El 'Prestige' y el 'barril de los milagros'
En La mejor democracia que se puede comprar con dinero, el brillante y perturbador Greg Palast dedica un espeluznante cap¨ªtulo a las consecuencias del desastre del Exxon Valdez en la vida de algunas comunidades afectadas de Alaska, y cuenta la curiosa historia del barril de los milagros. Una de esas historias, como ¨¦l dice, de las que nunca se habla.
El barril de los milagros era un recipiente con agua de mar limpia y que estaba depositado en el laboratorio de an¨¢lisis preventivos, all¨ª donde se efectuaba la lectura del "petr¨®leo en el agua", ese "texto" producido por los peque?os vertidos, pero que avanzaba un relato m¨¢s grande. Estos datos podr¨ªan haber servido para alertar a las autoridades encargadas de la protecci¨®n costera de la insolvencia en el sistema de contenci¨®n previsto para frenar un gran vertido en caso de accidente. Una t¨¦cnica del laboratorio, Erlene Blake, cont¨® a Palast que la superioridad les hab¨ªa ordenado modificar los resultados preocupantes por el m¨¢s sencillo m¨¦todo de llenar los tubos de an¨¢lisis con el agua limpia contenida en el barril de los milagros.
Que se sepa, en Galicia, antes del Prestige, no hab¨ªa un barril de estas caracter¨ªsticas, pero la cat¨¢strofe puso en evidencia que la protecci¨®n costera, y los operativos de prevenci¨®n y contenci¨®n, se encontraban en una dimensi¨®n milagrera. Es m¨¢s, todo lo sucedido, desde el periplo errante del Prestige hasta los ¨ªmprobos esfuerzos para frenar la comisi¨®n en el Parlamento Europeo, y despu¨¦s de sabotear una e impedir otra en las c¨¢maras auton¨®mica y espa?ola, nos permite acudir a la precisi¨®n de una met¨¢fora. Viv¨ªamos en el interior de un gran barril de los milagros. En la forma de gobernar, en la pol¨ªtica informativa, en la relaci¨®n con la ciudadan¨ªa, el agua real era sustituida en el laboratorio del poder por un agua milagrosa, pues sabido es, como se?ala Fabricius en su Teolog¨ªa del agua, que "no hay ni P¨®lipo ni Camale¨®n que pueda cambiar de color tan a menudo como el agua". Cuando esa agua preparada no surt¨ªa efecto, por ejemplo, en el campo informativo, era relevada por otra f¨®rmula destinada a los insensibles y desafectos al "milagro hist¨®rico" de la era Aznar. Para ese brebaje, la prensa libre brit¨¢nica hab¨ªa acu?ado un t¨¦rmino en la ¨¦poca Thatcher: "La intimidaci¨®n".
En Galicia, donde el Gobierno de la derecha conservadora adquiere formas geol¨®gicas (de ah¨ª quiz¨¢ la exitosa consigna con la que Fraga ha cerrado cada campa?a: "?Buscad el voto debajo de las piedras!"), algunos cr¨ªticos, arrastrados a la hip¨¦rbole por la fatiga, han hablado de una asfixiante atm¨®sfera pol¨ªtica de "excepci¨®n permanente". La ciencia pol¨ªtica en este caso parece referirse a una conjunci¨®n de anormalidades democr¨¢ticas: caracterizaci¨®n del adversario como enemigo, ocupaci¨®n particular de la Administraci¨®n (partido-facci¨®n) y, sobre todo, una consideraci¨®n del l¨ªder como enviado de la providencia, que conduce al decisionismo, el acatamiento incondicional. Por m¨¢s que alguno "escupiera por el colmillo", ¨¦se era el com¨²n denominador de la reciente rebeli¨®n en el poder gallego, pues mientras uno ped¨ªa en forma casi conmovedora: "?Debajo de Fraga, democracia!", el otro, de manera tambi¨¦n entra?able, pospon¨ªa: "?Despu¨¦s de Fraga, democracia!".
Pero pese a los antiguos v¨ªnculos de Fraga con Carl Schmitt, aquel "Epimeteo cristiano" (autorretrato de quien se prest¨® a abrir terribles cajas de Pandora), es verdad que Aznar representaba el modelo con una precisi¨®n tonal apod¨ªctica que todav¨ªa hoy retumba en las hemerotecas. Hab¨ªa dado ya algunas muestras de decisionismo, impulsadas con alegr¨ªa lapidaria, pero es frente a la ciudadan¨ªa movilizada por el caso Prestige cuando se produce su gran corte epistemol¨®gico. "Se les acab¨® el chollo a los agitadores del resentimiento. ?Se acab¨®!" (26 enero de 2003). Y fue ese mismo d¨ªa, en Santiago de Compostela, donde inst¨® a la Xunta y al PP gallego a "acallar a los que ladran su rencor por las esquinas". Aznar perdi¨® una magn¨ªfica oportunidad para emular a Oscar Wilde: "Es escandaloso que la gente vaya diciendo por ah¨ª, a espaldas de uno, cosas que son absolutamente ciertas". Pero estaba claro entonces que el presidente no bromeaba cuando ordenaba el fin de la realidad. Hubo quien se puso de inmediato a la obra. Por ejemplo, el fiscal general. Hubo medios de prensa que colocaron en portada como forajidos a los portavoces m¨¢s visibles de la protesta ciudadana. Los servicios informativos de la televisi¨®n p¨²blica, dirigidos por Urdaci, dieron p¨¢bulo a las infamias sin posibilidad de respuesta. Los voluntarios fueron puestos bajo sospecha, e insultados en algunos municipios controlados por el partido gobernante. Y tanto los portavoces del Gobierno central como de la Xunta insinuaron que era un diablo terrorista quien mov¨ªa los hilos de la protesta. Hasta los 50.000 escolares que se dieron la mano frente al mar tuvieron que cargar en las mochilas terribles anatemas. De ese acto, quiz¨¢s el m¨¢s emotivo a nivel mundial en defensa del mar, no busquen im¨¢genes a¨¦reas de TVE. No existen. La jefatura prohibi¨® esa filmaci¨®n a los profesionales del centro gallego.
La inmersi¨®n de los gobernantes en el barril de los milagros dio lugar a una sarta de frases c¨¦lebres durante aquel periodo, y que hoy leemos, con la mejor voluntad, como accidentales versos dada¨ªstas. Uno de los m¨¦todos de Dad¨¢ era llenar el sombrero de palabras y lanzarlas al azar para componer textos. Recuerdo en esa situaci¨®n embarazosa, aunque no llevaba sombrero, al entonces ministro de Medio Ambiente, se?or Matas, justo el d¨ªa en que termin¨® por hundirse el petrolero. La escena transcurr¨ªa en una playa, Barra?¨¢n, ya cubierta de fuel, pero la gran comitiva estableci¨® un c¨ªrculo, el del barril de los milagros, y el ministro volv¨ªa a negar la evidencia de una marea negra. En general, el primer problema de las autoridades, tanto en el Gobierno central como en la Xunta, fue que no estaban preparados para una desobediencia por parte de los hechos. Pese al gran empe?o medi¨¢tico del Gobierno, la realidad segu¨ªa un desastroso curso y los hechos se insubordinaron.
Es verdad que no hab¨ªa ni planes actualizados ni medios suficientes. Y eso en una zona mar¨ªtima altamente sensible, con un intens¨ªsimo tr¨¢fico de mercanc¨ªas peligrosas y con un historial espeluznante de cat¨¢s
-trofes. No cabe tampoco referirse a una general indiferencia, aunque es cierto que en Espa?a no existe la debida conciencia de pa¨ªs mar¨ªtimo. He aqu¨ª una de las historias que no se pod¨ªan contar, inmersos en el barril de los milagros: tan s¨®lo 18 d¨ªas antes de producirse el siniestro, la Asociaci¨®n Profesional de Marinos de la Administraci¨®n Mar¨ªtima Espa?ola (Aspromar) remiti¨® un informe dram¨¢tico sobre las deficiencias en seguridad y prevenci¨®n de la lucha contra la contaminaci¨®n. Otra asociaci¨®n profesional, la de Titulados N¨¢utico-Pesqueros (Aetinape), llevaba a?os emitiendo avisos sobre los peligros en el "corredor atl¨¢ntico". En algunas intervenciones de portavoces de la era Aznar subyac¨ªa un reproche por la gran protesta ciudadana en torno al caso Prestige: "?Por qu¨¦ ahora y no antes?". Con el caso Urquiola, en 1976, todav¨ªa dominaba el miedo franquista, pero aun as¨ª en Galicia se alzaron muchas voces, incluida la indignada del gran escritor ?lvaro Cunqueiro, conservador pero tambi¨¦n conservacionista. Pero fue a principios de los ochenta cuando se produjo en Galicia una movilizaci¨®n c¨ªvica que tuvo casi la misma amplitud y sentido que el Nunca M¨¢is. Y lo que es m¨¢s importante: se sald¨® con ¨¦xito. Hablo de las protestas contra el cementerio de residuos radiactivos situado en la fosa atl¨¢ntica, no muy lejos del lugar donde la combinaci¨®n de mala suerte y mala punter¨ªa llevaron al Prestige. La gran protesta ciudadana, que incluso se llev¨® a alta mar para bloquear el dep¨®sito de los bidones radiactivos por los cargueros, obtuvo al final eco en los organismos internacionales y se consigui¨® paralizar aquel disparatado cementerio y otros semejantes en diferentes mares. No obstante, hubo una diferencia sustancial entre aquella movilizaci¨®n y lo ocurrido con el petrolero hundido en noviembre de 2002. Entonces, el Gobierno de Uni¨®n de Centro Democr¨¢tico no se entusiasm¨® con la movilizaci¨®n, pero tampoco reaccion¨® con hostilidad. Aquellos ciudadanos que ejerc¨ªan la ciudadan¨ªa eran algo extra?os, eso s¨ª, pero todav¨ªa no eran marcianos.
Hay un dicho que se atribuye a san Agust¨ªn: "Errar es humano, perseverar es diab¨®lico". En el caso Prestige se cumpli¨® el ir¨®nico aforismo de que los expertos son esos t¨¦cnicos a los que se convoca para tomar una decisi¨®n que otros ya hab¨ªan tomado de forma equivocada. Pero lo que de verdad llama la atenci¨®n ("poderosamente", con perd¨®n) no es el error con un barco cargado de fuel pesado; es el perseverante error con la gente. La movilizaci¨®n c¨ªvica fue lo mejor que pudo pasar una vez confirmada la tragedia ecol¨®gica. La acci¨®n comunitaria (grito, denuncia, voluntariado) es una terapia fundamental en una cat¨¢strofe que afecta al hogar. He aqu¨ª uno de los p¨¢rrafos m¨¢s interesantes y menos le¨ªdos de la Constituci¨®n: "Los poderes p¨²blicos velar¨¢n por la utilizaci¨®n racional de todos los recursos naturales, con el fin de proteger y mejorar la calidad de la vida y defender y restaurar el medio ambiente, apoy¨¢ndose en la indispensable solidaridad colectiva". ?D¨®nde estamos dos a?os despu¨¦s? No podemos aceptar el discurso de la derrota. Estamos en otro hemisferio mental. Los gobernantes tienen que dar cuenta de sus incumplimientos, y con la cabeza fuera del barril de los milagros.
Manuel Rivas es escritor.
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