Cine aficionado

El cine ha terminado por unir, aunque sea en una cr¨ªtica, las carreras de tres escritores que, en principio, s¨®lo compart¨ªan su gusto por la novela negra y por la descripci¨®n de los ambientes lumpen de la sociedad espa?ola contempor¨¢nea. Juan Madrid, Carlos P¨¦rez Merinero y Daniel M¨²gica han debutado como directores de cine tras una carrera m¨¢s o menos efectiva como novelistas y guionistas, y los tres se han hundido por culpa de su carencia de instrucci¨®n de la t¨¦cnica cinematogr¨¢fica llevada a la pr¨¢ctica. Rincones del para¨ªso (1999), de Merinero; T¨¢nger (2003), de Madrid, y ahora Matar al ¨¢ngel, de M¨²gica, adolecen de un amateurismo tan visible como sorprendente.

M¨²gica, que ya en su corto Vientos del mal (1999) naufragaba por sus nulos conocimientos de direcci¨®n, montaje, utilizaci¨®n de la m¨²sica y, en definitiva, de la narrativa cinematogr¨¢fica, tendr¨ªa que haber visto (o que alguien con consideraci¨®n se lo hubiese advertido) que probablemente es capaz de escribir un gui¨®n decente pero que no puede ser la cabeza pensante de un rodaje. Fascistas que hablan en susurros para demostrar su maldad; nula direcci¨®n interpretativa; m¨²sicas que pisan los (por otro lado, nefastos) di¨¢logos; gratuidad de los desnudos; risibles asesinatos racistas en medio de la plaza de un pueblo (por la que no pasa ni un alma; se ve que la hab¨ªan cortado para el rodaje y se olvidaron de los extras)... En definitiva, una pel¨ªcula tan aficionada que cuesta ver los motivos que han llevado a diversos organismos oficiales y a televisiones a poner dinero para financiarla.