Carcasona, la fortaleza de Francia
Una ciudad medieval tamizada por el filtro rom¨¢ntico del XIX
Asolada en las luchas contra los albigenses, la ciudad amurallada de Carcasona, la Cit¨¦, fue reedificada luego por los reyes franceses. Fue entonces una ciudadela inexpugnable preparada para defender el reino franc¨¦s del peligro espa?ol. Hoy es una fortaleza ¨²nica, incluida en la lista del Patrimonio Mundial de la Unesco desde el a?o 1997.
En 1659, mediante la Paz de los Pirineos, Espa?a perdi¨® las tierras ubicadas al norte de la cordillera pirenaica, y Carcasona dej¨® de ser un baluarte estrat¨¦gico. Adem¨¢s, los progresos de la artiller¨ªa hicieron que las fortificaciones medievales quedaran devaluadas para la guerra. Poco a poco, los altivos muros edificados desde la ¨¦poca romana hasta el siglo XIV fueron derruy¨¦ndose. La vieja ciudadela se qued¨® sola, y las elevadas torres se trocaron en atalayas para las ¨¢guilas y solanas de cuervos y lagartijas. Mientras tanto, progresaba, al oeste del r¨ªo Aude, la Carcasona moderna (la Bastida, hoy con unos 45.000 habitantes). Pero en plena ¨¦poca rom¨¢ntica apareci¨® un salvador para aquella enorme fortaleza medieval desprovista de expectativas de futuro: Viollet le Duc (1814-1879), un arquitecto clave en la conservaci¨®n del patrimonio galo.
Arquitectura a imagen del pasado
En el inicio de los a?os treinta del siglo XIX hab¨ªa surgido en Francia un movimiento conservador y restaurador de edificios antiguos. En una Francia que sal¨ªa de los desmanes de la ¨¦poca revolucionaria, con una monarqu¨ªa absoluta ansiosa por entroncarse con un pasado glorioso, la arquitectura sirvi¨® a la vez para imitar la imagen imperial romana y la brillantez de las construcciones medievales, tan caras a los rom¨¢nticos. En la propia capital, Par¨ªs, la catedral estaba gravemente da?ada. Figuras populares, como V¨ªctor Hugo, clamaban por una restauraci¨®n que lleg¨® de la mano de Viollet le Duc, arquitecto de la Comisi¨®n Nacional de Monumentos Hist¨®ricos, que despleg¨® una gran actividad en Par¨ªs (Sainte Chapelle y Notre Dame), Vezelay, Puy en Velay, Toulouse o Carcasona. Fue as¨ª como la Cit¨¦ de Carcasona revivi¨® en todo su esplendor -estuvo a punto de ser demolida en 1849 y una campa?a ciudadana logr¨® impedirlo- y adquiri¨® ese aspecto formidable: la mayor fortaleza de Europa.
Es posible que Viollet le Duc pusiera cierta fantas¨ªa en la reconstrucci¨®n de la Cit¨¦. No es extra?o, pues sosten¨ªa que, al rehacer una obra incompleta, era obligado aplicar a la parte inconclusa o desaparecida el esp¨ªritu original de la obra. Para ¨¦l, el edificio deb¨ªa alcanzar una ideal unidad estil¨ªstica, adecuada con el supuesto concepto del creador. Al viajero le queda imaginar cu¨¢nto hay de pastiche en la recreaci¨®n y cu¨¢nto de apasionado y noble triunfo regenerador. Curiosamente, en su b¨²squeda del "edificio perfecto", Le Duc pretend¨ªa una aproximaci¨®n racional en la que los logros del g¨®tico entroncaban con los progresos t¨¦cnicos de la arquitectura de su tiempo.
La Cit¨¦, con su doble cercado de murallas, se alza vigorosa sobre una colina, a la vera de la ruta que un¨ªa el Atl¨¢ntico con el Mediterr¨¢neo, pasando por Toulouse; de ah¨ª su importancia estrat¨¦gica. Tiene en sus muros la huella gala, romana, visigoda y de diversos periodos del medievo franc¨¦s, principalmente del siglo XIII.
En el cercado interior se aprecian las defensas m¨¢s antiguas, los grandes bloques de la defensa galorromana, o los visig¨®ticos, con piedra cuadrada y ladrillo. La parta exterior, con un lienzo de muralla m¨¢s bajo y provisto de 14 torres, es la debida a los reyes franceses san Luis y Felipe el Atrevido, quienes consiguieron trazar un basti¨®n imbatible. En medio de ambas, una avenida, la liza, que tambi¨¦n serv¨ªa a la estrategia defensiva. Si el enemigo llegaba a ella era masacrado desde las torres de ambas murallas.
Recorriendo este espacio, el viajero retorna f¨¢cilmente hacia el pasado. Toda la Cit¨¦ rezuma sabor pret¨¦rito: sus muros, el castillo, las calles empedradas, la gran iglesia de Saint Nazaire... Sobrepasado el foso, y nada m¨¢s cruzar por la primera puerta, aparece la liza, la avenida entre las dos murallas, y se descubre la majestuosa cerca interior, fortalecida con sus 24 torres.
Luego se avanza por la Rue Cross-Mayrevieille, que conduce hacia el castillo de los antiguos nobles, los Trencavel. A un lado y otro de la tortuosa calle aparecen las casas de ¨¦poca, en cuyos bajos perviven los talleres artesanales, a los que se suman las inevitables tiendas de recuerdos. El altivo castillo de los Trencavel, vizcondes de Carcasona, sorprende con su porte magn¨ªfico. El antiguo palatium se levant¨® en el extremo occidental del promontorio rocoso donde se asienta la Cit¨¦.
Por la Rue de Saint Louis se accede a otro bello monumento: la iglesia de Saint Nazaire, donde se aprecia tambi¨¦n la intervenci¨®n de Viollet le Duc. Fue catedral hasta 1801. De estilo rom¨¢nico y g¨®tico, se conserva bien la nave rom¨¢nica, de seis tramos, originaria de finales del siglo XI. El crucero y el coro de Saint Nazaire son de finales del XIII y del XIV. Es curioso el efecto interior entre la nave, de escasa luz y s¨®lidas columnas cil¨ªndricas, frente a la zona del ¨¢bside, llena de color y luminosidad merced a sus vidrieras y rosetones.
Hay en la Cit¨¦ diversos museos: el Imaginarium, el de Armas y Caballer¨ªa, el de la Escuela..., pero hay algo a¨²n m¨¢s valioso: el placer de callejear entre edificios llenos de sabor, cuidadosamente conservados, y la posibilidad de tomar un vino o comer tranquilamente en alguno de los abundantes restaurantes (son habituales los confits y pat¨¦s de oca y pato, los estofados y caracoladas, y el cassoulet, la fabada nacional, con alubias blancas y carnes de cerdo, salchichas o confit de pato; para beber, vino de la denominaci¨®n de origen local, Corbieres).
Una mirada a la ciudad baja
En el siglo XIII, san Luis arras¨® la ciudad alta y envi¨® al exilio a sus habitantes, a los que m¨¢s tarde permiti¨® volver con la condici¨®n de que se instalaran al otro lado del r¨ªo Aude. Surgi¨® as¨ª otra Carcasona que a¨²n conserva la vieja estructura rectil¨ªnea, parte de sus antiguos baluartes y algunas iglesias.
Entre las ¨²ltimas cabe citar la de Saint Michel, del siglo XIII, remozada tambi¨¦n por Viollet le Duc, y la de Saint Vicent, de los siglos XIII y XIV. El turismo se centra en la Cit¨¦ medieval; pero hay zonas de cierta vida en la ciudad baja, en los bulevares o en la c¨¦ntrica plaza Carnot, donde algunos d¨ªas hay mercados de flores y frutos.
GU?A PR?CTICA
C¨®mo ir
- Desde Barcelona, en coche, tomar la A-7 con direcci¨®n a Francia. Al llegar a la frontera, coger la A-9 hacia Perpi?¨¢n y despu¨¦s la N-113 hasta Carcasona.
Dormir
- Hotel Montsegur (00 33 468 25 31 41; www.hotelmontsegur.com). All¨¦e d'I¨¦na, 27. Un ch?teau de tres estrellas con un siglo de historia. La habitaci¨®n doble, unos 80 euros.
- Hotel des Trois Couronnes (www.hotel-destroiscouronnes.com; 00 33 468 25 36 10). Situado a la entrada de la ciudad, cuenta con un restaurante con vistas a la
ciudadela. La doble,
unos 70 euros.
Informaci¨®n
- La web oficial de Carcasona (www.carcassonne.org) ofrece informaci¨®n en espa?ol acerca del patrimonio y rutas por la ciudad medieval.
- Oficina de turismo (00 33 468 102 430). Rue de Verdun, 28.
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