Una obra de arte encajada en roca

La sierra de San Juan de la Pe?a, en la comarca de la Jacetania, se adivina como una de las puertas de entrada a la impresionante cordillera de los Pirineos, en su macizo central de las tierras de Huesca. Los paredones rojizos que guardan las hechuras de este cenobio religioso han sido testigos de la historia del Reino de Arag¨®n, desde los inicios de su construcci¨®n, en tiempos del rey Sancho Garc¨¦s, all¨¢ por el a?o 922.

Al abrigo de la gigantesca mole p¨¦trea que forma el precipicio del monte Pano, el monasterio de San Juan se reafirma como uno de los s¨ªmbolos biogr¨¢ficos de Arag¨®n, con el comienzo de las primeras obras de edificaci¨®n de estilo moz¨¢rabe, y que a¨²n conserva frescos rom¨¢nicos y la espectacular sala de los Concilios.

La leyenda.

Se cuenta que los or¨ªgenes del enclave santo se remontan al a?o 600, cuando en una cacer¨ªa un noble zaragozano llamado Voto, durante la persecuci¨®n a caballo de un ciervo, lleg¨® desbocado hasta el borde del acantilado, libr¨¢ndose de caer por el precipitadero por haberse encomendado a san Juan en el ¨²ltimo momento. Agradecido, descendi¨® al fondo del barranco y hall¨® la cueva del Gale¨®n al pie de la pe?a, donde levant¨® una ermita en honor de san Juan Bautista. Este santuario se convertir¨ªa con el paso de los a?os en el monasterio viejo de San Juan de la Pe?a.

El convento benedictino.

A finales del siglo XII se levanta el claustro rom¨¢nico, una obra maestra por su delicadeza y originalidad, protegido de la intemperie por la misma roca, como parte esencial de la vida monacal que mantuvieron los monjes benedictinos hasta el a?o 1675. Pero lo que lo convierte durante 500 a?os en el convento m¨¢s representativo del ¨¢mbito pirenaico es la posesi¨®n del pante¨®n real que fund¨® el rey Sancho Ram¨ªrez, tras cuyas l¨¢pidas fueron enterrados los reyes, pr¨ªncipes e infanzones de Arag¨®n y Navarra durante esos cinco siglos. Tambi¨¦n se cuenta que en este perdido cenobio de las monta?as oscenses permaneci¨® durante casi 300 a?os el Santo Grial, tra¨ªdo desde Roma por san Lorenzo como regalo del papa Sixto II.

Un espacio natural protegido.

El monasterio y la monta?a del mismo nombre fueron preservados con la declaraci¨®n de Sitio Nacional de San Juan de la Pe?a el 30 de octubre de 1920, convirti¨¦ndose en el tercer espacio natural protegido de Espa?a tras la monta?a de Covadonga y el valle de Ordesa. "En un socav¨®n de las entra?as rocosas de la tierra, en una gran cueva abierta, una argamasa de pedruscos que se corona con cimera de pinos", escribi¨® Unamuno, para quien los capiteles rom¨¢nicos del destechado claustro -"le basta la roca por cobertor"- les recordar¨ªan a los monjes un mundo "no de m¨¢rmol ni de bronce hel¨¦nicos o latinos, sino de piedra, un mundo berroque?o, en que la humanidad se muestra pegada a la roca -como entre los egipcios- y no exenta de ella".

Fauna y flora.

Pero a esta joya natural y arquitect¨®nica de San Juan de la Pe?a se unen otras joyas ornitol¨®gicas, como la presencia del quebrantahuesos, el gran buitre oxidado que protagoniza con sus planeos estas sierras pobladas por otras rapaces, como buitres leonados, alimoches o halcones peregrinos. El pino silvestre domina el manto verde, pero tambi¨¦n aparecen encinas, quejigos, hayas y abetos blancos, en una mezcla de vegetaci¨®n mediterr¨¢nea y atl¨¢ntica. Aqu¨ª medran especies aladas de menor porte, pero no menor importancia, como palomas torcaces, arrendajos, ratoneros, c¨¢rabos y pitos negros; y junto a ellas, una recua de mam¨ªferos peque?os y grandes, entre los que destacan lirones, tejones y jabal¨ªes.

Vista a los Pirineos.

Esta sierra prepirenaica de suaves desniveles presenta en su cara norte una ca¨ªda de 400 metros, convertida en un excelente mirador por donde asomarse al universo monta?¨¦s de los Pirineos. Desde aqu¨ª se descuelga un balc¨®n bautizado con tres nombres: de Espa?a, de Pilatos y de los Pirineos; y junto a ¨¦l, una reproducci¨®n en piedra de la imponente panor¨¢mica pirenaica, que permite reconocer cada uno de los picos visibles.

Rutas a pie.

Para los que quieran senderear y reconocer el enclave natural paso a paso, existen varias veredas se?alizadas que lo permiten con toda facilidad. Un buen punto de partida para las excursiones es el centro de interpretaci¨®n de la naturaleza, ubicado en la explanada del llano de San Indalecio, junto al denominado monasterio nuevo de San Juan (en proceso de rehabilitaci¨®n). Itinerarios muy interesantes son los que llevan hasta la ermita del Tozal de San Salvador, en un paseo de unas dos horas, o al carrascal de San Jos¨¦, en tan s¨®lo hora y media; y tambi¨¦n los que, m¨¢s breves, conducen al balc¨®n de los Pirineos, a la ermita de San Voto, o el paseo de Santa Teresa, camino de la antigua balsa del monasterio y del mirador de Botaya.