Despu¨¦s de Pujol. A?o 1
Hay vida despu¨¦s de Pujol. Esta es hoy probablemente la noticia. Hace un a?o, hab¨ªan apenas transcurrido unas horas desde la celebraci¨®n de las hist¨®ricas elecciones que iban a poner punto final (fuera cual fuera el desenlace) a unos largos 23 a?os de reinado pujoliano. Hace un a?o especul¨¢bamos sobre qui¨¦n acabar¨ªa cantando victoria. Pero lo m¨¢s importante es que entonces no sab¨ªamos lo que era vivir la poca o mucha autonom¨ªa de Catalu?a sin la presencia de quien hab¨ªa forjado un partido, una coalici¨®n y, tras tantos a?os de gobierno, unas instituciones a imagen y semejanza de sus pasiones, proyectos e inclinaciones pol¨ªticas y personales. Si hoy gobernara Mas en la Generalitat, con cualquier combinaci¨®n posible, nos quedar¨ªa a¨²n la duda de si la sombra alargada de Pujol seguir¨ªa pase¨¢ndose entre naranjos y alfombras. La presencia de Maragall en el lado de la plaza en el que no lo ten¨ªamos ubicado normalmente, si bien no ha trastocado demasiado nuestra galer¨ªa de catalanes ilustres, ha resuelto las dudas sobre la capacidad de construir Catalu?a desde l¨®gicas que no fueran las de la cabezoner¨ªa perspicaz y desconfiada de un Jordi Pujol que se nos antojaba insustituible. Y a diferencia de Pujol, Maragall se ocupa m¨¢s de construir instituci¨®n que liderazgo de partido o de gobierno, consciente de que su legitimidad est¨¢ m¨¢s vinculada a su posici¨®n institucional que a su capacidad interna de liderazgo de un gobierno estructuralmente dividido.
Pero, al margen de su ausencia en el Gobierno y en las primeras p¨¢ginas, ?en qu¨¦ se nota que ya no est¨¢? En estas ¨²ltimas semanas, como una especie de pr¨®logo de lo que ser¨¢ la avalancha de balances sobre el primer a?o de gobierno Maragall, se ha definido este in¨¦dito pospujolianismo como "continuismo" (Coscubiela), "confusi¨®n y desgobierno" (Mas) o "periodo de refundaci¨®n" (Maragall-tripartito). Mi sensaci¨®n es que algo de todo eso ha habido y hay. Casi 25 a?os de hegemon¨ªa unioconvergente no pueden pasar sin dejar huella. La Administraci¨®n p¨²blica es esencialmente la que era y, de hecho, fue casi definitivamente forjada en esos primeros 20 a?os. Las deudas son las que eran, y las alegr¨ªas financieras se han tenido que limitar al m¨¢ximo. Y si se quiere refundar el sistema de poderes y equilibrios con el Estado y con Europa, eso nos obliga a retomar muchos de los lugares comunes, de los simbolismos y de las tensiones que tan eficazmente manejaba Pujol en sus alternativas de amores-odios con Madrid. Todo ello, por simple que sea, nos sit¨²a en el "continuismo".
Por otro lado, gobernar como lo hac¨ªa Pujol, con un simulacro de partidos coaligados, pero con un liderazgo indiscutido, indiscutible e indispensable no es lo mismo que manejar a tres partidos con tradiciones tan distintas, con experiencias de gobierno tan desiguales y con proyectos pol¨ªticos y personales tan espec¨ªficos y desparejos. Y ello sin contar con las tensiones internas de cada formaci¨®n pol¨ªtica, con las tensiones de cada uno con sus aliados fuera de Catalu?a y con las peripecias constantes que desde Perpi?¨¢n vienen persiguiendo al tripartito. El ruido tripart¨ªtico es constante, y a ello ha contribuido el progresivo (y para algunos inesperado) afianzamiento en el cargo de Pasqual Maragall, que ha despertado constantes incentivos a sacudir el polvo para aparecer cada cual con sus perfiles propios. Todo ello abona la tesis de la "confusi¨®n", pero lamentablemente para los que la predican, ese componente es ya estructural y a estas alturas no sorprende ni inquieta a nadie, excepto a alguien como Mas, que trata de contagiar de su a?oranza de orden (y autoridad) pujoliana a un pa¨ªs que parece olvidar con facilidad.
Lo que est¨¢ por ver es si la tesis de la refundaci¨®n logra abrirse paso y afianzarse con hechos y no s¨®lo con buenas palabras. Es evidente que, a pesar de todos los pesares y de los quebraderos de cabeza que genera, lo m¨¢s f¨¢cil es situar el tema refundador en los aspectos estatutarios y de nuevos equilibrios Catalu?a-Espa?a-Europa. Enti¨¦ndanme bien. No quiero con ello minusvalorar el encaje de bolillos con que se quiere reforzar muy notablemente nuestro volumen de autogobierno y, como base de ello, nuestra capacidad de financiaci¨®n y de reconocimiento de nuestra realidad nacional y diferenciada. Pero lo complicado de la operaci¨®n es que, mientras tanto, la gente quiere notar tambi¨¦n que las cosas se van moviendo mientras llega el gran d¨ªa. No s¨®lo que cambiar¨¢n cuando lleguemos a la tierra prometida de la nueva Catalu?a neoestatutaria, sino tambi¨¦n esta semana. Y es ah¨ª donde el balance pospujoliano es m¨¢s discreto. Existe vida tras Pujol, pero para muchos es una vida a¨²n demasiado similar a aquella de hace a?os que, sinceramente, ten¨ªamos muy vista. No es que sea tan iluso para pensar que cambiando rostros y siglas las cosas se trasforman por arte de magia. Pero mi problema es que, excepto en algunos temas territoriales y ambientales que ya ven¨ªan notablemente cocinados desde la oposici¨®n o que gozaban de amplios consensos (Plan Hidrol¨®gico), en los dem¨¢s temas relevantes est¨¢ habiendo mucha cocina y poca presencia entre las mesas. Mucha sensaci¨®n de "inicio de temporada" (con las limitaciones presupuestarias que permiten pocas alegr¨ªas, y con una estructura administrativa que condiciona lo suyo), m¨¢s que de "refundaci¨®n pensada" (con proyectos potentes que sacudan sectores y pol¨ªticas). Es entonces cuando esa mezcla de "continuismo", "confusi¨®n" y "refundaci¨®n" se va espesando y sobresale la m¨²sica estatutaria, de simbolismo y tensi¨®n territorial que, por conocida, tranquiliza, pero que, tambi¨¦n por conocida, intranquiliza.
Hace un a?o barrunt¨¢bamos que algo distinto pod¨ªa acaecer tras tanta sobre dosis de pujolismo. El resultado final que surgi¨® de tantas conjeturas ha ido m¨¢s all¨¢ de lo que los antagonistas auguraban, pero quiz¨¢ est¨¢ resultando menos impactante de lo que convencidos deseaban. La pol¨ªtica que se practica desde todo gobierno casi siempre est¨¢ situada en ese azaroso continuum que va del escepticismo al dogma. Los que no practicamos ese ejercicio de posibilimismo que es gobernar seguimos teniendo derecho a pedir m¨¢s decisi¨®n y m¨¢s capacidad de establecer hip¨®tesis de cambio y de convertirlas en experiencias de transformaci¨®n. Un a?o despu¨¦s de depositar nuestras esperanzas en las urnas, seguimos aguardando no grandes milagros, pero s¨ª peque?as curaciones.
Joan Subirats es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona.
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