El fin de ETA
EST? MUY EXTENDIDA la idea de que el fin de ETA ser¨¢ un acuerdo firmado en una mesa en la que se sentar¨¢n representantes del Gobierno y de la organizaci¨®n terrorista. Y, sin embargo, es poco probable que las cosas vayan as¨ª. La idea de la negociaci¨®n final es precisamente una idea de ETA, consecuencia l¨®gica de la fabulaci¨®n terrorista sobre el Pa¨ªs Vasco. ETA, como motor del autollamado movimiento de liberaci¨®n nacional vasco (MLNV), se cree representante de la totalidad de Euskadi. En su particular pel¨ªcula, hay un conflicto entre Espa?a y Euskadi en que cada una de las dos partes cuenta con una fuerza militar hasta que un d¨ªa, sentadas en una mesa, firmen la paz y pacten el desarme. Este delirio, sin embargo, ha cuajado, en parte, en el imaginario colectivo. Y explica que haya mucha gente en el aparato pol¨ªtico-medi¨¢tico especulando permanentemente sobre las se?ales que emite ETA y su entorno, contribuyendo de este modo a confirmarles en su idea de que ellos son los que tienen todas las claves del proceso. La violencia pol¨ªtica tiende a producir entre los ciudadanos una mezcla de miedo y de fascinaci¨®n, y, sobre todo, una m¨¢s o menos inconsciente sensaci¨®n de dependencia que hace que, a menudo, se reconozca a los terroristas una fuerza superior a la que tienen.
En el Pa¨ªs Vasco se han producido cambios sensibles. El principal de ellos ha sido la derrota pol¨ªtica de ETA, que est¨¢ perdiendo la capacidad de incidencia en la escena vasca. No es ninguna fantas¨ªa decir que ETA est¨¢ en el peor momento de su historia. A ello han contribuido varios factores: la asunci¨®n por parte del Gobierno del PP y del Gobierno actual del PSOE de que se pod¨ªa derrotar policialmente a ETA, sin perjuicio de otro tipo de actuaciones; la presi¨®n judicial sobre el entorno etarra y los efectos de la muy discutible ley de partidos; el hartazgo de la ciudadan¨ªa vasca, que qued¨® patente con la escasa reacci¨®n que provoc¨® la ilegalizaci¨®n de Batasuna; la irrupci¨®n del terrorismo islamista globalizado; la presi¨®n internacional, con Francia comprometida plenamente en la lucha antiterrorista; y el atentado del 11-M. Despu¨¦s de la carta de los seis ex dirigentes presos, encabezada por el m¨ªtico Pakito, ya nadie puede pensar que la derrota policial de ETA es propaganda gubernamental.
Con ETA hiperdebilitada, Otegi recupera la estrategia de la negociaci¨®n, con argumentos que van mucho menos lejos que la propia carta de los presos de ETA. Los batasun¨®logos m¨¢s inasequibles al desaliento destacan que Otegi, por primera vez, limita el papel de ETA a negociar la cuesti¨®n de los presos y el desarme. Pero el objetivo a corto plazo es claro: maniobrar para conseguir que Batasuna pueda presentarse a las pr¨®ximas elecciones. Por primera vez, Batasuna tiene oportunidad de ganar autonom¨ªa, de dar pasos adelante sin necesidad de pedir permiso a ETA. Otegi, una vez m¨¢s, no tiene el coraje para hacerlo. Alguien que ni siquiera se representa a s¨ª mismo, porque act¨²a por delegaci¨®n de ETA, y que a lo sumo puede contar con un 15% del voto vasco, se presenta como representante de Euskadi frente al Estado espa?ol. Y las fuerzas pol¨ªticas democr¨¢ticas vascas, en vez de trabajar en la reconstrucci¨®n de un espacio compartido, siguen escuch¨¢ndole atentamente.
Zapatero est¨¢ tratando de cambiar el clima del Estado auton¨®mico. De desmitificar lo nacional. Quiz¨¢ sea el primer presidente espa?ol que ose pasar de un nacionalismo ideol¨®gico a un nacionalismo funcional. Pero, ?qui¨¦n le seguir¨¢? La derecha ha respondido ruidosamente, defendiendo "la naci¨®n como convicci¨®n". Es decir, con la afirmaci¨®n de una idea de naci¨®n que no se basa en la raz¨®n, sino en los principios y en los sentimientos: una realidad suprarracional; por tanto, inefable. Es el mismo discurso de los nacionalistas perif¨¦ricos. ?Hay ductilidad para seguir a Zapatero en su intento de desdramatizaci¨®n? Si fuera as¨ª, probablemente todo ser¨ªa m¨¢s f¨¢cil. Y, por ejemplo, se entender¨ªa que el final de ETA ya ha empezado, porque probablemente no ser¨¢ otra cosa que un proceso de paulatina marginaci¨®n y grupusculizaci¨®n de la organizaci¨®n terrorista, y, simult¨¢neamente, de lenta incorporaci¨®n de gentes del espacio etarra a la vida democr¨¢tica. Los partidos pol¨ªticos, en vez de fantasear sobre el d¨ªa D, tendr¨ªan que obrar en funci¨®n de la derrota de ETA. Sin dejarse arrastrar por los ejercicios de encantamiento de Otegi y presionando sobre Batasuna para que opte entre encadenarse a una ETA cada vez m¨¢s aislada y asfixiada o dar el paso hacia la autonom¨ªa.
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