Este quilombo parece el Mundial
Roberto Fontanarrosa cierra hoy el congreso, que ve como "una conmoci¨®n cultural"
Los que caricaturizan a los argentinos diciendo macanudo, quilombo y despelote han quedado obsoletos. Ya no se dicen m¨¢s esas palabras, o s¨®lo las dicen los viejos. Los chicos dicen una masa cuando quieren decir que algo es soberbio, es decir, macanudo. Despelote es lo que es, pero se va perdiendo como sin¨®nimo de l¨ªo. Y quilombo es sobre todo un l¨ªo macanudo. El escritor, humorista y dibujante Roberto Fontanarrosa, que hoy clausura el Congreso, habl¨® ayer de por qu¨¦ son malas las malas palabras; nos dec¨ªa ayer que macanudo fue una bella palabra, "pero ahora la decimos y los j¨®venes se r¨ªen, es medio antigua". Y quilombo, dec¨ªa Fontanarrosa, tiene una tradici¨®n tan hermosa -un quilombo era un burdel y tambi¨¦n fue la palabra que designaba el lugar de recreo de los esclavos negros- que parec¨ªa insustituible, "y se est¨¢ yendo al carajo". ?l no le hace ascos a una palabra que va ingresando ac¨¢ con fuerza saludable: cojonudo.
Lo que preocupa es que el idioma se acote por debajo, que se hable mal, dice Mempo Giardinelli
Los rosarinos hicieron sonar y brillar una colecci¨®n de fuegos artificiales como jam¨¢s se hab¨ªa visto ac¨¢
En todo caso, dice, este congreso que ¨¦l mismo clausura le parece "un quilombo cojonudo" que le recuerda el Mundial de f¨²tbol de 1978, cuando Rosario volvi¨® a ser famosa tantos a?os despu¨¦s de haber sido la capital. La verdad es que entonces hab¨ªa menos seguridad en las calles, y ahora te encuentras a polic¨ªas por todas partes, y algunos de ellos bien equipados con semejantes metralletas que imponen a los que pueden creer que el pasado es parte del presente. En todo caso, para Rosario, dice el artista m¨¢s famoso de la ciudad, "el que nunca se ha ido", este congreso supone "una conmoci¨®n cultural como nunca se vivi¨®". La gente lo ha celebrado dentro y fuera de las aulas, las calles han sido sujetas a un limpiado minucioso que encant¨® a la reina de Espa?a -lo dijo- y para mostrar su contento los rosarinos hicieron sonar y brillar una colecci¨®n de fuegos artificiales como jam¨¢s se hab¨ªa visto ac¨¢. "Y es que esto nos ha agarrado en una tendencia de avance", dice Fontanarrosa, expresando un optimismo que ahora parece lugar com¨²n en muchos argentinos que se fueron cansando de la incertidumbre. Rosario se sent¨ªa el patito feo del cuento, una ciudad que fue legendaria, de la que vinieron el Che, Libertad Lamarque, Gato Barbieri y Fito P¨¢ez, y Fontanarrosa, que tiene el peri¨®dico m¨¢s viejo de Argentina, La Capital, que carece de otro atractivo tur¨ªstico que el imponente r¨ªo Paran¨¢..., y este quilombo que se parece al que hubo en el Mundial le ha dado al rosarino, dice Fontanarrosa, "una sensaci¨®n de disfrute como nunca tuvo antes".
Y se lo quiso quitar Buenos Aires. No pudo, Rosario se hizo fuerte y se hizo con el Congreso. La verdad, dice Fontanarrosa, es que esta ciudad se parece a la capital, aunque es m¨¢s italiana -es m¨¢s italiana que espa?ola, atenci¨®n, advierte el humorista-, y eso se nota en la tradici¨®n de la comida, que se basa tanto en la pasta como en la carne, aunque carne sea, como en cualquier sitio de este pa¨ªs, la palabra m¨¢s susurrada en los restaurantes y m¨¢s olida en las calles.
Fontanarrosa es aqu¨ª un personaje fundamental. La gente habla de su tertulia de Los Galanes en el Caf¨¦ El Cairo como de otro de los monumentos de la ciudad, y ac¨¢ se hacen o se dicen pocas cosas sin que aparezca su nombre. Lleva 30 a?os dibujando un chiste diario para el diario Clar¨ªn y sus libros de cuentos -el t¨ªtulo que de modo m¨¢s fehaciente revela su forma de pensar es El mundo ha andado equivocado- son objeto de culto nacional porque ayudan a buscar el ego difuso de los argentinos. Que no se haya ido de Rosario es mucho m¨¢s importante para la ciudad que la celebraci¨®n misma del Congreso, e incluso que el recuerdo del Mundial.
A Fontanarrosa le piden de todo. Como hab¨ªamos anunciado aqu¨ª, le iban a imponer a Ernesto S¨¢bato la camiseta del Rosario Central, un acontecimiento que no puede pasar inadvertido en un pa¨ªs en el que f¨²tbol se dice m¨¢s que quilombo. Pues le puso la camiseta al veterano escritor su colega Fontanarrosa, el hincha m¨¢s famoso, hasta ahora, del Rosario Central. Fue en la cancha del equipo, que se llama Gigante de Arroyito, y ha tenido mucha trascendencia, pues el autor de El t¨²nel ha sido siempre de Estudiantes y ahora no sabe c¨®mo sus compa?eros de barra (afici¨®n) van a recibir esta doble militancia. La leyenda acompa?a al Rosario: a sus aficionados los llaman canallas; a sus rivales, los del Newell, los llaman leprosos. Todo porque los del Rosario se negaron una vez a jugar un amistoso que propon¨ªa el Newell para recaudar fondos para construir una leproser¨ªa.
Un quilombo el Congreso. A Fontanarrosa le parece bien, y sobre todo le parece que se ha invertido una tendencia: creer que el espa?ol de las zetas es el espa?ol; se glorifica la diversidad, y eso est¨¢ bien, "la diversidad no me hace necesitar un traductor cuando voy a hablar a Nicaragua, y la literatura viaja tambi¨¦n sin que se precisen diccionarios. La gente es muy lista, el idioma es muy grande, que no me lo acoten".
Lo que preocupa es que el idioma se acote por debajo, que se hable mal. Lo dec¨ªa el escritor argentino Mempo Giardinelli en un coloquio que moder¨® su colega Tom¨¢s Eloy Mart¨ªnez y en el que Juan Jos¨¦ Mill¨¢s explic¨® que su padre crey¨® inventar el esperanto. Giardinelli tiene una fundaci¨®n en el Chaco que se dedica a entrenar abuelas cuentacuentos, con el objeto de que los chicos se animen a leer. ?l cree que la pobreza de la lengua hablada entre los j¨®venes es un desastre nacional que ahonda en los desastres nacionales: "Teniendo un idioma como el que tenemos, hablar tan mal es como si el due?o de un armario fabuloso saliera a la calle en calzoncillos". Claro que hay causas pasadas de la que ¨¦l llam¨® "ca¨ªda irrefrenable de la lengua", y son "la pr¨¢ctica de la censura, el descr¨¦dito del pensamiento, el deterioro de la educaci¨®n p¨²blica... Aqu¨ª se habla muy mal, y hablar bien es pensar mejor... Leer es resistir...".
A ¨¦l no le importa que le forwardeen, que es lo que hacen los que te env¨ªan un archivo electr¨®nicamente, porque "la lengua es tan maravillosa que est¨¢ siempre m¨¢s all¨¢ de lo can¨®nico", as¨ª que debe abrirse al extranjero, como si fuera una ciudad cosmopolita. En esa misma mesa redonda -llamada tan s¨®lo La comunicaci¨®n textual en el mundo hisp¨¢nico: transversalidad y contrastes-, el peruano Fernando Iwasaki, que vive en Sevilla desde 1985, reclam¨® para el flamenco su lugar en la Academia, cuyo diccionario se ha olvidado secularmente de saetero y de seguidilla, por ejemplo; en ese mismo discurso reivindicativo de tales vocablos -que, por cierto, mi ordenador no subraya en rojo, como hace con las malas palabras- descubri¨® que Borges se hizo flamenco en Sevilla. ?Qu¨¦ no habr¨¢ hecho Borges?
Aqu¨ª se hubiera sorprendido alguna vez, sin duda. D¨¦jenme terminar con esta pregunta que le escuch¨¦ nada m¨¢s empezar su charla al ensayista argentino Juan Jos¨¦ Sebreli: "?Se puede pensar en espa?ol?".
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