Furtw?ngler, un mito cercano
Se cumplen hoy, 30 de noviembre, 50 a?os de la muerte en Baden Baden del director de orquesta alem¨¢n Wilhelm Furtw?ngler. Su herencia art¨ªstica permanece viva en nuestros d¨ªas y no solamente por razones hist¨®ricas. Simbolizaba, de hecho, la quintaesencia de unos valores morales que hund¨ªan sus ra¨ªces en la cultura alemana derivada del pensamiento idealista rom¨¢ntico. Era un fil¨®sofo. Su aire meditativo en la direcci¨®n conectaba con la necesidad de reconstruir y normalizar desde el conocimiento y la experiencia acumulada un mundo devastado por los destrozos de la guerra. Era subjetivo y cada una de sus interpretaciones, incluso de la misma obra, era diferente. Lo imprescindible del instante era, en su visi¨®n del mundo, supremo. El imperio de lo ef¨ªmero se impon¨ªa con una capacidad de convicci¨®n irresistible. La seducci¨®n que ejerc¨ªa no se apoyaba en ning¨²n momento en las apariencias. Hab¨ªa que ir m¨¢s all¨¢, a la b¨²squeda de la verdad oculta tras la evidencia de lo previsible. En sus imprescindibles memorias (hay traducci¨®n inglesa en Quartet Books para los no familiarizados con el alem¨¢n) defiende la necesaria integraci¨®n de las fuerzas conscientes e inconscientes. "En arte, como en todas las cosas humanas, lo racionalmente comprensible y lo irracional deben ir juntos. Deben relacionarse, ampararse y protegerse. El estado natural para la raz¨®n es controlar la superficie, y para lo irracional, permanecer en el fondo. La relaci¨®n entre la superficie y la profundidad de la obra de arte es equivalente a la de la superficie y la profundidad de la vida humana", escribi¨® en 1946.
Furtw?ngler es uno de los pocos m¨²sicos que ha dejado escritos sus pensamientos sobre el proceso de creaci¨®n y otros aspectos del arte de los sonidos. En cierta manera, como Pierre Boulez en nuestros d¨ªas. Curiosa asociaci¨®n: el modelo de director subjetivo frente al de director objetivo a ultranza. Y m¨¢s curioso todav¨ªa es que se ha extendido este verano una foto en la misma postura de ambos: mirando hacia afuera desde el asiento del conductor de un coche de lujo descapotable. El retrato de Furtw?ngler figura en la portada del cat¨¢logo de la exposici¨®n que le dedic¨® el festival de Lucerna en agosto (Lucerna: ah¨ª dirigi¨® por 96? y ¨²ltima vez en 1954 la Novena de Beethoven, su testamento sinf¨®nico). La muestra ahora se encuentra en la Gewandhaus de Leipzig y a mediados de diciembre recalar¨¢ en la Philharmonie de Berl¨ªn. Boulez en su Mercedes rojo est¨¢ en el libro sobre gente de la m¨²sica de Betty Freeman, editado por el Carnegie Hall de Nueva York, cuyas fotograf¨ªas han servido de soporte a muestras en Los ?ngeles, Tokio, Salzburgo, Lucerna, Par¨ªs, Nueva York, Londres o Mil¨¢n, entre otros lugares. Parece una postura m¨¢s propia de Herbert von Karajan, pero ya ven. Carlos Castilla del Pino toc¨® hace unos a?os en sus cursos gaditanos de antropolog¨ªa de la conducta el tema de la seducci¨®n, pero no se dio respuesta, que yo sepa, al porqu¨¦ del hechizo de los coches de lujo sobre los directores de orquesta. Bromas aparte, lo que importa hoy es saber si se pueden defender por igual unos modelos de interpretaci¨®n objetiva y subjetiva de la m¨²sica, como los que representan al m¨¢ximo nivel Boulez y Furtw?ngler.
La cuesti¨®n se ha debatido en varios foros este verano a prop¨®sito de la direcci¨®n anal¨ªtica y as¨¦ptica desde la transparencia de Parsifal por Boulez en el festival de Bayreuth. Dos fen¨®menos son dignos de tener en cuenta. Uno: la interpretaci¨®n musical se ha ido deslizando en los ¨²ltimos 50 a?os hacia un concepto cada vez m¨¢s acusado en b¨²squeda de la autenticidad, bien a trav¨¦s de la influencia de los movimientos historicistas y la recuperaci¨®n de sonidos y t¨¦cnicas de ¨¦poca, bien en la valoraci¨®n cada vez m¨¢s alta de una m¨²sica sin ret¨®rica, sin ideolog¨ªa. ?Un ejemplo de convergencia? El deslizamiento de Harnoncourt hacia Brahms o Bruckner. En este terreno, la actitud de Boulez es coherentemente ejemplar. Dos: Furtw?ngler (o Knappertsbusch, o Clemens Krauss) son para el aficionado de nuestros d¨ªas directores cuyo conocimiento est¨¢ basado exclusivamente en el disco. Son mitos, desde luego, pero mitos discogr¨¢ficos en un mundo en cambio de sensibilidades. Furtw?ngler, para bien o para mal, no dej¨® herederos. Por ello, cuando hoy se trata de inventarlos, ll¨¢mense Thielemann o Barenboim, la insatisfacci¨®n suele hacer acto de presencia. Pienso, por tanto, que es perfectamente compatible, e incluso enriquecedor, complementar, pongamos por caso, la escucha de la maravillosa versi¨®n de Tristan und Isolde dirigida por Furtw?ngler en 1952 con la lectura, en vivo o radiof¨®nica, de Parsifal por Boulez en 2004. Qu¨¦ duda cabe que cada cual puede tener sus opciones preferidas. Y debe tenerlas, pues el ejercicio saludable de la elecci¨®n es tambi¨¦n una conquista democr¨¢tica de la cultura musical.
Recuerden lo que pas¨® con la elecci¨®n por parte de los m¨²sicos de la Filarm¨®nica de Berl¨ªn de su ¨²ltimo director titular. El porcentaje de votos a favor de Simon Rattle frente a Daniel Barenboim fue abrumador. Los instrumentistas conoc¨ªan muy bien a los dos -?qui¨¦n mejor que ellos?- y se decantaron por una imagen moderna, juvenil, contempor¨¢nea del director ingl¨¦s frente a la m¨¢s consolidada en la tradici¨®n, "furtw?ngleriana", por as¨ª decirlo, del argentino. Ello cobra una dimensi¨®n relevante, pues la Filarm¨®nica berlinesa siempre ha tenido un tino especial a la hora de escoger unos directores en consonancia con los latidos de la sociedad. Con Hans von B¨¹low (de 1887 a 1894) se encontr¨® a s¨ª misma como organizaci¨®n independiente; con Arthur Nikisch (de 1895 a 1922) se consolid¨®; con Furtw?ngler (de 1922 a 1954, con ausencias debidas a los acontecimientos pol¨ªticos) adquiri¨® una condici¨®n filos¨®fica y carism¨¢tica de la interpretaci¨®n; con Herbert von Karajan (de 1955 a 1989) incorpor¨® un sonido moderno y compacto adecuado para los a?os de expansi¨®n discogr¨¢fica y el glamour del bienestar asociado al consumo, y con Claudio Abbado (de 1989 a 2002) cultiv¨® el di¨¢logo, la democratizaci¨®n, la fluidez, la transparencia. El actual primer trompeta de la Orquesta del Festival de Lucerna, el joven de Almansa de 32 a?os Mart¨ªn Baeza, afirmaba recientemente en Madrid que Abbado es hoy el director que mejor encarna para los m¨²sicos los valores fundamentales del humanismo art¨ªstico.El mundo ha cambiado, los valores asociados a la direcci¨®n de orquesta han cambiado y hasta la apreciaci¨®n de los mitos considerados indiscutibles ha cambiado. En todo este batiburrillo de nuevas identidades y convivencias, la figura de Furtw?ngler se ha agigantado. Escuchen con sosiego las versiones del director berlin¨¦s que han desempolvado diferentes sellos discogr¨¢ficos de obras sinf¨®nicas de Beethoven, Schumann -qu¨¦ Cuarta-, Schubert, Brahms, Strauss, Bruckner, en fin, del gran repertorio rom¨¢ntico centroeuropeo, y se dar¨¢n cuenta de inmediato tanto de lo que ha cambiado la interpretaci¨®n musical como, de rebote, lo que ha cambiado el mundo. Y si se atreven con Don Giovanni, de Mozart, grabado en el festival de Salzburgo, y, m¨¢s a¨²n, con su denostado y hermos¨ªsimo Tercer concierto de Brandeburgo, de Bach, tambi¨¦n en sus a?os de plenitud en Salzburgo, al final de su vida, acceder¨¢n a una belleza misteriosa, ceremonial, serena, grandiosa, de museo si me apuran. Pero, ?ay!, cu¨¢nta sabidur¨ªa, cu¨¢nta belleza, est¨¢ recogida en algunos museos. El que representa Furtw?ngler, por ejemplo, que 50 a?os despu¨¦s sigue siendo un faro y, cada vez m¨¢s, un mito cercano.
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