Viento de Levante
Despu¨¦s de una r¨¢pida escalada por el hueco del ascensor, el Levante ha conseguido invertir los valores del f¨²tbol local y se ha apropiado del papel que sol¨ªa interpretar el Valencia. Por una vez, las cifras del nuevo candidato no parecen un subproducto del azar ni representan la suerte del principiante: son una expresi¨®n cabal del rendimiento. Domingo tras domingo, Alberto Rivera y sus amigos hacen a los espectadores una rara sugesti¨®n de ingenuidad y brillantez. Se mueven por el campo con un curioso desenfado escolar, como profesionales de la travesura, pero en el momento preciso saben transformarse en el hombre del mazo. Juegan con la pelota como el gato con el ovillo, se la pasan de zarpa a zarpa, y un segundo despu¨¦s, sin perder el hilo, pisan el ¨¢rea y disparan al flanco del portero.
Todos son gente emprendedora, pero nadie personifica el esp¨ªritu del equipo tan bien como Alberto. A¨²n recordamos sus a?os de cadete: hab¨ªa llegado al Real Madrid desde las canteras de Puertollano. Era entonces uno de esos ni?os de voz tenue y perfil ligero a quienes la naturaleza ha dado un principio de musculatura y otro de picard¨ªa. Todos hablaban de su deslumbrante repertorio de diabluras: privado de la violencia atl¨¦tica de sus colegas m¨¢s corpulentos, ¨¦l no golpeaba el bal¨®n; lo pulsaba como quien toca un instrumento musical. Sab¨ªa animarlo con todos los efectos, ¨¢ngulos y superficies, y le transmit¨ªa un punto de malicia que hac¨ªa pensar en un Maradonita de nueva planta.
Adem¨¢s, era capaz de ejecutar a discreci¨®n una exclusiva filigrana, la bicicleta voladora, que hab¨ªa patentado unos a?os antes el propio Maradona. Bien apoyado sobre la pierna izquierda, inmovilizaba el bal¨®n a media altura sobre la bota derecha. Luego, en la posici¨®n de cig¨¹e?a, lo abandonaba en el aire, trazaba a su alrededor una circunferencia completa con el mismo pie, y volv¨ªa a amortiguarlo sobre el empeine sin dejarlo llegar al suelo. Soltaba un pellejo hinchado y recog¨ªa una pompa de jab¨®n.
Aunque pod¨ªa convertir cada ejercicio en un fen¨®meno paranormal, tanta calidad vali¨® de poco. Los monitores del Madrid padec¨ªan el s¨ªndrome del funcionario, una forma de miop¨ªa que consiste en confundir lo que est¨¢ muy cerca con lo que esta muy visto, y le dejaron perderse en una mara?a de intercambios y cesiones.
Hoy, con el brazalete de capit¨¢n, s¨®lo concibe el f¨²tbol en estado natural, ese f¨²tbol de cuna que pasa directamente de los ojos a las venas. Movido por el sentimiento, su juego se respira, crece, late y se aloja para siempre en alg¨²n lugar del coraz¨®n.
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