De magistrado a refugiado
Francisco espera que se le conceda asilo pol¨ªtico por estar amenazado de muerte en su Colombia natal
Acorralado por la guerrilla, torturado por la mafia, vendido en manos de los capos del narcotr¨¢fico colombiano... As¨ª se ve una noche s¨ª y otra tambi¨¦n Francisco (nombre ficticio). Pero s¨®lo en sue?os. Cuando abre los ojos recobra la tranquilidad, aunque reconoce que el miedo nunca le abandona. A sus 49 a?os, este colombiano de una peque?a localidad del valle del Cauca, en el suroeste de Colombia, ha pasado de ser un magistrado estrella responsable de juzgar los delitos m¨¢s graves, como los relacionados con el narcotr¨¢fico y las actividades paramilitares y de la guerrilla, a esperar conseguir la condici¨®n de refugiado en Espa?a.
Francisco ya no viaja en coche blindado, ni tiene escoltas, ni una gran casa objeto de envidia de los vecinos. Tampoco tiene un despacho en un gran edificio. Ahora se mueve en metro a todos sitios y ocupa una peque?a habitaci¨®n en el Centro de Acogida de Refugiados que el Imserso tiene en Puente de Vallecas. All¨ª comparte alojamiento con otros 96 extranjeros, y espera con ah¨ªnco a que el Ministerio del Interior lo declare refugiado, para "comenzar de nuevo en la mitad de la vida".
Por este centro han pasado ya m¨¢s de 2.000 personas desde 1987, seg¨²n el director Juli¨¢n Zamora. Sudaneses, nigerianos, iran¨ªes, todos hu¨ªan de las persecuciones en sus pa¨ªses de origen (o al menos as¨ª lo declaraban al Ministerio del Interior), y el centro de acogida se convert¨ªa en su hogar hasta que se aceptaba o no su condici¨®n de refugiado. Hasta entonces pueden pasar "entre seis meses y un a?o", explica Zamora, que mientras tanto se ocupa de proporcionar "ayuda para desarrollar las habilidades de los refugiados para facilitar su integraci¨®n sociolaboral".
Una ayuda destinada a personas con escasa o ninguna preparaci¨®n cualificada, lo que no se da en el caso de Francisco. Relata que tuvo que "escapar" de su pa¨ªs a finales de 2003 porque no ten¨ªa otra salida: tanto ¨¦l como su familia estaban amenazados de muerte. Su cargo de magistrado y su potestad para dictar sentencias lo situaban en el ojo del hurac¨¢n y en el objetivo de muchos sicarios. De su voluntad y juicio depend¨ªan buena parte de los encarcelamientos entre narcotraficantes y guerrilleros. "Y esa gente busca venganza", apunta con profunda tristeza.
"Era muy dif¨ªcil soportar tanta presi¨®n. Ten¨ªamos que dictar las sentencias sin que figurara nuestro nombre debido a las importantes repercusiones de los asuntos que se juzgaban", explica. "Era muy peligroso porque la guerrilla, los secuestradores, los extorsionadores... Todos ten¨ªan a gente infiltrada en el sistema jur¨ªdico".
Pero, a pesar de todas sus precauciones, su nombre apareci¨® en la prensa a finales de los a?os noventa. Comenz¨® as¨ª su calvario y tuvo que abandonar su trabajo, y con ¨¦l a su escolta y todas las medidas de seguridad que lo rodearon durante a?os. "Sin el trabajo y sin la seguridad estaba desasistido, m¨¢s cuando empezaron las amenazas contra m¨ª y mi familia", recuerda, sin poder contener su sensaci¨®n de impotencia. En ese momento tambi¨¦n se rompi¨® la relaci¨®n con su pareja: "No pod¨ªa soportar tanta presi¨®n".
Francisco se vio obligado a vender casi todas sus posesiones: una finca cafetera en su ciudad natal, una gran casa en la capital, un apartamento en Cali, y as¨ª hasta casi todas sus pertenencias. "Hice hasta un mercadillo con objetos de valor en el garaje de mi casa", recuerda.
Sin embargo, habla del dinero sin preocupaci¨®n. "Nunca me hab¨ªa pasado por la imaginaci¨®n que yo pudiera vivir en un centro de refugiados, teniendo en cuenta la posici¨®n que ocupaba en mi pa¨ªs", dice Francisco sin prepotencia ni resentimiento. Para ¨¦l, la estabilidad econ¨®mica que busca la mayor¨ªa de los inmigrantes es secundaria: "Los refugiados somos los inmigrantes peor parados porque no estamos aqu¨ª por voluntad propia. Soy consciente de que tengo que empezar de cero: no te queda otra", dice.
Lucha d¨ªa a d¨ªa por que le convaliden su carrera en Espa?a, por conseguir un empleo en cualquier bufete de abogados, por formarse en la hosteler¨ªa, para cambiar su empleo actual: 12 horas diarias como vigilante nocturno. "Anhelo que llegue el d¨ªa en que pueda trabajar aqu¨ª de lo m¨ªo [abogado] y construir poco a poco mi futuro", suspira Francisco.
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