V¨¦rtigo
?Por qu¨¦ lo dijo? ?sta es la pregunta que tendr¨¢ que responder el ministro Moratinos en el Congreso, adonde le ha mandado el presidente del Gobierno a explicar sus palabras sobre Aznar y el golpe de Estado de Venezuela. Porque lo preocupante de este incidente es que no hay manera de encontrar una explicaci¨®n razonable -en funci¨®n de una estrategia pol¨ªtica- al exabrupto del ministro. Y el problema de fondo es que este tipo de incoherencias est¨¢ siendo demasiado frecuente en la pol¨ªtica exterior del Gobierno. Da la impresi¨®n de que no se acaba de encontrar el camino y, sobre todo, el tono. En pol¨ªtica internacional acreditar un estilo propio es muy importante.
Da la sensaci¨®n de que las elecciones americanas han provocado alg¨²n desconcierto en el Gobierno espa?ol. Zapatero, al que su victoria, en la que s¨®lo ¨¦l cre¨ªa, le ha dado reputaci¨®n de buen pronosticador electoral, estaba convencido de que, en EE UU, ganar¨ªa Kerry. Pero esta vez le fall¨® la intuici¨®n. Y parece como si le hubieran entrado las dudas. Eso transmite. El giro que imprimi¨® inicialmente a la pol¨ªtica exterior espa?ola, rompiendo ocho a?os de creciente y sumisa alineaci¨®n con la pol¨ªtica de Washington, le coloc¨® en el mapa geopol¨ªtico en un peculiar punto de distancia respecto a la superpotencia. Por razones diversas, que probablemente van desde las bajas pasiones (el resentimiento) hasta la evaluaci¨®n de fuerzas (Espa?a no deja de ser un pa¨ªs de peso medio, por tanto, Zapatero puede ser el enemigo ejemplar con el que disuadir a otros), Bush ha tenido especial inter¨¦s en que no pase desapercibida la nueva posici¨®n de Espa?a. Tantas y tan insistentes han sido las se?ales emitidas por el presidente americano que a Zapatero le podr¨ªa haber entrado v¨¦rtigo al verse m¨¢s instalado de lo que quer¨ªa en la posici¨®n que ¨¦l mismo busc¨®.
Todos los indicios confirman que no se pueden esperar cambios significativos en la pol¨ªtica exterior americana: la guerra contra el terrorismo seguir¨¢ tal cual y la confrontaci¨®n militar con Ir¨¢n no es ninguna quimera. En estas circunstancias, el profesor Fred Halliday tiene raz¨®n: "No es momento para la reconciliaci¨®n con el equipo neoconservador de Washington, ni tampoco es el momento de resignarse en un confortable antiamericanismo". Desde Europa es, por tanto, el momento de construir pol¨ªticas alternativas, tejiendo alianzas con pa¨ªses diversos, con los siempre olvidados sectores laicos o modernizadores de los pa¨ªses ¨¢rabes, e, incluso, con los sectores liberales y progresistas de los propios EE UU.
En esta tarea, Zapatero y Espa?a pueden jugar un papel. Pero para ello hay que ganar en finura y en perspicacia estrat¨¦gica. Se pasa con demasiada facilidad del exceso verbal al exceso de celo. Un d¨ªa se invita a los dem¨¢s pa¨ªses a abandonar a Irak y otro se transmite gran ansiedad por conseguir que Bush otorgue una segunda oportunidad al Gobierno espa?ol. Est¨¢ bien dar protagonismo y reconocimiento al Rey, abandonando la relaci¨®n de rivalidad y competencia que ten¨ªa Aznar con el Monarca, pero tampoco tiene mucho sentido pegarse a ¨¦l en pol¨ªtica exterior, porque no ser¨ªa bueno que se confundieran los papeles.
Con Estados Unidos, simplemente hay que hacerse respetar: que sepan que Espa?a ya no seguir¨¢ siendo el primer monaguillo. Para ello es importante crear situaciones en que Espa?a sea necesaria. S¨®lo se puede conseguir tejiendo relaciones y alianzas en aquellas regiones sensibles en las que se cuenta con cierto prestigio y autoridad. De lo contrario, acabar¨¢ pasando lo peor: que se asumir¨¢n las prioridades de la pol¨ªtica internacional americana como modo de hacerse perdonar, de superar el desencuentro. Y, entonces, ser¨ªa la ciudadan¨ªa la que no lo entender¨ªa.
Hay mucho camino por recorrer: en Europa central, en Oriente Pr¨®ximo, en Latinoam¨¦rica, donde Espa?a tiene palabra. Sin equivocar las prioridades: m¨¢s Lagos y menos Ch¨¢vez, para entendernos. Sin hacer provocaciones innecesarias. Y, al mismo tiempo, sin azorarse porque la revoluci¨®n conservadora haya triunfado en Estados Unidos. Blair, al que la derrota de Aznar le produjo p¨¢nico, ha optado una vez m¨¢s por el mimetismo respecto a Bush. Su programa para las elecciones busca tocar las mismas cuerdas que el presidente americano: miedo y seguridad. Los escr¨²pulos con los derechos democr¨¢ticos se evaporan r¨¢pidamente si se trata de ganar o perder. ?Es el camino del futuro? Alguien tiene que defender a Europa de la embestida conservadora que viene.
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