Invocando a la nada
Quien haya seguido los ¨²ltimos y dispersos libros de Leopoldo Mar¨ªa Panero (Madrid, 1948) -y rememoro, al azar, pues no son pocos, ?guila contra el hombre, Me amar¨¢s cuando est¨¦ muerto o Danza de la muerte- no encontrar¨¢ en esta nueva entrega -cuidada por el editor en los dos sentidos del t¨¦rmino- nada esencialmente nuevo. En poemas que propenden al fragmento y que a menudo no llevan t¨ªtulo, un hombre que sufre, un hombre que a veces se ha sentido una caricatura trazada por el dolor, grita o impreca o intenta, otra vez, definirse, definiendo el desespero de estar vivo.
En el ¨²ltimo Panero hay algunas palabras fundamentales que -por encima de ocasionales conceptos excrementicios- no cesan de reiterarse, con la angustia de la propia reiteraci¨®n: "nada", "Sat¨¢n" (u otras potencias negativas) y "poema". Para muchos este continuo aludir al poema en el poema ("El poema es un vientre / que miente contra el ser") no ser¨ªa sino un recuerdo, algo fosilizado, de la metapoes¨ªa que fue una corriente de moda, por influencia de la ling¨¹¨ªstica, en los a?os setenta, durante la juventud de Leopoldo Mar¨ªa. Y si ello es sin duda cierto, no termina de explicar la insistencia. El poema (o la p¨¢gina en blanco) para el sufriente Panero de estos a?os ¨²ltimos es una met¨¢fora de la vida salvada, de la vida mejor que vivir¨¢ cuando muera la vida que vivimos. Aunque es cierto que, otras veces, puede parecer lo contrario.
ESQUIZOFR?NICAS O LA BALADA DE LA L?MPARA AZUL
Leopoldo Mar¨ªa Panero
Hiperi¨®n. Madrid, 2004
81 p¨¢ginas. 10 euros
Las alusiones a Sat¨¢n o similares (aqu¨ª tambi¨¦n Belial o Yemah¨¢, se?ora de la locura y de la muerte, en la parte titulada Himnos a las divinidades infernales) tienen un evidente origen rom¨¢ntico. Quien siente en carne propia el mal en esta creaci¨®n, en este mundo -y en esta sociedad- que se dice insistentemente bajo el signo del bien, no podr¨¢ (en la tradici¨®n de Byron, de Shelley o del Espronceda no tan casualmente nombrado por Panero) sino acogerse al mal, para postular un mundo distinto, una creaci¨®n diferente. Y ah¨ª llegamos al quid del debate de Leopoldo Mar¨ªa consigo mismo: su vocaci¨®n de morir para alcanzar la nada, su obsesi¨®n por la nada ("con la bandera de la nada...
rez¨¢ndole a la nada porque muera... cruel hecho de nada
... buscando ¨¢vidamente la nada") es el signo m¨¢s desesperado, en la tribulaci¨®n del da?o, para pedir al modo de los c¨¢taros una creaci¨®n distinta. ?sta es la creaci¨®n del Mal -la que vivimos- y el poeta anhela la creaci¨®n del Bien, que est¨¢ en otra parte, y en la que por fin habr¨¢ desaparecido el dolor, la enemistad y la esquizofrenia. Por eso el poeta sabe -como Artaud- que primero hay que morir, y a¨²n teme que la otra creaci¨®n -es un temor- pudiera pesadillescamente parecerse a ¨¦sta: "el ¨²nico rezo por que el no ser no sea como el ser". Cambiar de creaci¨®n, cambiar de ser y de mundo, tal es el prop¨®sito al que s¨®lo puede llegarse atravesando la nada. Por eso desesperado, herido, hombre lobo aullando en la cima del Monte Pelado, el poeta Panero se reitera: "una nada en la aurora", quiz¨¢ adonde puede llevarte el poema... La terrible rueda de la autodestrucci¨®n querida no cesa de girar. Por lo dem¨¢s, alusiones culturales siempre caras a Panero (los trovadores, sobre todo Guilhem de Peitieu, Kafka, Rimbaud, Lou Reed, no escasamente generacionales) y algunas obsesiones particulares: su padre (que ahora ha sustituido a la madre) y Pere Gimferrer que -desde que yo recuerdo en amistad a Leopoldo, siempre en los pasados setenta- fue un continuo referente suyo, entre la admiraci¨®n y la lejan¨ªa, algo tan suyo como insistente. La pregunta es inevitable, a fuer de cruda: ?es hoy Leopoldo Mar¨ªa Panero un gran poeta? M¨¢s vivo de lo que ¨¦l pareciera desear, Leopoldo es un poeta -y un hombre- quebrado. Lleno de fulgores y de tr¨¢gica hondura es hoy por hoy (y las razones son evidentes) incapaz de superar la limitada est¨¦tica del fragmento imprecatorio. Leopoldo se repite y duele en la carne del lector, que mira la lucha de Jacob y el ¨¢ngel en su persona.
?Fue siempre as¨ª Leopoldo Mar¨ªa Panero?, me preguntan. Cuando yo lo conoc¨ª y trat¨¦, Leopoldo era un l¨²cido desequilibrado que buscaba el malditismo y la repulsa, bajo el signo de Artaud y contradictoriamente de Lacan. Pero, a menudo, pod¨ªa mantener el discurso que hoy no mantiene porque se le quiebra. Leopoldo busc¨® el desarreglo de los sentidos -que dijo Rimbaud- terminando por olvidar, en el exceso, que la frase exacta dice d¨¨r¨¨glement raisonn¨¦ (desarreglo razonado), detalle en el que el jovencito Rimbaud, que lo escribiera, ha sido menos seguido de lo que parece. Por utilizar un s¨ªmbolo que pueda serle familiar, Leopoldo es hoy un poeta herido por el rayo, si se quiere, un agonista ¨²nico.
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