De obrero invitado a musulm¨¢n temido
Las j¨®venes generaciones de origen marroqu¨ª piden respeto al Gobierno de Holanda para evitar que su imagen se asocie a la de los extremistas isl¨¢micos tras el asesinato de Van Gogh
Hasta que la crisis econ¨®mica de los a?os ochenta dejara en el paro a miles de personas, los extranjeros llegados a Holanda desde Marruecos y Turqu¨ªa -que con las antiguas colonias de Surinam y las Antillas suman hoy las dos terceras partes de la inmigraci¨®n- se llamaban gastarbeiders. Eran unos obreros invitados, como indica el t¨¦rmino gast, que trabajaban duro para mandar dinero a casa. La falta de empleo de aquellos a?os y el hecho de que los hu¨¦spedes se quedaran y trajeran a los suyos en virtud de la reunificaci¨®n familiar, cambi¨® su imagen. Hoy los trabajadores gast ya son s¨®lo los abuelos de unos nietos de ascendencia ¨¦tnica, un mill¨®n de los cuales es musulm¨¢n. Un 5,5% de la poblaci¨®n que, desde el asesinato del cineasta Theo van Gogh a manos de un joven de origen marroqu¨ª, contempla en su mayor¨ªa desolado una brecha social en la que nadie hab¨ªa reparado antes.
"Se ha promocionado la imagen de una sociedad tolerante que no lo era tanto"
"Los radicales son unos pocos y el resto nada tenemos que ver con los terroristas"
La ecuaci¨®n "paro igual a inmigrante no deseado" es demasiado simple para explicar la sociedad de ellos y nosotros destapada por el crimen. Pero la armon¨ªa recordada por F¨¢tima Haddouch, llegada de Marruecos a los dos a?os (tiene 32 y es maestra), casi ha desaparecido.
De peque?a las vecinas la jaleaban. Ahora sus padres apenas se relacionan con nadie en el barrio de siempre. ?C¨®mo se ha producido dicho cambio y qu¨¦ proponen las comunidades musulmanas para evitar la marginaci¨®n? Especialmente teniendo en cuenta que, seg¨²n la Oficina de Planificaci¨®n, el abrazo del islam radical por parte de las nuevas generaciones, en principio menos religiosas que sus padres, aumenta en momentos de crisis personal.
Abdel, Mustaf¨¢, Mohamed y Sahil (prefieren no dar sus apellidos), cuatro j¨®venes holandeses de ascendencia marroqu¨ª que acuden a la mezquita El Islam de La Haya, atribuyen a la falta de di¨¢logo y a la ausencia de una reacci¨®n apropiada por parte del Gobierno el miedo admitido por los marroqu¨ªes residentes en el pa¨ªs tras el asesinato del cineasta Theo van Gogh. Los cuatro se consideran holandeses con el islam siempre de fondo en su identidad, y aseguran haberse sentido a salvo hasta ahora. "El islam predica la paz y el buen musulm¨¢n debe respetar las leyes del lugar donde vive. A nosotros tambi¨¦n nos interesan los problemas de la sociedad holandesa. Pero nunca somos llamados a participar en los debates importantes. Los pol¨ªticos s¨®lo nos recuerdan durante las elecciones, y as¨ª resulta muy dif¨ªcil que el ciudadano medio se forme una imagen acertada de nuestra comunidad. Lo que aparece en los medios de comunicaci¨®n es un estereotipo. Los radicales son unos pocos y el resto nada tenemos que ver con los terroristas", afirman al un¨ªsono.
Gilles Kepel, experto franc¨¦s en el islam, declaraba esta misma semana que la frustraci¨®n sobre su situaci¨®n en las sociedades occidentales arroja a algunos j¨®venes musulmanes en brazos de los extremistas que interpretan el Cor¨¢n de la manera m¨¢s rigurosa.
"Van en busca de una tradici¨®n, de un gu¨ªa, y acaban inmersos en un mundo de fantas¨ªa sin fronteras geogr¨¢ficas animado por los sitios m¨¢s fundamentalistas de Internet", dec¨ªa Kepel, que imparte clases en el Instituto de Estudios Pol¨ªticos franc¨¦s, en el diario holand¨¦s NRCHandelsblad. Para el cuarteto de La Haya, cualquiera de ellos pod¨ªa haber sido un Mohamed B., el presunto asesino de Van Gogh que posee un t¨ªtulo de secundaria y domina el holand¨¦s. Un error de apreciaci¨®n para el que ellos piden una rectificaci¨®n en nombre de la convivencia. "Cuando no te valoran, cuando te niegan en el trabajo y alguien pretende abrirte un mundo nuevo, es f¨¢cil caer. Pero la verdad es distinta. Un creyente nunca puede aceptar ese crimen, aunque que muchos no quieran o¨ªr esta opini¨®n y metan a todos en el mismo saco", se?alan.
Tambi¨¦n recuerdan que la reacci¨®n popular en Espa?a tras el atentado del 11-M no se tradujo en asaltos a templos y escuelas como los perpetrados en las ¨²ltimas semanas en Holanda por extremistas musulmanes y de extrema derecha. "Aqu¨ª ha habido un muerto a manos de un radical. Y ya se habla de guerra santa interna y se asimila un problema claro de inmigraci¨®n, como el de los grupos de delincuentes juveniles marroqu¨ªes, al resto de la comunidad. Se ha sabido promocionar la imagen de una sociedad tolerante que no lo era tanto", siguen. Para Mohamed Ayoeb, secretario del Centro de Informaci¨®n Musulm¨¢n, el asesinato ha provocado un debate nacional que no debe deformarse. "El extremismo tampoco es la soluci¨®n para nosotros. A los que usan una mezquita para presentar un islam radical hay que sacarlos. El Estado, por su parte, debe fomentar el di¨¢logo en lugar de adoptar medidas policiales cada vez m¨¢s duras. A muchos j¨®venes eso les aparta a¨²n m¨¢s de la sociedad. Tenemos una responsabilidad conjunta para convivir en una sociedad secular".
Para el Gobierno holand¨¦s, la formaci¨®n de los imanes en los valores occidentales y el uso del holand¨¦s en sus pr¨¦dicas despejar¨ªa dudas sobre el papel de las mezquitas en el proselitismo radical. Seg¨²n c¨¢lculos de la Universidad de Amsterdam, en el a?o 2015 las minor¨ªas ¨¦tnicas ser¨¢n mayor¨ªa en las cuatro grandes ciudades del pa¨ªs: Rotterdam, La Haya, Utrecht y la propia capital. Teniendo en cuenta que casi un mill¨®n de los 3,1 millones de residentes extranjeros actuales es de origen turco o marroqu¨ª y de religi¨®n musulmana, la "occidentalizaci¨®n" de los imanes propuesta por el Ejecutivo acercar¨ªa adem¨¢s a ambas comunidades. "El islam es uno y universal y en ¨¦l todo es cuesti¨®n de interpretaciones. Si los imanes dicen algo que se considera errado se puede analizar. Est¨¢ bien darles clases de holand¨¦s y que conozcan los valores occidentales, pero empiezan su educaci¨®n en la infancia y por eso vienen de Egipto, Siria o Marruecos. Aqu¨ª los ni?os llevan otra vida", recuerdan los cuatro amigos.
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