Una cena muy kafkiana
Quiz¨¢ no es muy apropiado decir que el acto en el que se present¨® hace unos d¨ªas la nueva pluma Kafka, creada por Montblanc, fuera una cena kafkiana, ya que este adjetivo ha adquirido con el tiempo una significaci¨®n m¨¢s bien negativa; sin embargo, el fantasma del escritor checo no dej¨® de sobrevolar la mesa en la que el sabio Jordi Llovet ejerci¨® de oficiante de lujo. O sea que s¨ª fue kakfiana, pero de un modo positivo, en una acepci¨®n que alg¨²n d¨ªa tendr¨¢ que incluir el diccionario para desagraviar al pobre Kafka. Uno tiene la impresi¨®n de que Llovet lo sabe todo de Kafka; sabe tanto que muy probablemente sabe m¨¢s de lo que sab¨ªa el mism¨ªsimo Kafka. Y no s¨®lo lo sabe todo, sino que sabe decirlo a la perfecci¨®n, fiel al protocolo de levantarse para pronunciar unas palabras, con las manos cruzadas sobre su americana abotonada, con una ligera inclinaci¨®n del cuerpo que transmite la sensaci¨®n de que se entrega totalmente al p¨²blico y con muchas dosis de erudici¨®n y de iron¨ªa.
Uno tiene la impresi¨®n de que Jordi Llovet lo sabe todo de Kafka, tanto que sabe m¨¢s de lo que sab¨ªa el mism¨ªsimo Kafka
A Llovet le pidieron que presentara a Kafka, un escritor a estas alturas "impresentable", y lo hizo a la perfecci¨®n, aunque mordi¨¦ndose la lengua para no extenderse horas y horas hablando de su escritor predilecto. Lo alab¨® como autor del "mejor diagn¨®stico que se ha hecho sobre la civilizaci¨®n contempor¨¢nea" y cont¨® con humor una deliciosa an¨¦cdota sobre cuando, en 1972, fue a Praga, como quien acude a una peregrinaci¨®n, para visitar a la sobrina del escritor. "Le llev¨¦ la traducci¨®n de El proceso que hab¨ªa hecho en catal¨¢n Gabriel Ferrater", explic¨®, "y ella me pidi¨® que le leyera un fragmento. Cuando ya llevaba unas l¨ªneas, me dijo: '?Qu¨¦ lenguaje m¨¢s bonito! ?Qu¨¦ seductor resulta!', y me anim¨® a continuar. Yo pensaba leer una p¨¢gina como mucho, pero tuve que leer m¨¢s de veinte. Lo bueno es que la sobrina de Kafka no s¨®lo no entend¨ªa el catal¨¢n, sino que no entend¨ªa nada de la obra de su t¨ªo. Todo esto suced¨ªa en un ambiente bastante kafkiano, por cierto, en una sala circular con muchas puertas que no s¨¦ ad¨®nde llevaban. Ella, muy atenta, me mostr¨® la mesa donde Kafka escribi¨® El proceso y coment¨®: 'He intentado leer este libro varias veces, pero no he entendido nada".
Uno de los temas preferidos de Llovet, inmerso desde hace unos a?os en la edici¨®n para Galaxia Gutemberg de la obra completa cr¨ªtica del escritor checo, es el de La metamorfosis; es decir, el relato del pobre Gregorio Samsa, que un d¨ªa se despierta convertido nada menos que en un escarabajo. "En primer lugar, su t¨ªtulo correcto es La transformaci¨®n", afirma Llovet, "pero cuando en 1925 la Revista de Occidente hizo la primera traducci¨®n del libro a una lengua occidental, lo rebautiz¨® como La metamorfosis. No s¨¦ si fue cosa de Ortega y Gasset o de Fernando Vela; lo que es seguro es que no fue cosa de Borges como han dicho algunos. Antes, por cierto, en 1924, Carles Riba ya tradujo uno de los relatos del libro al catal¨¢n para la revista La M¨¤ Trencada. Lo de La metamorfosis hizo fortuna y las otras lenguas fueron adoptando este t¨ªtulo que no responde al original". Sobre las novelas de Kafka, record¨® Llovet que ninguna se public¨® en vida del autor y que son obras inacabadas, aunque recomend¨® a Montblanc que, puestos a elegir, publique El proceso en una edici¨®n especial que acompa?a a la nueva pluma, "ya que es la m¨¢s acabada de las tres".
La cena de presentaci¨®n de la pluma Kafka, en el restaurante Jean Luc Figueras, fue original y op¨ªpara, aunque, como subray¨® Llovet, no respondi¨® en absoluto "a los gustos gastron¨®micos del se?or Kafka, que era un vegetariano pertinaz". Lo que m¨¢s le gustaba, por lo visto, eran los frutos secos, que com¨ªa usando como plato un papel de peri¨®dico. Los frutos secos estuvieron presentes al final de la cena en una excelente reelaboraci¨®n de Jean Luc Figueras, pero por fortuna a nadie se le ocurri¨® acudir a la parada de Petr¨¤s, en la Boqueria, para comprar unos cuantos escarabajos de esos que ahora se han puesto de moda entre la modernidad barcelonesa. Otro hecho que parece boicotear una cena de homenaje a Kafka es que el escritor muri¨® literalmente de hambre, ya que, tal como explic¨® Llovet, "la tuberculosis le afect¨® en los ¨²ltimos d¨ªas a la laringe y no pod¨ªa comer".
Tampoco para la selecci¨®n de vinos lo puso f¨¢cil Kafka. Quim Vila, el encargado de seleccionarlos, opt¨® por servir unos vinos biodin¨¢micos, que responden a una tendencia que busca ir m¨¢s all¨¢ de la ecolog¨ªa. La biodin¨¢mica, por cierto, la present¨® en 1924 (a?o de la muerte de Kafka) el alem¨¢n Rudolf Stein, y su esp¨ªritu persigue fusionar el cosmos con el hombre, la tierra y los animales. La biodin¨¢mica considera que las fuerzas del cosmos act¨²an sobre la vi?a, y sus seguidores no son partidarios de a?adir nada de qu¨ªmica. Esto se traduce en curiosas operaciones, como la que consiste en enterrar cuernos de vaca envueltos en bo?iga en la vi?a con la finalidad de que salga la mejor uva posible. Dejando al margen esas cuestiones un tanto esot¨¦ricas, lo cierto es que el vino era excelente.
Como resumen del acto, puede decirse que la pluma Kafka -un bello objeto negro con inquietantes tonos rojizos, detalles de plata y una curiosa cuadratura del c¨ªrculo- entr¨® en sociedad bien arropada, aunque est¨¢ por ver si sus poseedores ser¨¢n capaces de escribir como el mism¨ªsimo Kafka. De entrada, la tinta se carga sin problemas y el trazo es bello y elegante. O sea, nada kafkiano. El resto est¨¢ por ver. Quiz¨¢ todo consiste en empezar a escribir: "Al despertar una ma?ana Gregorio Samsa, tras un sue?o intranquilo, se encontr¨® en su cama convertido en un monstruoso insecto...". Y ver si el resto va saliendo solo, obedeciendo a un extra?o conjuro kafkiano.
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