos y grabados etc¨¦tera que nos persiguen sin descanso, como esos perros amorosamente terribles que, contra nuestra voluntad, encuentran siempre, los muy listos, el camino de vuelta a casa.
Traducci¨®n de Mario Merlino.
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