Chantaje
El nuevo affaire Carod todav¨ªa no est¨¢ despejado: insiste el pol¨ªtico catal¨¢n en vincular el voto favorable del grupo parlamentario de ERC a los presupuestos generales al cumplimiento de una condici¨®n que, curiosamente, no incluye ni gasto ni inversi¨®n; exige del Gobierno una simple y llana manifestaci¨®n de ¨ªndole filol¨®gica, materia sobre la cual ¨¦ste no tiene competencia atribuida. Pretende ERC que el Gobierno, un ministro o persona autorizada y del relieve pertinente haga una solemne declaraci¨®n de que catal¨¢n y valenciano son la misma lengua y que llamarle catal¨¢n a secas no ofende a nadie.
Sin embargo, la mediocre sagacidad no le presta para entender que esa declaraci¨®n no puede hacerla el Gobierno, al menos por dos razones: una, porque no tiene competencia sobre la identidad de la lengua propia de una Comunidad Aut¨®noma; dos, porque, en cualquier caso, esa declaraci¨®n ya se encuentra en normas jur¨ªdicas vigentes, en declaraciones de ¨®rganos competentes para dictaminar sobre la materia, y, finalmente, en decisiones jurisprudenciales que dictan de modo inapelable el diferente valor que tienen los nombres que identifican la lengua propia de los valencianos desde la doble perspectiva de la ciencia y de la ley.
Al Gobierno espa?ol pues, no le corresponde hacer declaraci¨®n alguna; y, m¨¢s all¨¢ de remitir al texto del EACV, al dictamen sobre el valenciano del CVC, al Pre¨¢mbulo de la Ley que crea la AVL, y a dos sentencias del TC donde se deslinda claramente la denominaci¨®n legal y la cient¨ªfica (compatibles entre s¨ª) de la lengua propia de los valencianos, como referentes donde ilustrarse, nada puede obligarle a suplantar a la ley o a los fil¨®logos.
Evidentemente, el Gobierno lo tiene f¨¢cil para contestar elegantemente al reto de ERC sin vulnerar la ley, ni agraviar al conjunto de los valencianos. Pero una cosa es que el tr¨¢gala de ERC en favor de la unidad de la lengua responda tambi¨¦n a la convicci¨®n de que hay que hacer algo contundente para resolver este asunto enojoso, y otra que, ebrios de verdad filol¨®gica, le nieguen a la lengua propia de los valencianos el derecho a mantener su denominaci¨®n hist¨®rica, por cierto, muy anterior al moderno conflicto pol¨ªtico a prop¨®sito de su identidad, porque, al final, lo que se percibe es una necia prepotencia provocadora que alimenta al secesionismo ling¨¹¨ªstico y da alas al cerrilismo pol¨ªtico.
Si Carod deseaba una soluci¨®n r¨¢pida al tema de la unidad de la lengua en el Pa¨ªs Valenciano m¨¢s parece que haya apostado por agudizar las contradicciones para conseguir a la vez radicalizar al nacionalismo valenciano y resucitar al blaverismo -que ya andaba de capa ca¨ªda a causa de sus colosales errores pol¨ªticos- y obtener un ping¨¹e r¨¦dito partidario.
Con todo, si f¨¢cil lo tiene el Gobierno espa?ol ante tama?a estulticia, m¨¢s f¨¢cil lo tiene el Gobierno valenciano, pues con que se remita a los textos citados m¨¢s arriba ser¨¢ suficiente para que cesen estos fuegos de artificio donde nos estamos dejando, de nuevo, jirones de esta pobre lengua.
Si Carod nos quisiera tanto como simula, en lugar del espect¨¢culo lamentable que est¨¢ protagonizando al hurgar en la herida todav¨ªa abierta de la denominaci¨®n de la lengua com¨²n de modo tan bestia, habr¨ªa presionado para que el Gobierno incluyera en los presupuestos un buen pellizco para hacer m¨¢s cre¨ªble la cooficialidad de las lenguas propias en los ¨¢mbitos dependientes de la competencia del Estado.
Y todos contentos.
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