Dos amigos
Un a?o sobrevivi¨® al amigo. Por qu¨¦ eran amigos lo cont¨® ¨¦l mismo en sus memorias con las irrevocables y emocionantes palabras con que Montaigne explic¨® su amistad con La Bo¨ºtie: "Parce-que c'¨¦tait lui; parce-que c'¨¦tait moi". Sobre la amistad, en Francia, compiten dos sentencias. ?sta de Montaigne y otra de Renard que la contradice absolutamente: "No hay amigos, sino fragmentos de amistad". Es cierto que una vida puede ser el fragmento. Pero esa consideraci¨®n apenas encubre el fondo observador y esc¨¦ptico de la sentencia renardiana. Ramon Vilad¨¤s y Francesc Farreras fueron amigos. Es Montaigne, en su caso, el que explica por qu¨¦. Los dos se trataban desde el a?o 1946, cuando pasaron una primera noche de juventud en una tienda de campa?a plantada sobre la arena de una playa. Hubo exilios, necesidades e incluso mujeres con las que se casaron. De todo salieron con bien. Eran realmente diferentes. Farreras ten¨ªa una exuberancia cordial, incluso ingenua, si se es capaz de comprender que la ingenuidad es el primer paso de la inteligencia. Vilad¨¤s era un hombre lleno de aplomo. Lo digo porque lo hab¨ªa visto algunas noches eligiendo el camembert que iba a llevarse a casa y s¨¦ que comprobaba la madurez del queso con la misma finura y precauci¨®n que aplicaba a la vida.
Farreras y Vilad¨¤s fueron amigos desde 1946. Farreras ten¨ªa una exuberancia cordial e ingenua, y Vilad¨¤s era un hombre lleno de aplomo
En fin. Francesc Farreras muri¨® hace un par de semanas a los 84 a?os y Ramon Vilad¨¤s un a?o antes, a los 82. Respondiendo perfectamente a lo que se esperaba de su car¨¢cter, Francesc Farreras dej¨® un libro de memorias humilde y soberbio, Gosar no mentir. El t¨ªtulo es lo ¨²nico malo. ?C¨®mo se pueden titular unas memorias, precisamente unas memorias, con dos infinitivos! Pero el resto del libro es una exposici¨®n detallada, libre y sincera de la Catalu?a ni bajo ni contra, sino en el franquismo. La ¨²nica que existi¨®. Vilad¨¤s no dej¨® memorias. S¨®lo la huella del ¨ªndice en la blanda corteza del camembert. A su muerte y entierro les acompa?¨® un silencio p¨²blico, m¨¢s hijo de la ignorancia que del respeto a sus costumbres. Por m¨¢s que a ¨¦l le habr¨ªa encantado semejante programa de actos. Sus memorias hay que buscarlas, as¨ª, en otros libros. En el de Farreras, desde luego. En el que escribi¨® Oriol Mall¨® sobre el maquis libertario, La revolta dels quixots. Y en el de Albert Forment sobre la historia de Ruedo Ib¨¦rico y su fundador, Jos¨¦ Mart¨ªnez.
?Qu¨¦ hicieron estos dos hombres y por qu¨¦ hay que hablar de ellos antes de que pasen a la memoria en cach¨¦ del tiempo? Es f¨¢cil. Fueron un modelo de resistencia. Es muy sabido que sobre la resistencia al franquismo se escribe con franca imprecisi¨®n. Esta imprecisi¨®n se ha visto muy favorecida por el deslumbramiento de la heroicidad comunista. Desde luego, las c¨¢rceles estaban llenas de h¨¦roes comunistas. Pero otra cosa suced¨ªa en las calles. En las calles hab¨ªa gente m¨¢s bien del tipo de Vilad¨¤s. El joven abogado que describe Mall¨®, practicando el posibilismo de salvar algunas vidas anarquistas de los fusilamientos. Y diseminando ya desde su juventud el susurro, que le acompa?ar¨ªa toda su vida, de ser un hombre conectado. "A pesar de venir del otro lado, los libertarios", escribe Mall¨®, "siempre lo tuvieron en consideraci¨®n porque los trataba como iguales. Pasaba acusados, si pod¨ªa, de la jurisdicci¨®n militar a la civil, se preocupaba de sus defendidos y sab¨ªa darles al menos apoyo moral, cosa que al resto de los letrados, afectos como una roca, nunca se les habr¨ªa ocurrido. Vilad¨¤s buscaba testimonios favorables a los inculpados y de vez en cuando los encontraba".
Los dos amigos hubieron de marchar al exilio parisiense cuando la polic¨ªa descubri¨® y castig¨® con la c¨¢rcel la creaci¨®n del grupo Nueva Rep¨²blica, que fue el lugar donde acab¨® desembocando su posibilismo. En Par¨ªs trabajaron en condiciones nada f¨¢ciles. Farreras con el trotskista Juli¨¢n Gorkin en la organizaci¨®n del Congreso por la Libertad de la Cultura. Y Vilad¨¤s, en la creaci¨®n de la editorial Ruedo Ib¨¦rico, nacida a medias en un seminario de Pierre Vilar y los alcoholes de un caf¨¦ de la Rue Boissoni¨¨re. Al sutil abogado le correspondi¨® deshacer los violentos nudos de car¨¢cter que a veces se daban entre los otros fundadores, Jos¨¦ Mart¨ªnez, S¨¢nchez-Albornoz y Vicente Girbau. A mediados de los sesenta Farreras y Vilad¨¤s volvieron a Espa?a. Continuaron tejiendo. Su colaboraci¨®n en la apertura en Barcelona de la Fundaci¨®n Maeght, de la que Farreras ser¨ªa director durante 20 a?os, fue uno de sus trabajos fundamentales.
Como se acerca el final y acecha el olvido, habr¨¢ que decir claramente lo que hicieron los dos. Se trat¨® de la construcci¨®n, en plena dictadura, de un Estado invisible. Este trabajo tuvo instantes de riesgo. No fue el menor el solapamiento con el propio Estado dictatorial. O su firme decisi¨®n de no volver a la c¨¢rcel, porque la c¨¢rcel era, por encima de cualquier otra cosa, la constataci¨®n de un fracaso. O la imposibilidad de que los esp¨ªritus sumarios comprendieran a un hombre como Vilad¨¤s, que iba de Ruedo Ib¨¦rico a la multinacional Danone haciendo lo mismo en una casa y otra. En el a?o 1977 pudo ser. Los dos amigos pudieron haber participado en la construcci¨®n de un Estado finalmente visible. Se trat¨® del tarradellismo. Pero sobre ese fracaso ya extendi¨® en su d¨ªa Manuel Ort¨ªnez (otro invisible) la sentencia definitiva. Franco dur¨® 10 a?os de m¨¢s y nosotros, todos nosotros, ¨¦ramos 10 a?os demasiado viejos para mandar.
Cr¨®nica fracasada, que s¨®lo quer¨ªa encarar a Montaigne y Renard.
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