La derrota del andaluz (y II)
Los duendes que trafican en lo insondable nos gastan a veces hermosas jugarretas. Acababa yo de entregar a este peri¨®dico, la semana pasada, mi en¨¦sima lamentaci¨®n por los culpables olvidos de que es objeto el habla andaluza, cuando me top¨¦ con mi buen amigo, y buen escritor, Fernando Iwasaki. "?Hombre -le espet¨¦-, menos mal que veo a alguien que ha estado en Rosario! ?Qu¨¦ tal por all¨ª?" Alud¨ªa a su presencia en el III Congreso Internacional de la Lengua, que hab¨ªa detectado por Internet, aunque sin poder averiguar de qu¨¦ hablar¨ªa. "Muy bien -me contest¨®-. Present¨¦ una ponencia titulada "Un habla de ida y vuelta". "No me lo puedo creer", esgrim¨ª torpemente, en mi estupor.
Resulta que s¨ª, que aunque fuera a t¨ªtulo particular, una persona se hab¨ªa lamentado en el encuentro de Argentina de lo que ning¨²n andaluz y ninguna instituci¨®n nuestra: el escritor peruano, enraizado en Sevilla hace veinte a?os, y enamorado de nuestro arte fundamental como pocos. Especialmente del flamenco, si hasta dirige una entidad privada, la Fundaci¨®n Cristina Heeren, dedicada heroicamente a promocionarlo. Ya ven lo que son las sinton¨ªas dispersas, los encuentros fortuitos en el aire. M¨¢s de una vez hemos hablado Fernando y yo del flamenco y sus desdichas oficiales, tambi¨¦n de sus maravillosos misterios. Y nos hemos encontrado en no s¨¦ cu¨¢ntas tribunas y espacios compartidos. Pero esta vez los duendes se pusieron a mirar para otro lado, como si no nos conocieran. Bien que se estar¨¢n regocijando ahora en sus secretos escondrijos.
La ponencia de Iwsaki, que enseguida me envi¨® gentilmente, se concreta en algo contra lo que yo tambi¨¦n me he sublevado incontables veces: las ausencias y errores del Diccionario en lo que a flamenco se refiere. Y no s¨®lo por falta de palabras -a la larga lista de siempre: ton¨¢, seguiriya, ca?as, verdiales, bamberas, canti?as, romeras, marianas, grana¨ªnas, mirabr¨¢s, milongas, tangos, rumbas, tocaor..., ¨¦l a?ade: levantica, jabote, liviana, sonanta, tarantos-; sino de conceptos, que es lo peor. La vigente definici¨®n de flamenco, en el elenco de los se?ores acad¨¦micos, no tiene desperdicio: "Se dice de ciertas manifestaciones socioculturales asociadas al pueblo gitano, con especial arraigo en Andaluc¨ªa". Un poco m¨¢s adelante lo da como sin¨®nimo de "chulo, insolente". Para rematar con esta perla feminista: "dicho especialmente de una mujer de buenas carnes, cutis terso y bien coloreado". Eso es lo que hay.
Pero el texto de Iwasaki penetra en otros territorios mucho m¨¢s lindos, por decirlo en homenaje al espa?ol hermano de Am¨¦rica. Precisamente, en los hermanamientos literarios del flamenco con los escritores de por all¨¢. Con un joven ultra¨ªsta llamado Borges, fascinado con los tangos... de Triana, y enrolado en la tropa variopinta de Cansinos Ass¨¦ns. Los testimonios de lujo de Dar¨ªo, Vasconcelos, Alfonso Reyes... Pero sobre todo las admirables p¨¢ginas que dedicaron a nuestro arte el peruano F¨¦lix del Valle, el argentino Gonz¨¢lez Climent y el rosarino Manuel Forcada. Todos perdidos y dispersos, como el andaluz, en la terrible noche del olvido. Gracias, Fernando.
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