Una mujer que duda
"Ahora, no sin placer, descubro que son las siete, y que debo hacer la cena. Abadejo y salchichas. Creo que es cierto que uno adquiere cierto dominio sobre el abadejo y las salchichas si se para a escribir sobre ellos". Estas l¨ªneas del diario de Virginia Woolf intrigaron siempre a W. H. Auden, que les a?adi¨® un comentario: "Una mujer que tiene que hacerse cargo de una casa jam¨¢s pierde el contacto con la materia". Se diga de una mujer o de un hombre, la apreciaci¨®n de Auden parece razonable. Tambi¨¦n lo parece otra, debida a Rilke, que Wislawa Szymborska subray¨® en una de las notas que public¨® durante a?os en un semanario de Cracovia: "No culpes a la vida cotidiana porque te parezca pobre, c¨²lpate a ti mismo por no ser suficientemente poeta como para darte cuenta de su riqueza". Un poco m¨¢s tarde anotaba Szymborska: "Incluso del aburrimiento hay que escribir apasionadamente".
INSTANTE
Wislawa Szymborska
Pr¨®logo de Mercedes Monmany
Traducci¨®n de Gerardo Beltr¨¢n
y Abel A. Murcia Soriano
Igitur. Tarragona, 2004
85 p¨¢ginas. 8,65 euros
Si ponemos sobre una mesa algunas de estas palabras -pasi¨®n, poes¨ªa, salchichas, vida cotidiana-, nos haremos una idea aproximada de la obra de esta mujer a la que en 1996 se le concedi¨® un Premio Nobel que nadie esperaba que fuera para ella. Por un lado, porque segu¨ªa vivo otro escritor polaco que lo hab¨ªa obtenido en 1980 (Czeslaw Milosz). Por otro, porque el a?o anterior ya lo hab¨ªa ganado un poeta (el irland¨¦s Seamus Heaney). Finalmente, porque el eterno candidato era su compatriota Zbigniew Herbert. Aquel d¨ªa, la Academia Sueca dio una pista para situar a una autora tan popular en Polonia (su poema 'Nada dos veces' ha sido letra de varias canciones) como desconocida fuera de ella. La pista era un sintagma plantado inocentemente en el burocr¨¢tico comunicado mediante el que se hac¨ªa p¨²blico el fallo: "Ir¨®nica precisi¨®n". A?¨¢danse estas dos palabras a la pasi¨®n, las salchichas y el contacto con la materia y ya tenemos el mapa literario de Szymborska, que recogi¨® el Nobel con uno de los discursos m¨¢s cortos e incisivos que se recuerdan, un acalorado elogio de la duda encarnada en dos palabras "peque?as pero con potentes alas": no s¨¦. "Cualquier saber que no provoca nuevas preguntas se convierte muy pronto en algo muerto, pierde la temperatura que propicia la vida", dijo. La duda fue, precisamente, lo que llev¨® a esta escritora nacida en Kornik en 1923, pero asentada en Cracovia desde los ocho a?os, a repudiar su obra anterior a 1957, a?o en que publica Llamando al Yeti. Atr¨¢s quedaban t¨ªtulos como Por eso vivimos (1952) y Preguntas hechas a uno mismo (1954), marcados por un realismo socialista que entrar¨ªa en crisis en 1956 a ra¨ªz de dos acontecimientos: la breve apertura que acompa?¨® la llegada de Wadislav Gomulka al poder en Polonia y el informe en el que Jruschov desvelaba los cr¨ªmenes de Stalin en la Uni¨®n Sovi¨¦tica.
La duda no ha dejado de estar
presente en ninguno de los ocho libros que recogen los poco menos de doscientos poemas "autorizados" de Szymborska. Casi todos ellos han sido traducidos con solvencia al castellano: desde la antolog¨ªa de la poes¨ªa polaca de la colecci¨®n Adonais o la revista Hora de Poes¨ªa hasta los vol¨²menes Paisaje con grano de arena (Lumen), El gran n¨²mero/Fin y principio y otros poemas (Hiperi¨®n), Poes¨ªa no completa (Fondo de Cultura Econ¨®mica) o los veintid¨®s poemas que public¨® la revista Palimpsesto. O hasta el ¨²ltimo, Instante. En este nuevo libro, Szymborska vuelve a sus "se?as personales: el entusiasmo y la desesperaci¨®n" y a aquella ir¨®nica precisi¨®n de que hablaban los suecos para referirse a una poeta que estudi¨® filolog¨ªa y sociolog¨ªa, que trabaj¨® en la compa?¨ªa ferroviaria y en varios peri¨®dicos y a la que no le gustan las etiquetas que suelen pegarse a su obra -filos¨®fica, existencialista- porque a los existencialistas "no les gusta bromear" y porque "s¨®lo las preguntas un poco ingenuas son verdaderamente profundas". De esas preguntas est¨¢ llena su obra y este nuevo libro. De preguntas y de lo que las precede, un asombro infantil surgido de la propia existencia de las cosas del mundo. Y lo que es m¨¢s, de que esas cosas no sientan asombro alguno ('Una ni?ita tira del mantel', 'En el parque', 'El silencio de las plantas'). As¨ª, la filosof¨ªa de Szymborska es de andar por casa, en el mejor sentido: "Por oscuros motivos, / en desconocidas circunstancias / el Ser Ideal ha dejado de bastarse a s¨ª mismo. / ... / ?Para qu¨¦ diablos habr¨¢ empezado a buscar emociones / en la mala compa?¨ªa de la materia?" ('Plat¨®n o el porqu¨¦'). De ah¨ª que siempre la iron¨ªa llegue al rescate ante la tentaci¨®n de acogerse a la comodidad de las grandes abstracciones y de palabras prestigiosas como "Todo" o "Alma": "Alma se tiene a veces. / Nadie la posee sin pausa / y para siempre. / D¨ªa tras d¨ªa, / a?o tras a?o / pueden transcurrir sin ella. / A veces s¨®lo en el arrobo / y los miedos de la infancia / anida por m¨¢s tiempo. / A veces nada m¨¢s en el asombro / de haber envejecido".
"Cuando escribo siempre tengo la sensaci¨®n de que alguien est¨¢ detr¨¢s de m¨ª haciendo muecas. Por eso huyo, todo lo que puedo, de las grandes palabras", afirma una mujer que llena sus poemas de par¨¦ntesis, de quiebros y de enmiendas para dar curso a la convivencia de contrarios, a la paradoja y a una simultaneidad que busca romper la previsible linealidad de la escritura. Misi¨®n imposible, es cierto. Lo mismo que tratar de hablar de los instantes. As¨ª 'Las nubes' y 'Las tres palabras m¨¢s extra?as': "Cuando pronuncio la palabra Futuro / la primera s¨ªlaba pertenece ya al pasado". Parece que los poetas van a seguir teniendo trabajo.
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