Extra?a tristeza hist¨®rica
Una frase de Claude L¨¦vi-Strauss, que Javier Reverte usa como ep¨ªgrafe, ayuda a situar El r¨ªo de la desolaci¨®n en un marco superior al de un simple y rutinario libro de viajes, como los hay a miles hoy practicado como g¨¦nero estrella del mercado editorial. La frase en cuesti¨®n est¨¢ extra¨ªda de Tristes tr¨®picos y dice as¨ª: "El mundo comenz¨® sin el hombre y terminar¨¢ sin ¨¦l". En el contexto geogr¨¢fico y humano que recorre el libro, toda la cuenca del r¨ªo Amazonas desde su nacimiento en los Andes peruanos hasta su desembocadura en el oc¨¦ano Atl¨¢ntico, es muy dif¨ªcil imaginarse al hombre no fagocitado por semejante alarde de naturaleza y, sobre todo, no fagocitado por la propia inercia autodestructiva como especie que el hombre parece llevar consigo como una maldici¨®n gen¨¦tica. ?sta es s¨®lo una de las m¨²ltiples reflexiones a que invita la lectura de este apasionante libro. No es una reflexi¨®n menor la de considerar a El r¨ªo de la desolaci¨®n un texto literario, adem¨¢s de hist¨®rico con algunos ribetes de antropolog¨ªa cultural y etnolog¨ªa de campo.
EL R?O DE LA DESOLACI?N
Javier Reverte
Aret¨¦. Barcelona, 2004
352 p¨¢ginas. 21,50 euros
Javier Reverte embarca en
grandes cacharros que sobrepasan en cien pasajeros los doscientos y pico que legalmente deben transportar. Con esa amenaza latente bajos sus pies, el viajero surca el Amazonas. Atraviesa puertos y ciudades, y tras largos d¨ªas de navegaci¨®n desembarca ya sea en Iquitos (Per¨²), Leticia (Colombia) o Manaos (Brasil), ciudades h¨ªbridas de un cosmopolitismo casi surrealista e indigenismo de fin de semana, cada cual con sus caracter¨ªsticas nacionales, sus gastronom¨ªas, sus medios de transportes peculiares y, sobre todo, con sus pasados llenos de relatos hist¨®ricos y humanos. Cada cap¨ªtulo del libro es una experiencia; ya sea en Manaos y su incre¨ªble teatro al estilo ?pera de Par¨ªs (?en plena selva!); ya sea en un cementerio; en el recorrido por las v¨ªas muertas del famoso Ferrocarril del Diablo (una l¨ªnea de trenes llamada Madeira-Mamor¨¦ que se abri¨® a principio del siglo XX con el furor de la explotaci¨®n del caucho y que supuso la muerte de cientos de trabajadores), o ya sea en los mismos barcos donde el viajero conoce y entabla suculentos paliques con parroquianos o enigm¨¢ticas y poco cre¨ªbles j¨®venes maestras de parvularios. A Javier Reverte le interesa destacar algunos hechos hist¨®ricos que han proliferado con la esencia misma de la riqueza natural que alberga el gran pulm¨®n de nuestro planeta. El caucho y su explotaci¨®n inhumana. Tres historias relacionadas con esta cuesti¨®n son de las que ponen la piel de gallina. Una referida al empresario cauchero Carlos Fernando Fitzcarrald, otra, al tambi¨¦n empresario y tambi¨¦n peruano Julio C¨¦sar Arana, y una tercera, ¨¦sta es toda ella un relato de aventuras entre el espionaje y la literatura de denuncia, protagonizada por el emisario ingl¨¦s Roger Casement. Estas historias las trenza el autor madrile?o con suma habilidad y exigente criterio del montaje narrativo; las tres hacen referencia al genocidio que la explotaci¨®n del caucho supuso para tribus enteras, al genocidio de parecidas caracter¨ªsticas llevadas a cabo por la presencia belga en el Congo y a la participaci¨®n del irland¨¦s Casement como gestor, con imprevisible final, de toda una pol¨ªtica de informaci¨®n demoledora y de denuncia de semejantes actos de barbarie contra la humanidad.
Libro documentado y vivido,
El r¨ªo de la desolaci¨®n suma, adem¨¢s, otra virtud. No cae nunca en la tentaci¨®n del s¨ªndrome del "buen salvaje". Su dictamen es humano y, sobre todo, literario. La fascinaci¨®n del autor se traduce en respeto ante una exhuberancia homicida y cierto coqueteo con la zozobra puntual en un territorio de esta magnitud y, a la vez, entrega siempre distante a la magia del viaje. Javier Reverte ha escrito un libro de viaje diferente. Ha le¨ªdo a Eustasio Rivera en La vor¨¢gine para corroborar en la escritura del colombiano el sello metaf¨®rico de lo que ¨¦l ha visto ahora in situ. Ha le¨ªdo a Vargas Llosa y con el escritor peruano es absolutamente injusto en cuanto a la valoraci¨®n de alguna novela suya (La casa verde), adem¨¢s de hacerle un velado reproche del tipo c¨®mo es que la intelectualidad peruana todav¨ªa no ha escrito nada sobre los desmanes de sus tristemente famosos caucheros. Ha le¨ªdo a Conrad, eso seguro. Todo ello bien digerido. Y a L¨¦vi-Strauss, sin el cual, dif¨ªcilmente nada se podr¨ªa escribir con m¨ªnimo rigor y sensibilidad human¨ªstica sobre la tristeza de los tr¨®picos. Porque la sensaci¨®n que deja la lectura de este estupendo libro es la de una extra?a tristeza hist¨®rica.
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