En el lugar del otro
Puri, mi vecina del quinto, no sabe nada de Ch¨¢vez, ni del aspirante a la presidencia ucrania V¨ªktor Y¨²shenko, pero en cambio podr¨ªa hacer una tesis sobre la vida de Bel¨¦n Esteban o las peripecias de Ana Obreg¨®n. Por no saber, no sabe ni siquiera qui¨¦n es exactamente Acebes, pero, por el contrario, est¨¢ versad¨ªsima en Niki, de Gran Hermano. Para ella, los programas del coraz¨®n son los ¨²nicos informativos que merecen la pena. Las noticias que se presuponen serias o complicadas suceden en otro mundo lejano, y, sin embargo, los programas rosas de la televisi¨®n son la vida real.
Para algunos anacoretas, nada existe fuera de la mente. El mundo est¨¢ en nuestro cerebro. Puri prefiere el reality-show a la investigaci¨®n sobre el 11-M, que le parece aburrida y enmara?ada. No sabe nada de las Naciones Unidas, pero, en cambio, le encantan los vestidos de do?a Letizia. Eso no quiere decir que no le afecten los telediarios: se lleva las manos a la cabeza, y siente tanta compasi¨®n por los muertos que el sufrimiento le imposibilita pensar mucho m¨¢s sobre el tema, as¨ª que se centra en el programa siguiente: los celos, las infidelidades, los planos robados, los esc¨¢ndalos.
Por eso, en plena era de la sociedad de la informaci¨®n, nuestros encuentros en el ascensor suelen ser la excusa para conversaciones entre universos paralelos, y cuando yo le digo, buscando la complicidad: "Me interesan mucho las acusaciones -ja, ja- de prostituci¨®n que pesan sobre Sonia Monroy y Nuria Berm¨²dez", ella contesta: "A m¨ª, en cambio, lo que me hace gracia es la discusi¨®n indudablemente wittgensteniana, por aquello de los espejismos del lenguaje, que se ha iniciado sobre los conceptos de naci¨®n y nacionalidad, ?qu¨¦ entelequia!"
Intentando salvar la charla durante los cuatro pisos que quedan, replico: "Pero, ?te parece que Alessandro Lecquio maltrat¨® realmente a Antonia dell' Atte?" Ella no duda en contestar: "Vete a saber... me escandaliza m¨¢s el asunto de la descongelaci¨®n de los polos, que es mucho m¨¢s grave". Contraataco a falta de un piso: "Sin embargo, Sonia Moldes parece que miente". Ella me interrumpe: "Comparadas con las mentiras de la clase pol¨ªtica, esas no tienen ninguna importancia".
Cuando llegamos al quinto piso, la puerta del ascensor se abre, y me despido: "Bueno, pues nada, espero que Roc¨ªo Jurado se reponga de su enfermedad". Ella me contesta: "Arafat no tuvo tanta suerte. ?Adi¨®s!" Despu¨¦s sale del ascensor, y las puertas vuelven a cerrarse. Desde luego, no puedo menos que pensar que resulta sorprendente que la gente sepa entenderse intentando ponerse en el lugar del otro.
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