La apoteosis ideol¨®gica / 1
La elecci¨®n de Bush y las mayor¨ªas republicanas en el Congreso y en el Senado son la prueba m¨¢s palmaria del peso absolutamente determinante de la ideolog¨ªa, de la que los Medios de comunicaci¨®n son hoy un componente esencial, en la vida pol¨ªtica norteamericana. Pues contrariamente a lo que se pretende, no es el elegido presidente quien ha impuesto el primado de los integrismos religioso y nacionalista, sino que son ¨¦stos los que han impuesto el liderazgo de Bush. Su triunfo se ha debido, en buena medida, a los votos de las clases populares cuyos intereses han sido precisamente los m¨¢s castigados por la pol¨ªtica que ha practicado durante su primer mandato (regresi¨®n de las pol¨ªticas sociales, esencialmente en materia de sanidad y pensiones, recorte de los derechos laborales, oposici¨®n a la sindicaci¨®n de los funcionarios p¨²blicos, etc.), que los han sacrificado con entusiasmo en honor de los valores ultrareaccionarios defendidos por el presidente Bush.
El marxismo estalinista y el economicismo liberal conservador, las dos versiones m¨¢s beligerantes del positivismo cientifista, decretaron a principios de los a?os 50 la muerte de las grandes ideolog¨ªas pol¨ªticas, cada cual la de su contraria. Ese doble certificado de defunci¨®n puso en marcha un afanoso funeral que ocup¨® esa d¨¦cada y la siguiente, en forma de una agresiva e interminable pol¨¦mica. En ella participaron los intelectuales m¨¢s prestigiosos de la ¨¦poca -Raymond Aron, Edward Shils, Daniel Bell, Wright Mills, Irving Kristol, Seymour Martin Lipset, Irving Louis Horowitz, Joseph La Palombara, Michael Harrington, etc.- como nos cuenta Chaim Isaac Waxman en The End of The Ideology Debate, Funk and Wagnalls, Nueva York 1968, que no supieron ver que el gran beneficiario de su enfrentamiento era la ideolog¨ªa tecnocr¨¢tica entonces emergente (Jean Meynaud en Technocratie et Politique, Etudes de Science Politique, Lausanne 1961). La eficiencia administrativa fue elevada a la condici¨®n de saber cient¨ªfico, sustituto incuestionable de la incapacidad de los pol¨ªticos y de los desafueros de la acci¨®n p¨²blica. En lugar del pol¨ªtico, el experto; en vez del Estado, la empresa.
Premisas que siguen intactas 40 a?os despu¨¦s y que se han traducido en una derechizaci¨®n de la teor¨ªa y la pr¨¢ctica pol¨ªticas. El largo decurso ideol¨®gico que las ha hecho posibles exig¨ªa un poderoso andamiaje, representado por los think tanks de la derecha integrista y por algunas de las grandes plataformas pol¨ªtico-patronales, as¨ª como por la deriva cada vez m¨¢s conservadora de las diversas opciones pol¨ªtico-ideol¨®gicas, por el apoyo incondicional de la clase dirigente y por el aval legitimador de la ciencia econ¨®mica oficial. Condiciones todas ellas que se han cumplido con creces. Cuando surgen despu¨¦s de la segunda guerra mundial esos centros de an¨¢lisis pol¨ªtico-social a los que se califica como think tanks -Bookings Institution; Rand Corporation; Fundaci¨®n Ford; Rockefeller; Carnegie; etc.-, se sit¨²an en el marco del establishment, pero m¨¢s bien en posiciones centristas, con un talante que responde a las pautas de la excelencia universitaria siendo los destinatarios de sus informes las principales instituciones pol¨ªticas y militares.
Por el contrario, los think tanks de la segunda generaci¨®n -American Enterprise Institute, en el que trabajan Dick Cheney y Richard Perle; la Hoover Institution que cont¨® con Donald Rumsfeld y Condoleeza Rice; el Hudson Institute con Elliot Abrams; la Fondation Olin; el Cato Institute; la Fundaci¨®n Empower America y tantas otras en las que abudan los neocons-, son los pioneros del integrismo ideol¨®gico y se caracterizan por su vinculaci¨®n con los medios de comunicaci¨®n. Se destaca de modo especial la Heritage Foundation, creada en 1973, con un presupuesto superior al de todos los institutos centristas de investigaci¨®n reunidos, especializada en las operaciones de relaciones p¨²blicas -cada a?o difunde m¨¢s de 350 folletos destinados a los congresistas y a los periodistas- y est¨¢ en contacto permanente con el equipo Bush -su presidente, Grover Norquist se entrevista dos veces por semana con Karl Rove, el principal estratega de la pol¨ªtica bushiana.
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