Luminosa revelaci¨®n

Sin duda, junto con las tres esculturas monumentales, extraordinarias, que mostr¨®, la pasada primavera, en el Espacio Uno y en el patio central del Reina Sof¨ªa, esta nueva muestra personal de Blanca Mu?oz, constituye la apuesta de mayor ambici¨®n y alcance que la artista madrile?a, nacida en 1963, ha presentado hasta la fecha entre nosotros. Con una selecci¨®n muy medida, que apenas alcanza la decena de piezas, ha acertado a resolver con brillantez la interacci¨®n con el enclave esc¨¦nico de la galer¨ªa, evitando toda interferencia y estableciendo sugerentes resonancias y contrastes de escala entre los distintos trabajos. El resultado es, a mi entender, deslumbrante, y consolida ya definitivamente su figura como una de las incorporaciones en verdad decisivas que la generaci¨®n de los noventa ha sumado a la postre al horizonte actual de nuestra escultura.

Ello, ante todo, por el im-

pacto de esas dos piezas de colosal envergadura que dominan el despliegue de la muestra, con la din¨¢mica expansi¨®n capilar que expanden los extremos del arco tubular en C¨¢nibal, magnetizando por entero la gran sala central, y con la torsi¨®n especular de T¨²nel, trepando por los muros de uno de los espacios laterales del fondo. Pero no menos, tambi¨¦n, por el contrapunto que suman, entre las obras de formato m¨¢s contenido, la radiante floraci¨®n de Timbal o la alanceada ingravidez de A¨¦rea, as¨ª como el diferencial a?adido, en algunas de estas ¨²ltimas piezas -Medusa, Azulina, Bipolar, Im¨¢n nocturno- por el empleo de la plancha de acero con un lacado industrial en un azul profundo. Recurso, este ¨²ltimo, que justifica el lema de El d¨ªa y la noche que da nombre a la muestra, y le permite establecer, por as¨ª decir, una suerte de claroscuro escult¨®rico que desliza, en el referente astron¨®mico que nutre su entra?a po¨¦tica, una resonancia del insondable y tenebroso cosmos abisal en el que abren surcos de luz los cuerpos astrales.