"Yo no tengo el perd¨®n f¨¢cil"
Este hombre apacible desprende una serenidad confortable, pero dentro de s¨ª alberga un gran conflicto: tiene miedo a juzgar. De 75 a?os, es juez del Tribunal Supremo de Jujuy, al norte de Argentina, pero no quiere seguir "teniendo la pesada carga de decidir sobre el porvenir de las personas". Es escritor, novelista, un hombre premiado y respetado en su pa¨ªs, condecorado tambi¨¦n en Francia. Y vivi¨® en Espa?a, durante 10 a?os, desde 1976, un exilio que le ha dejado una huella que se percibe en su sereno desencanto, en su incapacidad de olvido y de perd¨®n. Ahora ha publicado un libro de ensayos, No es posible callar, cuyo t¨ªtulo ya dice lo que piensa que debe hacer un escritor en tiempos de perturbaci¨®n, es decir, siempre. De la amargura de exiliarse da esta frase suya una idea cabal: "Y si alguna vez deb¨ª pagar con el silencio, la pobreza y el exilio a los amos del poder, con dolor lo pagu¨¦, porque un escritor no puede ser un bello p¨¢jaro ciego que canta para cualquiera, sino tan s¨®lo un hombre libre que escribe". En Rosario pronunci¨® H¨¦ctor Tiz¨®n el discurso con el que represent¨® a los escritores de su pa¨ªs en la apertura del III Congreso de la Lengua Espa?ola. Improvisando, dijo unas palabras previas de amor a su mujer, que le salv¨® de un accidente cuyas circunstancias ¨¦l no aclar¨® desde el estrado. La conversaci¨®n que sostuvimos con ¨¦l en Rosario empieza por esa inc¨®gnita.
"Se debe escribir. Si nos quedamos mudos de espanto somos c¨®mplices del horror"
"Ahora hemos aprendido la lecci¨®n; yo noto un renacer de la tolerancia"
Pregunta. ?Qu¨¦ accidente fue ¨¦se?
Respuesta. Un accidente cerebrovascular. El ¨²ltimo 1 de junio se estren¨® en el teatro Col¨®n una ¨®pera basada en mi novela Fuego en Casabindo.Cuando termin¨® la funci¨®n, una de las cantantes entr¨® sorpresivamente en el palco y me llev¨® de la mano al escenario. All¨ª vi que se me ven¨ªa encima el teatro, y eso me provoc¨® un golpe emocional que fue como una patada en el cerebro. Y me produjo un pico de presi¨®n que paraliz¨® el brazo izquierdo.
P. Debi¨® sentir pavor.
R. Es la primera vez en mi vida que sent¨ª temor a la muerte. La imagen que ten¨ªa en ese instante era mi cuerpo semienterrado debajo de unas hojas secas barridas por el viento.
P. De la emoci¨®n de ver su novela hecha ¨®pera al miedo a morir.
R. Fue curioso c¨®mo lleg¨® la ¨®pera. Me llam¨® un se?or, Virtual Maragno, hace tres a?os, quer¨ªa ponerle m¨²sica a mi novela. Y un d¨ªa me llev¨® a su casa, se sent¨® en el ¨®rgano y me pareci¨® maravilloso lo que escuch¨¦. Le pregunt¨¦: "?C¨®mo escribi¨® usted esto tan bello?". "No lo escrib¨ª yo, lo escribi¨® usted". Me pareci¨® una broma, pero luego me explic¨® que hasta Palestrina, en el siglo XII, las notas del alfabeto eran las letras del pentagrama, y ¨¦l hab¨ªa escuchado la melod¨ªa desde que vio el libro en el escaparate, por las letras del t¨ªtulo, y me lo demostr¨®. Fascinante.
P. ?Qu¨¦ le pas¨® a su pa¨ªs?
R. Perdimos hace tiempo el compromiso de construcci¨®n de un pa¨ªs. Nos dedicamos a litigar entre nosotros; preferimos la contienda a la reuni¨®n, y eso nos llev¨® a la guerra, al desencuentro, agravado por un sistema pol¨ªtico corrupto que empez¨® con la dictadura militar, pero se perfeccion¨® con el Gobierno de Menem y el apoyo que le dieron los grandes intereses de las multinacionales y, sobre todo, de los Estados Unidos. Ahora hemos aprendido la lecci¨®n; yo noto un renacer de la tolerancia y una predisposici¨®n a abrirle una gran carta de cr¨¦dito al actual presidente Kirchner.
P. ?C¨®mo ha vivido usted como juez estos hechos?
R. Era consciente de que pertenec¨ªa a un poder que en sus escalas nacionales fue un poder corrupto; nunca negu¨¦ esta situaci¨®n por esp¨ªritu de cuerpo, sino que la denunci¨¦ diciendo que la gente, al desconfiar de los jueces, ten¨ªa raz¨®n, no s¨®lo porque esos magistrados hab¨ªan sido nombrados por un Gobierno corrupto, sino porque en el fondo de nuestra cultura judeocristiana sobrevive la imagen de un juez que no cumpli¨® con su deber de probidad y dej¨® que se crucificara un inocente.
P. ?C¨®mo se siente ahora como juez?
R. Quiero irme de la justicia. El cargo que tengo de juez del Tribunal Superior de Justicia de Jujuy entra?a para m¨ª una extraordinaria responsabilidad: cualquier decisi¨®n es casi definitiva, con lo cual se puede condenar a un inocente o arruinar una persona, y ya la perspectiva de esa carga se me est¨¢ haciendo insoportable. Juzgar supone un gran esfuerzo para evitar cualquier sentimiento de arrogancia o de omnipotencia, de lo cual un juez ha de huir como de la peste.
P. Es mejor escribir.
R. Exactamente. Se debe escribir. Si nos quedamos mudos de espanto nos convertimos en c¨®mplices del horror. El mal hay que denunciarlo siempre y el silencio es complicidad cuando est¨¢ amenazada la dignidad. El compromiso que tiene un escritor es con la libertad y con la verdad, nunca con un Gobierno.
P. ?Para qu¨¦ sirven encuentros como este Congreso?
R. Sirven para mucho. Se ha dicho que es un acto pol¨ªtico, intentando disminuirlo; todo es un acto pol¨ªtico. El acercamiento de Mao y Nixon se hizo gracias al pimp¨®n, y convirti¨® a ¨¦ste en un acto pol¨ªtico que le sirvi¨® a la humanidad entera. Yo no me sumo a la corriente de algunos que critican la funci¨®n y la labor de las academias. Eso me parece una tonter¨ªa tan grande como la de criticar a los centros hospitalarios, donde se procura despejar el sufrimiento a trav¨¦s del estudio de la medicina.
P. Expres¨® usted en su discurso su perplejidad cuando se hall¨® ante la magnitud de la lengua.
R. S¨ª, mi primera perplejidad fue con la lengua. Mis nanas fueron quechuas, ellas ten¨ªan su propia forma de nombrar la alegr¨ªa y la desdicha; si ca¨ªa en la tentaci¨®n de escribir en una lengua que no fuera la de mis padres, corr¨ªa el riesgo de caer en un regionalismo muy acotado, puesto que mi lengua madre, la de mis abuelos, fue siempre el castellano. Y s¨®lo cuando me fui a vivir a M¨¦xico ca¨ª en la cuenta de que en realidad lo que sent¨ªa era que ven¨ªa de un rinc¨®n remoto y desprestigiado de la Argentina. En M¨¦xico descubr¨ª que pertenec¨ªa a un mundo mucho m¨¢s ancho y m¨¢s hondo que el de la mera cultura pampeana o rioplatense.
P. El exilio fue una experiencia que le parti¨® en dos.
R. Se inici¨® en 1976, con la dictadura militar. Mi mujer sinti¨® miedo por mis dos hijos; si no le hubiera hecho caso a mi mujer no estar¨ªa conversando contigo ahora.
P. ?Nunca m¨¢s?
R. Nunca m¨¢s. No se dar¨¢n las condiciones para que ocurra una tragedia como aqu¨¦lla.
P. ?Y usted ha perdonado?
R. Yo no tengo el perd¨®n f¨¢cil. No los pondr¨ªa en el pared¨®n porque, como dec¨ªa Camus, es imposible ahorcar a 70 millones de alemanes, pero tampoco voy a olvidar el mal que hicieron en este pa¨ªs.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.