Ni?os y televisi¨®n
El Gobierno, TVE, Canal +, Antena 3 y Tele 5 han llegado a un acuerdo para suscribir un c¨®digo que proteja a los menores de la telebasura. Se trata de un pacto voluntario de autorregulaci¨®n que fija unos criterios generales y unos horarios de precauci¨®n, en los cuales no pueden emitirse determinados espacios. Un comit¨¦ se encargar¨¢ de dilucidar las dudas concretas que presente la aplicaci¨®n del pacto. Una segunda comisi¨®n de seguimiento, en la que estar¨¢n representantes de la sociedad civil, informar¨¢ peri¨®dicamente sobre su aplicaci¨®n.
El pacto es una buena noticia porque no se trata de una intervenci¨®n administrativa, sino de un c¨®digo de conducta asumido voluntariamente por las emisoras citadas. Ser¨ªa necesario que a este acuerdo se sumaran las otras televisiones p¨²blicas y privadas que emiten en Espa?a. Y que su administraci¨®n cotidiana, al amparo de conceptos como el de no emitir programas que "atenten contra el desarrollo f¨ªsico, mental y moral del p¨²blico infantil", sea inteligente y no confunda la prudente salvaguardia del ni?o con, simplemente, el fomento de la ?o?er¨ªa o sea una excusa para la censura.
El problema de la telebasura no es tanto su existencia como su met¨¢stasis a toda la parrilla de programaci¨®n en algunas emisoras. El chismorreo procaz, el voyeurismo sobre vidas supuestamente privadas en perpetua exposici¨®n y los asaltos a la intimidad han desalojado del horario infantil los espacios pensados para este p¨²blico. Lo alarmante es que la programaci¨®n ha terminado por igualar a toda la audiencia por el rasero m¨¢s bajo, a cualquier hora y sin que importe cu¨¢l sea su audiencia mayoritaria. El ni?o dedica m¨¢s tiempo a ver televisi¨®n que a estar en la escuela, una conducta contemplativa reforzada por el ejemplo de sus mayores, con los padres igualmente y en exclusiva pendientes de la pantalla.
El potencial l¨²dico y educativo de la televisi¨®n es impresionante. Su criminalizaci¨®n, injusta. Responde a resistencias de un atavismo preocupante. Pero ante un espectador indefenso como el menor se justifica tomar precauciones. El peligro, contra lo que defienden mentes timoratas, no est¨¢ en que el ni?o o la ni?a puedan asomarse a un mundo que no es ang¨¦lico. El peligro reside en que se le transmitan estereotipos antisociales y, sobre todo, no se le den instrumentos para ir construyendo su propio juicio sobre lo que ve. La autorregulaci¨®n que se han impuesto las citadas televisiones es un paso positivo. Pero no es ninguna panacea. Los modelos de conducta familiares, un aparato escolar eficiente, la educaci¨®n, en definitiva, son vitales. No se trata s¨®lo de no dejar ver determinadas cosas, sino de hacer crecer una mirada cr¨ªtica.
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