Oto?o en Riazor
Hartos de buscar razones en la b¨¢scula, la camilla, la cocina, la pizarra o las fases de la luna, los chicos de Javo Irureta han pedido hora al hechicero. Sus dudas son perfectamente comprensibles: uno de esos fluidos oscuros que a veces envenenan el aire y a veces pudren la hierba ha provocado en el equipo un preocupante estado de hipotensi¨®n. Se dir¨ªa que todos sufren da?os en su conciencia de futbolistas; varios han perdido un punto de chispa, otros un grado de tenacidad y algunos el soplo de inspiraci¨®n. Aquel Depor acorazado cuyos nervios conduc¨ªan el juego tal como una acequia conduce el agua es hoy un animal fr¨ªo y amodorrado cuyos minutos no pasan por el cron¨®metro: caen del reloj de arena.
Aquel Depor acorazado es hoy un animal fr¨ªo cuyos minutos caen del reloj de arena
Como siempre, los deportistas, tan fr¨¢giles en su exuberancia muscular, desconocen las verdaderas razones de sus desmayos. En sus cabezas, el ¨¦xito obedece a una concurrencia de valores imponderables; la habilidad, el empuje, la constancia y otros dones del artista predisponen a la victoria, pero no la garantizan. Un destello inoportuno, una racha de viento, una pella de barro o, en fin, un paso en falso pueden malograr la m¨¢s penetrante y arm¨®nica de las jugadas, tal vez el gol del a?o. A todo lo inaprensible, los futbolistas lo llaman suerte, as¨ª que el desenlace de la aventura est¨¢ en manos del esp¨ªritu burl¨®n que en alg¨²n lugar del estadio se encarga de lanzar los dados sobre el tablero.
Para ellos, en resumen, las distancias que establecen el empuje y la calidad son ¨ªnfimas si se las compara con las que marcan la buena y la mala fortuna. Por eso suelen ser tan supersticiosos y por eso aplican invariablemente, con la devoci¨®n del ermita?o, alg¨²n complicado ritual de pasos, gestos, desaf¨ªos, pruebas elementales de ingenio y otras peque?as man¨ªas. Cualquier acierto y cualquier fallo son interpretados como una respuesta del poderoso y desconocido administrador de la prosperidad que se esconde en los laberintos de la cancha.
En todo ese caos que agrupa arbitrariamente la f¨ªsica y la astrolog¨ªa, Javo s¨®lo puede invocar, como de costumbre, la fe del carbonero, y acaso pedirle a Lendoiro alg¨²n regalo de Navidad, por ejemplo un gemelo de Naybet o un ¨¦mulo de Roy Makaay o, a¨²n mejor, un cirujano pl¨¢stico que se lleve a Suiza al actual Mauro Silva y lo devuelva a la mayor brevedad posible con diez a?os menos. Como es natural en una plantilla tan s¨®lida, el club dispone a¨²n de jugadores con genio y con ingenio, hombres duros como Pandiani, Andrade, Sergio o Manuel Pablo, y brillantes int¨¦rpretes como Valer¨®n, Fran, V¨ªctor, Trist¨¢n o Luque.
Tiene tambi¨¦n en n¨®mina a Paco Molina, un deportista a quien han hecho sabio la quimioterapia y la veteran¨ªa. Su diagn¨®stico fue irreprochable cuando dijo "nuestra enfermedad se llama rutina".
Diles, Paco, cu¨¢l es la diferencia entre flotar y volar. Dales una conferencia sobre fama y oscuridad, t¨² que has pasado por la cama y por el podio. Quiz¨¢ consigas que expulsen la anestesia y se pongan a jugar.
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